lunes, 1 de enero de 2018

Ian Gibson, otro paniaguado al descubierto


No quisiera asegurar que el irlandés Ian Gibson, nacionalizado español, responda al arquetipo de historiador concienzudo y veraz. No quisiera asegurarlo y no lo hago, puesto que su estilo, a juzgar por el contenido de los artículos que cierta prensa le publica de vez en cuando, corresponde descaradamente al de un plumífero bucelario y mendaz; es decir, a un fulano que asume a gusto esa ideología que prima la consecución de objetivos materiales -poder o riqueza- en visible detrimento de la ética y la decencia que todo profesional debería usar en su oficio. Cuanto más, si se trata de un oficio como el de historiador, donde la rectitud y el juicio ecuánime son herramientas imprescindibles para practicarlo. 

El caso de Gibson, a lo que parece, es el de un sujeto encasillado en la paranoia de escribir una vez sí y otra también sobre los tejos que García Lorca le tiró a Salvador Dalí, cuya consecuencia más inmediata, si es que debemos creer las palabras que nos han llegado del pintor de Cadaqués, no pasó de un recalentón venial y muy alejado de cualquier acuerdo de amancebamiento entre el pintor catalán y el poeta andaluz. A pesar de ello, con ese argumento de homosexualidad virtual al fondo, Gibson escribió una biografía de García Lorca, una segunda parte de esa misma biografía y otro añadido relacionado con el poeta, que tituló Guía de la Granada de Federico García Lorca. Después, ya en el 98, Gibson publicó Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, para continuar con La vida desaforada de Salvador Dalí, Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser y Dalí joven, Dalí genial, etc.

El de Gibson es un caso claramente obsesivo, pero comprensible, si consideramos que han sido muy beneficiosos para él sus reiterados intentos de emparejar a cualquier precio a dos genios de la cultura española que apenas alternaron en la Residencia de Estudiantes y poco más. El pseudo-hispanista lleva 25 años jugando con el nombre de ambos artistas, como si de torerillos o cupletistas se tratase, al morbo de aquí hay tomate. Lorca, desgraciadamente, fue asesinado de la forma más vil. Ignoro exactamente cómo lo cuenta Gibson en sus libros y refritos. No he querido leer ninguno de ellos por una simple cuestión de higiene. Si bien, las referencias que me han llegado es que Gibson, progre como él solo, le adjudica a la derecha la autoría de la muerte de Federico. Una autoría que quiere justificarse alegando que el poeta simpatizó desde siempre con el socialismo más o menos real. De ahí que la actual izquierda, sobre todo el Partido Comunista, se haya apropiado por completo de la figura de García Lorca.

No sé si tomar el dato como cierto, porque no todo el mundo posee la misma credibilidad, pero el también poeta Gabriel Celaya, nada sospechoso de derechista, asegura en su obra Poesía y verdad que Federico García Lorca tuvo una buena relación de amistad con José Antonio Primo de Rivera, a quien incluso le hizo un donativo en metálico para las necesidades de la Falange. Y es que Lorca, aún cuando la izquierda más sectaria se haya apoderado de su recuerdo y de su legado creativo, al parecer quiso escribir dejando al margen cualquier tendencia política. Lorca, además de un artista genial, se limitó a ser un gran andaluz y un gran español. Algo similar a lo que quiso ser Dalí, un gran catalán y un gran español, como así vino a reconocer en la hora más decisiva, mediante testamento, al nombrar a España heredera universal de todo su patrimonio. 

Ese mismo Gibson tan amigo de la prensa rosa encuadernada en tapa dura, que parece ser el método que practica como historiador o hispanista (aseguraría que ni lo uno ni lo otro), nos ofrece hoy en El Periódico de Catalunya, ¡dónde si no!, uno de esos artículos llenos de frases fanatizadas, semejantes a consignas izquierdistas, que le desacreditan un poco más su honestidad si es que ello fuese posible. El artículo lo titula Dueños de la España eterna. He aquí una selección de párrafos basura extraídos de dicho artículo.

Sobre el PP:

 La manifestación de Salamanca ha sido una irresponsabilidad, un insulto. El PP sólo busca crispar. Se creen dueños y propietarios de España. Son soberbios. Nunca admiten haberse equivocado y nunca entonan un mea culpa (la culpa es siempre de los demás). Por villorrios y glebas, como en los mejores tiempos franquistas, los autobuses van recogiendo a los incondicionales para cualquier manifestación convocada por los jefes, sea cual sea el motivo; los periodistas adictos acuden obedientes con sus plumas cargadas de veneno y baba; y uno se pregunta si un día este país tendrá por fin una derecha dialogante y razonable.

