sábado, 26 de mayo de 2018

Memoria histórica para todos: Andrés Calzada Echevarría

Dos acantilados del macizo del Garraf (comarca catalana en la provincia de Barcelona). El promontorio de la izquierda se conoce con el nombre de Mala Dona (mala mujer) y el de la derecha, en el centro de la imagen, recibe el nombre de La Falconera (la halconera). En lo alto de ambos acantilados, que superan los 100 metros de altura, y a lo largo de toda la Guerra Civil el Frente Popular asesinó a cientos de personas. A veces, para no gastar munición, se limitaban a despeñarlos atados en racimos para que se ahogasen. Los primeros asesinatos, en noviembre de 1936, corrieron a cargo de la FAI y se dedicaron a 'eliminar' religiosos. Los últimos fueron en el año 1938, ya próxima la caída de Cataluña, y en esta desgraciada etapa los del Frente Popular mataron al notable arquitecto catalán Andrés Calzada Echevarría.   


Andrés María Calzada Echevarría, arquitecto y escritor español nacido en Barcelona el 30 de noviembre de 1892 y asesinado por los sicarios del Frente Popular en las costas de Garraf (paraje cercano a Barcelona) el 4 de abril de 1938. A pesar de ver truncada su vida a los 45 años, Calzada aún es considerado un referente intelectual en el campo de la arquitectura y el arte, hasta el punto de que no es extraño que se sigan reeditando sus libros y manuales. La cultura de este gran erudito, aumentada por continuos estudios, así como por el entusiasmo que sentía hacia su carrera de arquitecto, quedaron patentes en la labor que desarrolló como profesor de Historia de la Arquitectura y de las Artes plásticas en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, cuya cátedra ganó por oposición a los 30 años, obteniendo después otros cargos oficiales, como el de arquitecto del Ayuntamiento de Barcelona, para obras particulares, y el de arquitecto municipal de Cornellá.


Entre sus obras principales, merecen destacarse la traducción, en dos volúmenes, titulada Historia de la arquitectura por el método comparado, del británico Banister Fletcher, que amplió considerablemente con otra obra original dedicada a la Arquitectura española. En 1936 publicó un monumental tratado sobre las Artes industriales en el Renacimiento, habiendo dejado inéditos, a causa de su muerte, un Diccionario Técnico de Arquitectura y Construcción, que fue publicado años más tarde. Asimismo, Calzada había elaborado un manual de 820 páginas, que aún puede encontrarse a la venta en numerosas librerías, titulado Diccionario clásico de Arquitectura y Bellas Artes. No debería olvidarse, en el terreno literario, una extraordinaria obra que Andrés Calzada escribió a medias con Santa Marina: Estampas de Zurbarán. Todo ello sin contar los excelentes artículos publicados en la revista literaria y de arte Azor*.

Andrés Calzada cometió el gran “error” de afiliarse a la Falange antes de 1936, más que nada como una concesión a su gran amigo y notable escritor, Luys Santa Marina (Luis Narciso Gregorio Gutiérrez Santa Marina), que llegó a ser el jefe de la Falange catalana en 1934. La de Calzada fue una militancia más testimonial que activa, puesto que no participó en las acciones del partido falangista, prácticamente inexistentes en la Barcelona de los años 30, donde la supremacía de los nacionalistas de ERC, junto a la de los socialistas y anarquistas, que incluso contaban con escuadrones paramilitares, fue acaparadora y no dio opción a la actividad pública de otros partidos.

Con motivo del Alzamiento Nacional, Andrés Calzada fue detenido por los rojos y martirizado en la checa de Vallcarca (Barcelona), trasladándosele después a los vapores Argentina y Villa de Madrid, utilizados por el Frente Popular como prisiones. Las privaciones y sufrimientos que nuestro personaje padeció no hicieron disminuir su entereza, puesto que se dedicaba a darles charlas y cursillos sobre Arte a sus compañeros de desgracias. También escribió en prisión, usando para ello la única fuente de su conocimiento, una obra sobre divulgación de la Arquitectura, cuyos apuntes fueron destruidos por sus verdugos.

El 4 de abril de 1938, como represalia a la toma de Lérida por el Ejército Nacional, Andrés Calzada, en contra de las declaraciones de los gobernantes republicanos, en el sentido de que a nadie se privaba de la vida ni se le condenaba sin las garantías y formalidades procesales, fue sacado del buque prisión, con otros 18 compañeros, y conducido de noche a las costas de Garraf, donde todos fueron asesinados sin juicio previo y sin que hasta el momento se conozca de qué cargos se les acusaba. Hay quien dice, aunque probablemente no es más que un bulo originado en otra noche de fusilamientos “éticos” protagonizados por esa izquierda que el comunista Joan Saura admira y quiere rescatar, que fueron asesinados simplemente porque “amaban a España”.

Hasta 1962 se mantuvo una lápida de homenaje al arquitecto Andrés Calzada, diseñada por el gran arquitecto Jujol (discípulo de Gaudí), en el segundo piso de la vieja Universidad de Barcelona, en la Gran Vía, donde se ubicaba la Escuela Superior de Arquitectura. A partir de esa fecha, con motivo del traslado a la Zona Universitaria de la Diagonal, la obra de Jujol fue desmontada y quedó en el sótano del nuevo edificio. La lápida estaba enmarcada en madera, pintada de negro, y presentaba una serie de palmetas doradas por debajo de las cuales había una leyenda latina alusiva a la muerte y la resurrección. En la parte superior de la lápida había un crismón inciso y policromado y en la parte inferior el escudo del Sindicato Español Universitario. Encima estaban los nombres de los caídos encabezados por el catedrático de Historia de las Artes Plásticas, Andrés Calzada Echevarría, asesinado en abril de 1938.

 Azor, famosa revista de literatura, poesía, arte e historia fundada en Barcelona antes de la Guerra Civil por el socialista Max Aub, el falangista Luys Santa Marina, el azañista José Jurado Morales y Félix Ros, de la Lliga Catalana, ejemplo máximo de convivencia intelectual que de haber sido imitado habría ahorrado la terrible contienda fratricida.

Artículo revisado, insertado el 7 de abril de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal

PD (20-10-2015): En estos días de continuos homenajes a Lluis Companys, no esta de más recordar que presidió el gobierno de la Generalidad de Cataluña durante todo el período de asesinatos del Garraf (el Paracuellos catalán), así como otras muchas zonas y checas de encarcelamiento y tortura de unas personas cuyo único delito, en no pocas ocasiones, fue dejarse coger a la salida de misa dominical o ser religioso. Hay quien asegura que Companys desconocía tales crímenes, ¡imposible!

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