Leo en ABC: El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo ayer, respecto a la posible definición de Cataluña como una nación en su nuevo Estatuto de autonomía, que el Ejecutivo «no va a hacer una batalla de palabras y términos, sino una apuesta por la convivencia».
Vamos a ver, so demagogo, la convivencia, como la amistad y tantas otras cuestiones que necesitan dos personas o colectivos para consumarse, es un camino de doble vía. ¿Se puede ser muy amigo de tu enemigo declarado? ¿Verdad que no? ¿Se puede convivir, por tanto, con quienes no muestran deseos de convivencia sino de imponer sus criterios? Los nacionalistas, no lo olvidemos, hacen caso omiso a las encuestas donde se refleja que sólo una mínima parte de la población catalana considera a Cataluña como una nación. Luego lo que tú quieres, mendaz, no es buscar la convivencia entre las poblaciones de los distintos territorios que integran España, que eso ya existe a pesar de...; lo que tú pretendes, que es algo que aparece nítido ante los ojos de quien los tenga abiertos, es convivir, por no decir revolcarte, con esos políticos separatistas que permiten mantenerte donde ahora estás. Y esa postura, en cualquier lugar civilizado del mundo, se llama inmoralidad política encubierta mediante una falsedad rotunda.
Continúa la noticia de ABC: Zapatero respondía así en el Pleno de control al Gobierno en el Congreso a una pregunta del presidente del PP, Mariano Rajoy, sobre si "piensa permitir que Cataluña se defina con ese término en el Estatuto de Autonomía, cuya reforma está en tramitación parlamentaria".
Lo que no sé, porque no lo refleja la prensa, es si Mariano Rajoy aseguró que piensa hacer algo si se aprueba ese disparate que define a Cataluña como una nación. De acuerdo en que ahora los populares no cuentan con medios para impedir determinadas bajezas políticas, ¿pero no va siendo hora, pregunto, de que ante cada ley en ciernes que afecte a la unidad de España el PP deje claro, y anuncie con firmeza, que cambiará esa norma en cuanto llegue al poder? Estoy deseando oír a Rajoy que le diga alguna vez algo así a ZP: “¡Señor presidente, le aviso para que no se llame a engaños, ni se le ocurra poner en marcha esa medida que nos propone porque sólo se mantendrá en vigor hasta que mi partido gane las elecciones! ¡Si quiere usted sembrar para el futuro un clima de confrontación con los nacionalistas, muy superior al actual, no tiene más que evitar nuestra opinión en aspectos tan importantes como la unidad de España! Este mensaje también es válido para cuantos nacionalistas crean que lo aprobado en esta legislatura es irreversible. ¡No, no son leyes inalterables, ni mucho menos!”.
¿Ha dicho algo así Rajoy? Si lo ha dicho, nadie lo ha destacado en la prensa, al menos la que he repasado hasta ahora. Si no lo ha dicho, Rajoy no me vale como líder de la oposición, le falta generosidad de ánimo y sentido anticipatorio frente a las fechorías que se ven venir. Rajoy debe avisar y reiterar, cuantas veces sean precisas, acerca de que no existe la impunidad para nadie que decida a su aire en aspectos que pueden llegar a degenerar en delitos de lesa patria. La economía es muy importante, ¡cómo no! La libertad todavía lo es más, ¡nadie lo duda! La justicia es poco menos que sagrada, ¡opinión muy compartible! Pero si en los tiempos en que vivimos, fijando los pies en el suelo y desterrando cualquier idea utópica, la patria se subasta y se adjudica por un plato de lentejas, la economía, la libertad y la justicia se pierden en las alcantarillas o se dan a la fuga a galope tendido. Y esto último, amigos, no es admisible si lo origina un fulano como ZP, en aras de una convivencia adulterina, sin que alguien como Rajoy, o quien sea, deje de advertirle que algunas leyes y ciertas personas pueden acabar ante un tribunal, aunque sólo sea ante ese tribunal inapelable de la ciudadanía que dicta sentencia mediante el voto.
Publicado el 23 de junio de 2005
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