Sobre el Archivo de Salamanca:

Yo he pasado 40 años de mi vida manejando manuscritos y periódicos. Y sé por experiencia que no hay nada tan frágil como la página de un diario, nada tan permanentemente en peligro como un manuscrito. Incluso la intensa emoción que genera la investigación puede entrañar un riesgo, y yo mismo, lo confieso aquí, he dañado sin querer, al ir demasiado deprisa, más de una hoja impresa. Hoy todo esto ha cambiado y nos encontramos en el reino del microfilm y de las copias digitales. Los estudiosos ya no podemos acudir en "versión original" a El Sol, al Heraldo de Madrid, al Diari de Barcelona o al Defensor de Granada -nombro cuatro periódicos con los cuales he trabajado intensamente-, sino que tenemos que conformarnos con la consulta en pantalla. En cuanto a los manuscritos, las copias digitales son tan extraordinariamente fieles que en general no hace falta tampoco ver el original, y mucho menos tocarlo.

Para qué, entonces, tanto autobús lleno de gentes que nunca han pisado un archivo ni saben nada de hemerotecas y manuscritos y copias digitales? En el fondo estamos ante el sempiterno anticatalanismo de la derecha central. Como recordábamos aquí hace unos meses, sólo se trata de una parte mínima del contenido total de los documentos archivados en Salamanca, tal vez un 3%. En el nuevo Centro Documental de la Memoria, radicado en la misma ciudad, habrá copias digitales de todos estos papeles y estará garantizado el acceso, de ser necesario, a los originales en Barcelona. ¿Dónde está, pues, el problema?.

¿CÓMO ES posible que no lo quiera entender el Partido Popular? Ah, ¡pero si lo entiende perfectamente! El asunto es manipular y tergiversar la realidad, provocar crispación, meter cizaña, atizar como sea la hostilidad hacia el actual Gobierno y presentar la devolución, decidida después de escuchar la opinión de los expertos, como un atentado más contra la sagrada unidad de la nación. Al contemplar las imágenes de la manifestación de Salamanca he sentido auténtica vergüenza ajena y he pensado en Josep Piqué.

Sobre el popular Piqué:

El señor Piqué, a quien no tengo el gusto de conocer (y lo lamento), lleva tiempo apoyando la decisión de devolver a Catalunya los documentos que legítimamente le pertenecen. Chapeau. Enhorabuena. Me imagino que estos días el asunto le está causando más de un dolor de cabeza al exministro, porque tener que aguantar a correligionarios como los suyos -los propietarios de la España eterna- debe ser un hueso duro de roer para un catalán culto e inteligente con una visión serena de las complejidades nacionales. La manifestación organizada por su partido en Salamanca ha empeorado indudablemente las relaciones entre Catalunya y el resto del país. Si yo fuera catalán, sería, después de Salamanca, un catalán más nacionalista. Ha sido una torpeza, una irresponsabilidad, un insulto. Y afirmar que la resolución del Gobierno es fruto del "chantaje" ejercido por Esquerra Republicana de Catalunya es otro insulto. Se trata, sencillamente, de hacer justicia, de respetar los derechos de los demás, en este caso de los catalanes.

Gibson, que después de estudiar durante 25 años la posible homosexualidad de García Lorca debe considerarse un entendido en la materia, concluye su miserable artículo ofreciéndonos un párrafo donde la demagogia más aberrante se desborda en cada una de sus líneas.

Sobre la manifestación del 18-J:

Y ahora les toca a los gays, otra obsesión para los que se proclaman tan defensores de la fe católica. El malo sigue siendo el Gobierno, que se atreve a bendecir el matrimonio contra natura de seres humanos del mismo sexo, y ello con la intención no confesada de ir minando las bases de la familia española. ¿Qué tienen que ver los matrimonios homosexuales con la familia española? Nada. ¿Qué interés posible podría haber por parte del Gobierno en dañar a los heterosexuales que quieren vivir juntos y procrear? Ninguno. La homosexualidad es normal para quienes son homosexuales, y se da incluso entre otros animales. No es una enfermedad. Durante siglos se ha perseguido con saña indecible. ¿No lo sabe el Partido Popular? ¿No era ya hora de que la Iglesia dejara en paz a los gays y se ocupara a fondo, por ejemplo, de los millones y millones de niños hambrientos y enfermos que hay en el mundo? La Iglesia no ha condenado nunca la pena de muerte. Es más, al arremeter contra el uso del condón ha venido imponiéndola metódicamente. ¡Qué fácil para los obispos, negadores de su propia sexualidad, predicar la abstención para los demás!.

La respuesta a Gibson respecto a la ley de matrimonios homosexuales, o como demonios se llame, se la ofrece nada menos que una senadora del Partido Socialista. Copio aquí uno de los puntos más destacables, extraído de Libertad Digital

"Finalmente, lamento que en una Ley de esta trascendencia no se haya propiciado un gran consenso parlamentario y que se haya creado una situación de fuerte división social, desoyendo la posición contraria de millones de ciudadanos españoles representados por otros partidos políticos democráticos y expresada también a través de asociaciones e instituciones importantes de nuestra sociedad. Especialmente cuando hay otras alternativas. Valga el ejemplo de la reciente Ley aprobada en Suiza que denomina a la unión homosexual Pacto Civil de Solidaridad (PCS), que no equivale al matrimonio ni permite adoptar, pero equipara los derechos en el ámbito fiscal, penal, de sucesiones, seguridad social y jubilación".

Autor: Policronio
Publicado el 16 de junio de 2005

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