jueves, 28 de junio de 2018

‘La dialéctica de los puños y las pistolas’ (II)

José Antonio (1903-1936) en la
prisión de Alicante, donde fue asesinado
tras un juicio infame y sin garantías procesales.
Los principales problemas que José Antonio tuvo dentro del partido fueron motivados por su terca negativa a “Convertir a la Falange en una banda de asesinos”. Uno de ellos, de notable repercusión, fue la ruptura con el marqués de la Aliseda y su grupo, que dejó sumida a Falange en precaria situación económica. Otro, también de primer orden y por el  mismo origen, la escisión de Ledesma Ramos. Con ella Falange perdió un caudillo y a un nutrido grupo de valiosos jonsistas, semilla de sus milicias. Ramiro fue el verdadero teórico del nacional-sindicalismo, que nada tenía de copia servil del fascismo italiano (todos los partidos políticos, cualquiera que sea su programa fundamental, tienen algo común entre ellos. Es decir, que siempre se le pueden buscar tres pies al gato). Ramiro poseía una gran inteligencia y era un hombre honesto. La secesión de ambos constituyó un duro golpe para Falange. Pero todos, más o menos tarde,  regresaron al redil, captados por la razón y por la personalidad de José Antonio.


Es lógico suponer que quien califica de sanguinarios a José Antonio y a Falange, lo hace por las bajas que entre sus adversarios políticos se produjeron. En su mayoría, tuvieron lugar en defensa propia, como la muerte de Joaquín de Grado. Las represalias fueron escasas, a iniciativa de algún falangista que perdió los nervios y muy comedidas en relación a las agresiones sufridas. Y no sistemáticas, como las de los rojos. La proporción entre caídos de uno y otro bando, antes de la guerra, no llega a la de un socialista por cada diez falangistas. Es muy fácil comprobarlo. Al que opine lo contrario, que relacione uno a uno los muertos rojos por la acción de Falange, antes de la guerra. Es fácil. Sospecho que me quedo corto en la proporción 1/10. Pero que den datos concretos: nombres, lugares y fechas, como hago yo. No las manidas frases: “Los asesinatos fascistas”, etc.

Salvo la de Juanita Rico, todas las represalias tuvieron lugar, en cuanto a la información que tengo, cuando José Antonio estaba arbitrariamente encarcelado y había perdido el contacto íntimo con sus falangistas. Y cuando éstos eran sistemáticamente asesinados a sugerencia del Gobierno del Frente Popular, sugerencia aceptada con entusiasmo por la masa ignorante. Pero en ninguna de esas represalias hubo tiros en la nuca o por la espalda. Un anochecer, el día 3 de julio de 1936, el siguiente de haber sido asesinados en el bar Roig, de Madrid, los camaradas de la Cuarta Centuria, Jacobo Galán, Miguel Arriola y Aquilino Fúster, tres falangistas se situaron frente a la puerta de la Casa del Pueblo de Madrid, en la calle de Gravina. Esperaron y, al salir un grupo de concurrentes de dicha casa, abrieron fuego, a cara y pecho descubiertos, aunque los socialistas eran más numerosos y estaban mejor armados que ellos, pues buen cuidado había tenido el Gobierno del Frente Popular de dotarles de armas y concederles impunidad en su uso. El resultado fue: entre los socialistas, dos muertos y varios heridos. De los falangistas, uno herido, que pudo ser evacuado por sus compañeros. Terriblemente lamentable. Todos, socialistas y falangistas, serían nueve hombres buenos, como lo eran Jacobo, Miguel y Aquilino. José Antonio estaba preso en Alicante, en práctica incomunicación con sus camaradas.

Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 18 de julio de 2007

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