lunes, 29 de octubre de 2018

Cataluña, nueva amenaza a la libertad


Si dejamos al margen el terror y la violencia, aunque todo puede acabar por llegarles a unos ciudadanos catalanes que viven polarizados entre el entusiasmo al régimen imperante y la indolencia propia de los desengañados, ninguna frase más acertada para definir la situación que se vive en Cataluña que esta de Plutarco: Una autoridad que se funda en el terror, en la violencia, en la opresión, es al mismo tiempo una vergüenza y una injusticia. De régimen extremadamente opresivo, y por lo tanto de vergonzoso e injusto, podría calificarse el sistema político que la mayoría de los catalanes refrendan una y otra vez desde hace más de 30 años. ¡Inconcebible para quien los conozca bien!

Cataluña es un escenario hermético al que por más vueltas que le doy no logro verle una solución que lleve aparejada la libertad y la democracia en esa región española, y bien que lo siento por los afectados, porque juraría que muchos catalanes no son conscientes de haber caído en una trampa mortal de la que es poco menos que imposible salir sin que se produzca violencia. Otros dirán que sarna con gusto no pica o que no hay para tanto… y respuestas similares que traten de minimizar la realidad, pero esas respuestas no me sirven ni justifican una situación tan absurdamente liberticida.

Todo cuanto allí sucede me interesa y al mismo tiempo me hiere y me desespera. Ahora corre la noticia de que el nuevo Código de Consumo que se está elaborando obligará a los propios ciudadanos a usar la delación lingüística, vamos, el vulgar chivatazo. Cataluña convertida en una ‘nación’ de chivatos sería ya el colmo de régimen opresivo y desvergonzadamente totalitario, o sea, lo que ha venido siendo hasta ahora pero mucho más a las claras. Uno se pregunta si el siguiente paso no será marcar con una estrella roja (color apropiado para el Tripartito) o azul (si es CiU quien gana las siguientes elecciones) a los infractores del Código de Consumo, además de sangrarles con todo tipo de sanciones.

En el citado Código, en su artículo 311.5, se señala que ‘las personas consumidoras tienen el derecho y el deber de cooperar, de forma individual o mediante las organizaciones que las representen, con las administraciones públicas encargadas de velar por el cumplimiento de la legislación vigente en materia de protección [¿?] de las personas consumidoras. […] El medio principal de cooperación es la denuncia’ (¡!). Es decir, que puede darse el caso de una señora que con su carrito se dirige al mercado y pasa cada día por la puerta de una tienda de colchones en cuyo letrero no pone ‘Matalasos’, lo que en estricto cumplimiento de la ley daría lugar a que esa señora, de toparse con un inspector lingüístico enfervorizado (el fervor no parece ajeno a la hora de acceder al cuerpo) fuese parada, identificada y denunciada por no haber cumplido con su obligación de denunciar al colchonero. El ejemplo parece demagógico, lo reconozco, si bien perfectamente creíble a tenor de la nueva vuelta de tuerca que preparan los nazis.

Aún está por verse, después de que estos canallas elaboren el reglamento sancionador, si la multa que le pondrán a la señora será o no superior al importe necesario para llenar el carrito de alimentos. Y eso en el supuesto de que pueda atenderla cuando le llegue y no sobrepase el período de liquidación, lo que supondría que acabase pagándola con recargo o bien que le embargaran la cuenta. Otra frase de nuestros clásicos sería adecuada al caso: La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado. Me temo que en Cataluña el número de desdichados irá en aumento, especialmente mientras algunos de sus personajes más fanatizados insistan en eslóganes como este: ‘El anticatalanismo es una obsesión de la españolidad’. ¡Santo Dios, cómo es posible que en Cataluña no se produzca una rebelión en las urnas ante tanta afrenta a la razón y a la libertad!

Autor: Policronio
Publicado el 20 de febrero de 2010

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