martes, 30 de enero de 2018

La cultura empresarial de ZP


Después de oír a Rodríguez explicar que el primer precepto de su credo presidencial es “no generar discordia entre los ciudadanos”, uno no sabe como separar el asombro de la indignación, al comprobar por enésima vez lo que significa el cinismo y la hipocresía al servicio de intereses particulares, que nada tienen que ver ni con el buen gobierno, ni con las ideologías, ni tan siquiera con la buena voluntad.  Sólo tienen que ver con los negocios. Especialmente con los sucios.


Una democracia débil como la nuestra (en vías de recambio por una dictadura de nuevo cuño) jamás defenderá y protegerá a los ciudadanos. La debilidad es contagiosa y se extiende con facilidad en una sociedad civil enfrentada interesadamente. Por eso, nuestra debilidad es la fortaleza de los nuevos dictadores. Aquí no interviene más bienestar que el de los políticos. Ellos son “profesionales”. Nosotros sólo somos su público objetivo convertidos en mercado único, que es lo mismo que usar la democracia como excusa para el simple negocio y la dominación de ese mercado. Cada negocio tiene su política y cada político aspira a su propio negocio. El único norte es la recaudación. Si a eso sumamos sencillas técnicas como enarbolar “apasionadamente” principios en los que uno no cree, pero que conviene que los demás creamos, una pizca de ingeniería social, unos cuantos gestos ampulosos y ejercicios de “dignidad” y “legitimidad” institucional, adobando el conjunto con promesas demagógicas de futuro que no piensan cumplirse, podremos observar con claridad en que consiste el fundamento del poder de este individuo.

Para ello, lo primero es erigirse en representante defensor de los injustamente tratados, pronunciando y permitiendo frases tipo Estatut: “Cataluña considera...”, o soberbias expresiones tipo King Artur (Mas): “Cataluña ha hablado....”, a cargo de los que en base a estafas democráticas y chanchullos mercantiles diversos, se adjudican la propiedad de todos en primera persona por la cara. Toda empresa debe encontrar su nicho de mercado, el hueco en que el político iniciará su vida de mercader de cuerpos y almas. No se trata pues de una confusión ante lo que es un simple mandato de gestión temporal, sino de su prostitución por el sometimiento de la voluntad ajena en beneficio de nuestra empresa. El segundo paso consiste simplemente en el descrédito y posterior destrucción de la competencia: “Ud.. puede encontrar en el refrigerador de su Súper, el refresco Spanish Orange que contiene un 3% de zumo, nuestro Referéndum Plus contiene el 5%”. Genial. Bravo. Cuando quiera zumo, ya me exprimiré yo mismo las naranjas. Gracias.

La regeneración democrática no corresponde a los políticos por más que así nos lo vendan, sino a nosotros, los ciudadanos. Regenerar significa depurar responsabilidades. A estas alturas es fácil darse cuenta de que desaprobar mediante el voto a los que lo hagan mal, es un mecanismo que falla como una escopeta de feria. Los pactos posteriores entre mercaderes modificarán esta decisión del pueblo “soberano”.

Pero nadie teme ya por la desaparición o la extinción. Cosas de políticos, solemos razonar. Nuestra vida y la de nuestras familias no aparecen directamente amenazadas. Podemos estar tranquilos. Después de todo, ¿para qué sirve una nación? ¿y la solidaridad entre sus gentes?, ¿acaso alcanza nuestro horizonte diario a interesarnos (no ya a preocuparnos) por lo que ocurre en otras regiones del terreno ibérico? ¿y lo que le ocurra a nuestro vecino?

No. Nosotros ya hemos encargado a nuestros políticos la gestión de la solidaridad y el crecimiento conjunto, y bastante tenemos con nuestro día a día. Estamos libres de culpa. Hemos depositado nuestra confianza basada en el interés general (casi como depositamos nuestro dinero en una entidad bancaria), olvidando que de la confianza excesiva nace el riesgo verdadero. A este respecto, también es útil aceptar que el depósito puede hacerse por el interés, pero sin olvidar que el capital es nuestro. No del Banco.

La organización de un Estado puede asimilarse fácilmente a la de una empresa convencional. Existe un concepto conocido como Cultura de Empresa que se define por el estilo de gestión empleado. Así, tenemos la llamada cultura Zeus (tipo dictadura), en la que el poder emana directamente de la cúspide de una pirámide jerárquica, sometiendo al resto de los estratos a sus directrices. En este tipo de cultura, el objetivo clave es siempre conseguir alcanzar (y eliminar) al jefe inmediato, mientras te cuidas de que ningún subalterno pueda alcanzarte jamás. También está la cultura Dionisio (más democrática), en la que cada abogado de un bufete lleva sus propios casos con responsabilidad mutua y sin más injerencias ni condicionantes que el respeto propio y ajeno, se intercambian y enriquecen experiencias con los colegas y tratan todos juntos de mejorar la facturación global del bufete con vistas a un reparto solidario de beneficios. Hay más culturas, pero lo dejaremos para otro día. Conviene saber que Dionisio era hijo de Zeus. Podríamos considerar que la cultura democrática también es hija (o consecuencia) del hartazgo sobre culturas dictatoriales.

Vivimos este momento clave para nuestro país desde la excusa nominal y “teorética” de nuestra voluntad por adoptar al menos la cultura Dionisio, pero incardinados realmente en la cultura Zeus que nuestro actual presidente Rodríguez avala, practica y pretende eternizar en su beneficio personal y en el de los que quieren despacho propio en el “bufete”. La “cultura” de empresa que pregona es coherente con sus pocas ganas de trabajar. Admite la creación de subculturas Zeus, como franquicias de la propia, donde cada uno va por libre esquilmando y catequizando sus respectivos mercados impunemente, con el único objetivo de recibir el cheque anual de comisiones de las filiales de su empresa, que le permitan seguir gastando (de 50 en 50 millones) en “solidarias” y sucesivas estancias en la Mareta, donde elaborará sus nuevos discursos utilizando para ello su herramienta favorita.

Autor: Perry
Publicado el 4 de noviembre de 2005

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