Imagen del nuevo dólar ante la remota posibilidad de que ZP acuda a la Cumbre de Washington. |
No acabo de entender, o sí, cuál es la causa para que Zapatero esté dedicándole el máximo esfuerzo a intentar asistir a esa Cumbre de mandatarios que se supone "refundarán" el capitalismo. O eso se dice. ZP en economía es todo un cero zapatero y la lógica indica que, de asistir, su papel sería el de un perfecto convidado de piedra. Como tampoco entiendo que Rajoy diga que España debe acudir como sea. "Amos", anda ya. Tengo la sensación, en el caso de ZP, que alguno de sus 640 asesores le ha convencido de que su comparecencia en Washington, donde debe procurar mostrarse sonriente en los “cienes” de fotos que allí se disparen, puede equivaler a un resto de legislatura tranquila, sin que nadie le reproche su condición de paria —un hecho indiscutible que sin duda alguna le atormenta—, así como conservar todas las opciones para un tercer mandato consecutivo al frente del “Gobierno de España”.
Entrecomillo el término “Gobierno de España” porque aseguraría que cualquier observador de la actualidad política, al menos los no sectarios, convendrá conmigo en que esto que tenemos no es un gobierno, sino una banda de incompetentes en disputa del título de la máxima categoría y en la que igualmente podrían integrarse unos cuantos políticos de la oposición. A su vez, la Nación española es esa cosa mortecina, discutida y discutible, cuya única existencia está justificada por el separatismo periférico, que desea cachondearse de ella en el momento de fulminarla, es decir, en el instante final de darle la puntilla.
O dicho de otro modo, son los cismáticos los únicos que procuran mantener erguida a España, temporalmente, como si de una gran torre gemela se tratase en días previos al 11-S, para poder contemplar extasiados su aparatoso derrumbe en cuanto el primero de ellos se asome al balcón a proclamar la República Independiente de su Casa, un hecho que irá seguido de inmediato de cuantos émulos están pensando ahora, pongamos los canarios, “pues yo no voy a ser menos”.
Los demás, sean socialistas zapaterinos, sean marianistas peperos, están por otra labor, como es la de continuar atándose a diario, con cuerdas bien gruesas, a las poltronas del cargo público. Unos cargos entre los que también podrían incluirse a los de diputados y senadores no adscritos al partido que manda, porque así como hay quien se plantea lograr el poder para mejorar la sociedad o, en su caso, abandonar la política y dedicarse a la actividad privada, igualmente existen individuos que dan por buena la situación de opositor, profesionalizándola y ablandándola, y la consideran en sí misma una meta estupenda. Tal sería el caso de Rajoy, que decidió arrojar la toalla al advertir que no lograba remontar en las encuestas por más fechorías que hiciera Zapatero.
Y volviendo a ese deseo compulsivo de ZP para reunirse con Bush, entiendo que otra de las causas que lo justifican es el nada atenuado instinto de venganza que desde siempre ha movido al Eterno Adolescente, como lo prueba el hecho de legislar sobre la “Memoria Histórica” y tantas y tantas arbitrariedades paridas por este sujeto, siempre a favor de parte y siempre agrediendo al resto, en sus casi cinco años de poder. Pues bien, ahora que el presidente americano tiene los días contados y apenas podrá tomar decisiones que repliquen la osadía zapaterina de autoinvitarse a como dé lugar, es cuando nuestro hombre se paseará más a gusto, en caso de lograrlo, por los foros de esa Cumbre. Para entendernos: ZP ya no le teme, sabe que el americano, en su condición de “pato cojo”, ni se molestará en devolverle la pelota.
Así, pues, a partir de la bravuconada zapaterina frente al enemigo que “huye” como consecuencia de la expiración de su mandato, ¿cuál sería una segunda razón para desear de tal modo que se le invite? La posterior desolladura sistemática de Bush, a cargo de ZP y sus propagandistas, aprovechándose precisamente de la condición de ex, casi inmediata, del aún mandatario norteamericano. Quizá dentro de poco se tomen medidas de política internacional, como por ejemplo la retirada de nuestras tropas en Afganistán, que puede llegar a ser tan aparatosa y cobarde como sucedió en Iraq, puesto que el “Gobierno de España” no ha tenido bemoles para tomar esa decisión con un Bush menos marchito.
En qué me baso para creer algo así: Zapatero ha tenido casi cinco años para rectificar su política y hacerse perdonar el desprecio a la bandera norteamericana. ¡Y no lo ha hecho! Zapatero ha podido nombrar a un ministro de Exteriores, con cara y ojos, que le allanase el camino de un encuentro solemne con el amo del mundo. ¡Y ha preferido mantener a un perfecto inútil a cargo del Ministerio! Zapatero, en suma, de haberle puesto un 10 % de interés semejante al que ahora tiene —sin duda destinado a hacerse una foto con los poderosos, que enmarcará tras ponerle un pie que diga: “Bush, rabia, rabiña”—, probablemente hubiese sido recibido en la Casa Blanca en varias ocasiones y, recíprocamente, haber acogido a Bush en la Moncloa algunas de las veces en las que éste ha visitado Europa.
De donde se deduce que, en el fondo, además de espurios intereses electorales —razón y ser de cualquiera de sus decisiones—, a Zapatero solamente le mueve la venganza. Ya lo dijo el clásico: “En la venganza, el débil es siempre el más feroz”.
Autor: Policronio
Publicado el 27 de octubre de 2008
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