miércoles, 27 de diciembre de 2017

Los demócratas georgianos, con George W. Bush

Mijeíl Saakashvili, presidente de Georgia, con el mandatario norteamericano


A largo plazo, la realidad y la verdad terminan imponiéndose. Por mucha campaña demagógica anti-Bush, por mucha progresía antiyankee, por mucho mass media polanquizado y euromarxistizado… al final, los beneficiarios directos de las políticas democratizadoras de la Administración Norteamericana, conocen perfectamente los esfuerzos que George W: Bush viene realizando para extender el modelo democrático liberal por todo el mundo. Y además, lo agradecen.



Es cierto que en España apenas nos hemos enterado. Estas cosas no se estilan. Lo habitual es el fotomontaje con alguna gesticulación del Presidente americano, el insulto de guiñol, el documental antiamericano a lo Michael Moore, el antimilitarismo barato… Lo importante es hacer mucho ruido; todo el ruido que sea necesario, que para eso se ha embrutecido a las nuevas generaciones de los inteligentes planes anti-estudio elaborados a conciencia desde las terminales del Ministerio de Educación. De ahí la importancia del ruido, porque la gente se queda en eso, en el ruido; pensar demasiado es dañino para la salud.

Pero la realidad, por mucho que se nos trate de ocultar, es que George W. Bush ha sido recibido en Tiflis (Georgia) como verdadero héroe. Recuerden que, en un reciente post, explicábamos las políticas democratizadoras que el dúo Rice-Bush aconsejaban seriamente a Vladimir Putin. No se trataba de imponer nada, sino de recomendar al enorme país que nada entre Europa y Asia, que corrigiera algunos puntos básicos en la democratización de la vieja nación rusa. Bien estuvo haber abandonado el comunismo, pero todavía queda mucho por hacer para poder homologarse plenamente con los países occidentales. En ese post lo explicamos y, ahora, no nos vamos a detener en ello, pero remarquemos que los beneficiarios directos de tales políticas van a ser los rusos y no los americanos.

El hecho es que la friolera de 150.000 georgianos se reunieron para recibir calurosísimamente a G. W. Bush en pleno centro de la capital del país, Tbilissi. Georgia está agradecida a EEUU, porque sabe perfectamente que la caída del marxismo-leninismo y los avances políticos, económicos y sociales de su país, empezando por la independencia nacional, son debidos en gran parte a la presión a la que el mundo anglosajón estuvo sometiendo al Pacto de Varsovia durante décadas. Asimismo, EEUU tiene mucho que ver con las ayudas financieras recibidas por los georgianos y con la rápida asimilación del país por parte del mundo libre y de las instituciones internacionales.

Ahí estaba Bush, rodeado y aclamado por esos miles y miles de georgianos. Abriendo los brazos para que Georgia colabore todo lo posible que sea con la OTAN; defendiendo la unidad, la soberanía y la integridad territorial de Georgia frente a los intentos secesionistas de Abjazia y Osetia, promovidos desde Moscú; alentando a los georgianos que conserven los éxitos de la revolución rosa, fundamentalmente, la Libertad… Porque como el presidente georgiano ha afirmado, con ser importantes la cooperación militar, económica y petrolífera, previamente hay que compartir los valores democráticos y liberales: “una fe compartida en la libertad y la democracia”.

Ni que decir tiene que, de todo esto, la población española está puntualmente desinformada. No interesa reconocer los méritos de Bush. Al fin y al cabo, la mentalidad de la administración zapateril es la opuesta a la de la Administración Bush. Aquí se pueden compartir intereses económicos con Cuba y Venezuela sin importar el cariz totalitario de sus atrasadísimos regímenes presidencialistas.

Si se compara la ilusión con la que todos estos georgianos han recibido al presidente republicano, con la frialdad, cuando no, el rechazo, con el que los españoles –gracias a las campañas difamatorias del publicismo progre- recibimos al mandatario estadounidense de turno, quizás nos expliquemos el por qué de muchas cosas. A veces culpamos de todo a las boutades antiamericanas de Zapatero, pero el problema es más de fondo. Todavía recordamos la burda propaganda socialcomunista con la que se recibió hace veinte años a Ronald Reagan a su llegada a Madrid. Como ven, los artífices de la extensión mundial de las democracias y del libre mercado, no han sido especialmente queridos en nuestro país. No es extraño, por lo tanto, que estemos condenados a jugar el papel que jugamos en el concierto internacional de las naciones.

Ya veremos si, de aquí a medio siglo, mientras Georgia está consolidada en el mundo libre como una de las naciones orientales de mayor prestigio, el Presidente de los EEUU del 2050 estará girando una visita a España, después de que hayamos sufrido una guerra contra los nacionalismos. Entonces, las palabras dedicadas ayer por Bush a los georgianos, servirán exactamente lo mismo para nosotros, que actualmente en Georgia, para iniciar la recomposición moral y política de nuestra nación: “la soberanía y la integridad territorial de Georgia deben ser respetadas por todos los países”. ¿No les dan envidia estas palabras? Nosotros estaríamos encantados de que Bush las pronunciara mañana mismito en la calle Sabino Arana de Bilbao o en el Estadio Luis Companys de Barcelona.

Tener el respaldo y la plena confianza de los EEUU es un privilegio que había conseguido José María Aznar tras meses y meses de trabajo, seriedad y rigor político, económico y diplomático. Bastaron unas horas de desgobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para volatilizar todo lo conseguido por el gabinete popular. ¿Habremos aprendido la lección?

Autor: Smith
Publicado el 11 de mayo de 2005

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