martes, 2 de enero de 2018

Historias del interminable bucle melancólico. Ibarretxe, segunda parte


Hace ya unos años, una de las escasas plumas que todavía merece la pena leer en el remozado e irreconocible ABC vocentista, Jon Juaristi, escribió un libro titulado El bucle melancólico. Situado entre los diez libros más vendidos en España durante un año entero, este best-seller marcó una etapa de batalla intelectual contra el nacionalismo, ideología imperante en el País Vasco desde el aterrizaje en Moncloa del ahora venerado Adolfo Suárez.


El de Jon Juaristi es de aquellos libros que, por su exquisita pluma y por la aguda exposición que del nacional-aranismo hacía el director del Instituto Cervantes y ex de la Biblioteca Nacional, merece la pena leer no sólo una, sino varias veces. Una tesis central subyace a lo largo de todos los enjundiosos capítulos del libro, porque la escritura de Juaristi es muy enriquecedora: el nacionalismo vasco es una ideología melancólica sin salida, que vive anclada en una permanente vuelta atrás. En este sentido, tanto el PNV como ETA, vienen realizando sus respectivos y complementarios quehaceres, camuflándolos cada cierto tiempo con distintos ropajes.

El actual momento de la vida política vascongada parece dar la razón, una vez más, a la teoría del bucle melancólico de los nacionalistas. Si nos fijamos bien, todo queda como estaba hace unos años, aunque obviamente, el paso por el Gobierno de José María Aznar y del archidenostado por la jauría mediática polanquista Partido Popular, ha dejado muy mermada a ETA. Nos explicamos: 1) Permanece el PNV en Ajuria Enea. Ibarretxe repite mandato. 2) La izquierda abertzale recupera la presencia perdida en el Parlamento vasco. 3) El PSE sigue plegado a profundizaciones estatutarias. 4) ETA vuelve a centrar sus objetivos, como en los setenta y ochenta (aunque hubo excepciones, los políticos asesinados eran eso, excepciones) en todos menos en los “cargos electos” y en los catalanes. 5) ETA, con sus pintorescas Nekanes, puede boicotear a Ibarretxe cuando quiera. 6) Los de siempre, siguen estando tan incómodos como siempre. Todo queda como estaba hace una década.

Han pasado ya casi tres décadas de democracia y, como decía Julio Iglesias, en el País Vasco la vida sigue igual. El PNV no ha renunciado a nada. ETA tampoco. Las fuerzas constitucionalistas, aparentemente recompuestas bajo la alianza Mayor-Redondo han quedado totalmente desfondadas y desmoralizadas. El patriotismo constitucional ha quedado en manos de un único partido de los siete (PVTV, Aralar, EA, PNV, EB, PSE, PP) que actualmente componen la Cámara vasca. Imagínense lo que supone que, de cada siete intervenciones parlamentarias en Vitoria, tan sólo una defienda con claridad la idea de España. Y, para colmo, los 400.000 exiliados políticos que hartos del régimen aranista han hecho sus maletas, pintan ya menos en sus Vascongadas de origen que los emigrantes gallegos en su querida tierra natal, con lo que el PNV y ETA parecen haber ganado en este punto una batalla decisiva.

Estamos en el año 2005 y el bucle melancólico pervive con más fuerza que nunca. El nacionalismo prosigue con sus engañuflas antidemocráticas de siempre.

- En 1998 se sacó de la manga el Pacto de Estella que la propia ETA se encargó de volatilizar, al iniciar una escalada de atentados que hizo perder toda credibilidad a aquella propuesta, que tan alegremente firmaron el PNV, EA e IU, sello de la banda terrorista en documento por medio.

- En el 2004 Juan José Ibarretxe, como buen nacionalista, creyó que su progresión electoral iba a ser similar a la de Hitler en 1933 y se lanzó a tumba abierta al proponer un plan abiertamente secesionista y que se terminó llamando el Plan Ibarretxe, en reconocimiento de la autoría de tan “magna” propuesta. Las urnas se encargaron de depositar pacíficamente tan magno documento en el lugar que le correspondía (todos lo visitamos varias veces al día).

- Ahora, y como marcan las cartas del bucle desde hace tiempo, ETA vuelve a mandar y ha ordenado al Lehendakari que cree una “mesa política” en la que se dé cabida a esa genial maestra del género literario del diálogo: Batasuna. Esta organización política fue ilegalizada hace tiempo y figura en los listados de las organizaciones terroristas internacionales, pero en la España del talante y del diálogo, hay cabida para todos. Y quien no piense así (Rajoy, Acebes, Zaplana…) ya sabe lo que es: un ultra y un neocón. En cuanto a la facción partidaria del diálogo, aconsejamos se dirijan a la Casa Blanca para proponer en EEUU la legalización de un partido islamista dependiente de Al-Qaeda.

El bucle es como una llama incandescente: no se consume. Por favor, que los súbditos del antiguo, que no viejo, Reino de España no se preocupen, que las historias melancólicas continuarán. Miles de millones de minutos serán dedicados por todos los españoles para analizar, escribir o escuchar sobre los futuros capítulos de la historia interminable. Se perderán infinitas energías que se habrán podido dedicar a analizar temas como la globalización, la inmigración, la liberalización de mercados, la construcción europea, el abastecimiento de agua, la delincuencia… o sencillamente para el disfrute de la vida, pero sería una pena dejar de hablar del monotema: la opresión a la que Castilla viene sometiendo al pueblo vasco desde tiempo inmemorial.

La única novedad que se adivina en toda esta reiterativa secuencia política es el aterrizaje en Madrid de un nuevo personaje que hasta ahora no había participado en el cuento sin final: don Tancredo Zapatero. Se diga lo que se diga, hace casi tres décadas hubo quien también apuntaba maneras -como los toreros- en cuanto a mediocridad e inutilidad: Adolfo Suárez González. Con él los terroristas crecieron como con nadie. Pero don Tancredo Zapatero, un personaje que declara que la mejor cualidad de Juan Carlos I es que es un rey republicano y al que le da exactamente igual que el País Vasco sea o no una nación, parece que le va a ganar por la mano. Por cierto que, puestos a dar, que Vizcaya reclame también lo suyo, porque si desde la sucursal socialista de Cataluña se defiende el carácter nacional del Valle de Arán, no conviene que la señorial provincia vizcaína se quede atrás en estas cuestiones. Total, para lo que significa ser nación en estos tiempos...

En fin; que esto no se acaba ni mucho menos, amigos. Paciencia y a armarse de valor. La “fiesta” continúa...

Autor: Smith
Publicado el 27 de junio de 2005

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