lunes, 1 de enero de 2018

En defensa de la libertad de expresión

Datos de 2015, el año de publicación del artículo el reparto era muy similar o incluso más a favor de la izquierda en el poder

España vive tiempos en los que la libertad de expresión está siendo gravemente amenazada. Desde las distintas terminales mediáticas del pensamiento único progresista existe una campaña de acoso y derribo de los tres ases de los servicios informativos de la Cadena COPE: Federico Jiménez Losantos, Ignacio Villa y César Vidal. Los tres son periodistas bien diferentes y ejercen distintos estilos radiofónicos, pero los pit-bulls de la izquierda (según acertada expresión de nuestro lector JinetePálido) no dejan ocasión para ladrar contra ellos a ver si suena la flauta y la Conferencia Episcopal los elimina de la parrilla de la emisora.


Lamentablemente para todos estos progresistas de escuela volteriana, para estos redomados jacobinos de ínfulas inquisitoriales (tan “modernos”… ¡y tan “torquemadas”!) en España queda liberal-conservadurismo, firme y democrático, para rato. FJL, IV y CV han renovado recientemente sus contratos en la emisora católica y durante algunos años más, todo el que quiera, que para algo rige el Estado democrático, social y de derecho, podrá escuchar desde las ondas radiofónicas, la corrupción política, económica y moral que vaya apareciendo a lo largo y ancho de nuestra geografía.

A quien estas líneas escribe, cada día le resulta más indignante encender el televisor y comprobar cómo en las tertulias políticas de Antena3 (María Teresa Campos) y Tele5 (Ana Rosa Quintana), los propios compañeros de profesión -¡y de tertulias en algunos casos!-, fieles a la voz de sus pagadores zapateriles o polanquistas, cada vez que hay un tema espinoso sobre el tapete, terminan saliendo con la misma tontería de siempre: la culpa es de los “predicadores” que exaltan y radicalizan a los inocentes oyentes de la radio; los “neocones” encrespan los ánimos desde la 6 h. de la mañana hasta las 24 h. de la noche; los “manifestados” en Madrid, Salamanca y Madrid están galvanizados por la ultraderecha radiofónica; Bono ha sido agredido (?) por unos radicales que escuchan la Cadena COPE… Todas estas mentiras son continuamente proferidas por líderes socialistas y comunistas así como por periodistas polanquistas y resentidos en horas de máxima audiencia televisiva sin que a nadie se la caigan los sombrajos del palo. La última razón de toda esta campaña jacobina, a nadie se le escapa: las verdades duelen, porque llegan fácilmente a la gente y hay que acallar la boca a quienes denuncian treguas tácitas con terroristas, ventas a plazo de España u operaciones de enriquecimiento inadecuadas. A nadie se le escapa, además, que siempre está la batalla mediática de fondo: siempre resultará rentable desacreditar a quien mantiene una audiencia muy por encima de Onda Cero, Punto Radio o RNE y se queda con una parte importante de la tarta publicitaria.

Da exactamente igual que los neomacartistas izquierdistas se llamen José Bono, Pepiño Blanco, Rodríguez Ibarra o Juan Alberto Belloch que Antonio Casado, Enric Sopena, María Antonia Iglesias, Arturo Fernández, Miguel Ángel Aguilar, Eduardo Mendicuti, Rafael Torres o Pepe Oneto. Todos tienen envidia de los periodistas liberal-conservadores que, al margen del Imperio PRISA, lideran todos los rankings de audiencia y mantienen a LibertadDigital tan sólo por detrás de El Mundo en los índices de lectura de Internet. Se trata de pararles como sea.

Un caso similar ocurre con los obispos, a los que se les ha “crucificado” por acudir a la macro-manifestación en defensa de la Familia. Que ladren lo que quieran, que los obispos han actuado de manera totalmente consecuente y lógica. En una democracia liberal parlamentaria se podrá estar de acuerdo o no con la posición del Gobierno, de la oposición o del sector social que se quiera, pero nunca debe molestarle lo más mínimo la libre y democrática presencia de los obispos en una convocatoria social, máxime cuando quienes opinan no son católicos.

