lunes, 17 de diciembre de 2018

La escasez agudiza el ingenio

Migas manchegas.

También la de la mano de obra. El caso es que ayer, en cumplimiento de una obligación mil veces diferida, por el empeño del acreedor, acreedora en este caso,  en no creerse que unas migas fetén están a la altura de cualquier plato que se precie, vine en preparar tal manjar, para ocho comensales.


En lo que concierne a los ingredientes, migas cortadas del día anterior, aceite de oliva virgen extra, agua, sal, cuatro cabezas de ajo, dos tiras de panceta, seis chorizos caseros crudos, diez pimientos rojos secos y un kilo de sardinas. En lo que atañe a la mano de obra, el maestro miguero y un pinche.

Independientemente de otros menesteres, el maestro miguero debe tener conciencia en todo momento del proceso del grado de humedad y fritura de las migas. El cénit se alcanza a la hora de voltear aquellas, para igualarlas en humedad, sofritura y sal. Una hora de volteo ininterrumpido, con pausa sólo para echar el trago de cerveza correspondiente, donde el papel del pinche es fundamental, para la preparación y vertido del agua salada, así como del aceite, mientras aquel no deja el volteo milagroso.

Pues bien, el pinche dimitió por causa de las rebajas y ahí que me vi en el empeño, más solo que la una. De modo que una vez que una voluntaria echó las migas en la sartén, y a la vista de que el pinche no comparecía, me hice con un bol lleno de agua, con dos cucharadas de aceite y tres cucharadas rasas de sal, donde mojaba la paleta cada tres volteos completos, hasta alcanzar el punto idóneo, en el que el pan deja de ser ese humilde alimento, para convertirse en delicioso manjar, lujo gastronómico donde los haya, mientras lo prepare quien suscribe, claro.

De modo que a falta de pinche, un nuevo método de preparación, que pongo en conocimiento público, para su utilización por quien le interese, citando la fuente claro.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 8 de enero de 2012

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