En un sistema democrático liberal y parlamentario, el gobierno queda formado conforme a la voluntad de los ciudadanos que, mediante el voto, se decantan por alguna de las opciones políticas presentadas por los partidos que concurren a las elecciones. Cuando los resultados no otorgan la mayoría absoluta a ninguna de dichas opciones, los partidos inician una serie de conversaciones para llegar a unos acuerdos y lograr, entre los más afines, una mayoría suficiente como para echar a andar la legislatura.
Una de las pegas que tiene todo este batiburrillo postelectoral la planteamos ayer, y la recogió con idénticas palabras Amando de Miguel por la noche en el programa La Linterna de la Cadena COPE. Se trata de la dictadura de las minorías radicales. Un partido minoritario, por muy radical que sea, puede llegar a condicionar toda la vida política de un país, región o municipio de tal manera que, aunque sus votos apenas alcancen un porcentaje reseñable, si son necesarios para gobernar, pueden marcar totalmente las directrices políticas de el/los partido/s más votados. Es el caso de ERC, que siendo la tercera fuerza política de Cataluña, parece la segunda de Cataluña y la segunda de toda España. Ahora bien, no conviene quejarse tanto del esquerrismo, que hace lo que puede por extender sus mensajes jacobinos y ultranacionalistas, como del tancredismo de quien ha dejado a esta facción nacionalista catalana hacer de su capa un sayo en todos los ámbitos políticos.
Viene todo esto a colación de la actitud vergonzante que el Partido Popular del País Vasco (con la antaño aguerrida María San Gil, ahora ¿acomplejada?) en todo el tema de la elección de presidente de la Comunidad Autónoma Vasca. Se partía de una tesis inicial bien conocida: si Ibarretxe no conseguía aunar todo el entramado nacionalista vasco (PNV-EA-EB-Aralar e incluso PCTV) el PP apoyaría al candidato socialista “Patxi” López. La razón a muchos les parecía más que justificada: poner fin a 25 años de régimen nacionalista. Pero llegaron las rondas de conversación y a López se le veía más sonriente con la sucursal parlamentaria de ETA que con la propia María San Gil, a la que apenas le miraba a la cara y a la que ni siquiera le propuso llegar a un acuerdo postelectoral para, en caso de ser factible, gobernar el País Vasco. Radicález Zapatero, tan amigo de los ultranacionalistas de ERC y el BNG, no quería saber nada del PP del país Vasco. ¿PP vasco? Uhh… ¡Vade retro Satanás!, que ya queda muy lejos el espíritu de Ermua y todo aquello…. Es más, se le notaba esos días a la plana mayor de Ferraz unas ganas increíbles de situar al PP en la órbita de los partidos de extrema derecha. Cada declaración de firmeza de los neocones Zaplana y Acebes era tildada de franquista y ultraderechista.
Con estas cartas, y cuando estamos comprobando cómo partidos tan minoritarios como ERC domeñan a los socialistas de Barcelona y Madrid, permitiéndose, como ayer Carod, insultar a diestra y diestra (nunca a la siniestra) mientras a los terroristas les trata con un ungüento impecable, cabía preguntarse si el PSE (socialistas vascos), se merecían el apoyo del PP para echar a los nacionalistas de Vitoria. Nosotros, sinceramente creemos que no. Vivimos en un país en el que nadie da apoyo político gratuito a nadie. El mismo PSE que ha mutilado el redondismo y se ha mofado de los populares toda la campaña electoral vasca, no se merece de la noche a la mañana el voto del PP. Se han llegado en ocasiones a plantear cheques en blanco y muchas dádivas al mediocre Patxi López, cuando no ha hecho ningún gesto amable hacia la derecha liberal-conservadora vasca. ¡Qué le importa a Patxi la Constitución…!
Con estas mimbres, aconsejamos a María San Gil, no sólo que se abstenga de apoyar la candidatura de López, sino que se piense muy bien si el PSE no se merece un "NO" rotundo por su sectarismo zapateril y por el bochornoso desplante político que en su día propició al PP, al no proponerle siquiera un acuerdo de mínimos para intentar alcanzar la Lehendakaritza. Y si por casualidad se diera la circunstancia de que a Patxi le atrae tanto la idea de ser Lehendakari con los votos del PP, María San Gil, después de hacerle jurar públicamente lealtad a la Constitución y al Estatuto de Guernica y de obligarle a renunciar al traumático federal-asimetrismo (incluída su veneración por el Pacto del Tinell), deberá exigirle la vicelendakaritza y la mitad de las consejerías. Es lo mínimo. Lo hacen las minorías más radicales, no lo va a hacer el Partido Popular…
Autor: Smith
Publicado el 21 de junio de 2005
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