Ahora bien, si lo que molesta es que los obispos hayan salido precisamente ahora a manifestarse, habrá que decir que será porque ellos consideran que puede ser casi irreversible el daño que a la familia se le hace, al banalizar su composición y extenderla a ámbitos que, a decir de la Iglesia, no le competen. Entendemos que haya gente, empezando por los homosexuales, que estén en contra de esta opinión y del apoyo del obispado a esta manifestación en defensa de la familia, pero, sinceramente, nos parece bastante más lógico contemplar a Rouco y Cía. en una manifestación en defensa de la unidad familiar y del matrimonio clásico, que celebrando el ascenso del Cádiz C. F. a primera división.

¿Qué querían los torquemadas de la secta? ¿Qué hubiera salido la plana mayor del obispado en otras ocasiones? Pero por favor, a ver si va a resultar que una ley que va a estructurar la sociedad de manera totalmente antievangélica puede ser tratada por el mundo religioso cristiano con el mismo calado que otros asuntos mucho más temporales, por muy graves que sean. La Guerra de Irak, por ejemplo, al margen de que no deja de ser un tema geopolítico bastante más opinable dentro incluso de los propios creyentes, ya pasó y no volverá. Es más, aunque la Iglesia se manifestó en contra de dicha guerra, el asunto no dejaba de ser una cuestión mucho más circunstancial y fruto de una situación política determinada que no se va a volver a repetir. En cambio, la manera de conceptuar la familia en una sociedad es un tema de mucho más difícil marcha atrás. Por cierto, que todavía recordamos el silencio al que la voz del Papa fue sometida por el mundo progresista español en aquellos días de la Guerra de Irak. Breves, mutiladas y manipuladas alusiones al no a la guerra de Juan Pablo II y poco más. Recuerdo que, a colación de la oposición del propio Vaticano a dicha guerra, segunda parte del conflicto bélico que apoyó Felipe González en 1991 -no se olvide-, en los medios polanquistas se arremetió contra el Vaticano, tildando de hipócrita su actuación, y de no haber actuado así en otras ocasiones. Porque, no lo duden, amigos lectores, aquí el caso es criticar y acallar voces que no interesan. Y si la Iglesia opina en la misma dirección de los progres, a éstos les da exactamente igual y terminan sacando a colación la entrada de Franco a las iglesias bajo palio. Se pensarán que después de haber asesinado a ocho mil religiosos, la Iglesia todavía iba a abrazar la causa frentepopulista

Son así. Siempre lo fueron y siempre lo serán. Corría el mes de mayo de 1936 cuando el entonces Presidente del Gobierno Santiago Casares Quiroga “Saint Just” (nombre simbólico que lucía en la secreta orden masónica), un sectario muy de la cuerda de Rodríguez Zapatero y Peces Barba, declaraba en el Parlamento la guerra total contra todos y cada uno de los “fascistas” que había en España. Toda una legión, amigos lectores… No sacaron ni un solo diputado en las elecciones de febrero de aquel año, pero para el visionario Casares, por lo visto, España estaba infectada de “fascistas”. Fíjense que inclusive, en el mes de marzo había sido encarcelada toda la cúpula directiva de la Falange y se había disuelto este partido político. Sucedía entonces que, para Casares, como hoy en día para Carod Rovira, “extrema derecha” era sencillamente cualquier movimiento liberal, conservador o tradicionalista: desde el Partido Radical (Lerroux) hasta el Bloque Nacional (Calvo Sotelo), pasando, naturalmente, por la CEDA (Gil Robles). A todos había que acallar y eliminar… ¡¡Tutti fascisti!!

En fin, amigos lectores de Batiburrillo y Redliberal. No les entretenemos, que hoy nos hemos extendido más de lo habitual. Y quédense con esta copla: no hay nada como no ser contemporizador con la izquierda jacobina como para que te quieran encarcelar, denunciar y acallar. Ellos, tan “liberales”, tan “demócratas”…

Autor: Smith
Publicado el 23 de junio de 2005

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