lunes, 17 de diciembre de 2018

¿Pedir perdón estos tíos? Ni de coña

Todo apunta a que los etarras jamás pedirán el perdón a las familias de sus víctimas.

Recuerdo que, siendo niño, cuando alguien hacía una trastada o faena, con mejor o peor intención, a un compañero de juegos, entre las exigencias reparadoras de los progenitores se contaba la de pedir perdón al agraviado. En rara ocasión la demanda de perdón era desoída, bien por sincera contrición del inquieto bien para evitar las consabidas represalias en forma de castigo de mayor o menor rigor.


Sin ser niños –pese a que su cociente intelectual no supera al de un jovencito de dos años– hay en España ciertos elementos terroristas que, bajo las siglas ETA, durante décadas llevan haciéndonos a los españoles todos y cada uno de los sangrientos putadones posibles a modo de coacción para imponer su dictadura del terror. Y los etarras, que dicen haber renunciado a seguir puteándonos, a diferencia de los niños se niegan a pedir disculpas y mostrar el más mínimo remordimiento por todo el daño causado.

Descartada de antemano la posibilidad de una sincera petición de perdón por parte de los etarras al no ser el arrepentimiento sentimiento al alcance de ciertas alimañas carroñeras, cabría tal vez la perspectiva de que lo hiciesen buscando atemperar el merecidísimo castigo de las penas impuestas por los tribunales. Pues ni por ésas, chico. Y no a causa de asumir las condenas como justas ni porque estén dispuestos a apechugar con los años de cárcel que a cada uno le correspondan. Todo lo contrario, ya que esperan estos canallas salir de rositas de prisión, hacerse la foto de rigor saludando victoriosos con el orgullo intacto, cada mochuelo a su olivo y aquí no ha pasado nada. Si no fuese porque no los tienen podríamos decir con respecto a estos asesinos tan encantados de haberse conocido: ¡Qué huevos le echan los muy miserables!

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 7 de enero de 2012

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