lunes, 30 de abril de 2018

La ociosidad perniciosa del Gobierno


El ejercicio de la democracia consiste, sobre todo, en el respeto a las leyes que la nación se da a través de un Parlamento libremente elegido por los ciudadanos. Si una ley determinada no gusta lo suficiente, lo suyo es intentar reformarla por los cauces señalados en la propia ley -jamás por la puerta trasera- y entretanto acatarla como si se tratase de una norma aceptable, puesto que la alternativa es el vacío legal y lo que de esa situación se deriva. Ojo, he dicho acatarla, no declararla sacrosanta y evitar así que incluso pueda ser cuestionada. Por el contrario, es muy poco democrático soslayar las leyes que no se acomodan a nuestro gusto, como vemos que tan a menudo sucede en la era ZP, ya que esa conducta sólo propicia unas componendas que a la larga ofrecen resultados catastróficos para el conjunto de los ciudadanos.


Si alguien observa a menudo que su vecino, además de no cumplir con lo obligado, resulta agraciado por la impunidad que se deriva de su posición política cercana al Poder, lo normal es que trate de rebelarse y a su vez acabe por incumplir ciertas leyes. Y así nos adentraríamos en ese mundo de anarquismo en el que todo vale y donde no hay ley a la que someterse ni instancia superior que vele por su cumplimiento. Reconozco que el reparto de competencias del nefasto Estado de las Autonomías ha convertido al Gobierno central en mero espectador de ciertos hechos delictivos, pero no le redimo en absoluto de su condición indolente ante esos delitos, digamos periféricos, porque aún dispone del enorme poder que le otorga el control del Ministerio Fiscal y la capacidad ejecutiva, faltaría más, de instar demanda contra los transgresores de las leyes.  

El actual gobierno socialista no carece de esa vena anárquica citada en el párrafo anterior, según la cual se muestra propenso a desistir respecto de sus obligaciones de cumplir y hacer cumplir las leyes. Lo que ocurre es que se trata de una vena hemipléjica que sólo funciona en una dirección, la que sin duda apunta hacia sus intereses más espurios. Así, mientras vemos cómo se manda a prisión a dos policías por el simple hecho de haber conversado con un periodista del diario El Mundo, sin que se pronuncie en contra el fiscal de la Audiencia Nacional -cargo de obediencia jerárquica-, no cesa el gota a gota de dejaciones respecto a temas muy serios, como pueda ser la persecución del bandolerismo etarra, o sobre temas menores que sumados forman un todo de gran importancia, como es el asunto de las banderas en Cataluña, donde más de la mitad de las consejerías y edificios públicos "pasan" de colocar la enseña española, o como la propuesta del Comité de empresa de Eusko Tren, según la cual los sindicalistas exigen -sí, ¡exigen!- que se permita a los viajeros identificarse con el D.N.I. vasco, un documento ilegal, conocido con las siglas E.H.N.A (Euskal Herriko Naziotasun Aitormena), que se distribuye entre los fanáticos que se han ofrendado solemnemente a la causa abertzale y jurado odio eterno a la nación española.

¿Hasta dónde vamos a llegar con este gobierno tan tullido en lo moral y lo legal? Da la sensación de que nos las habemos ante una actitud política, la socialista, que es incapaz de aprender de sus propios errores y desea encaminarnos a los peores tiempos de ese siglo XX que ya protagonizó, por lo que no le importa nada situar una raya en mitad de cada pueblo -al guerracivilista modo-, para que sus habitantes se sitúen a uno y otro lado y de ese modo poderlos catalogar: A la derecha, los cumplidores de la ley, es decir, gente fascista a la que hay que controlar de cerca y hostigarla. A la izquierda, los tipos violentos, separatistas, anarcoides o antisistema -sedicentes antifascistas-, sobre los que conviene hacer la vista gorda puesto que son o bien votantes potenciales o bien potenciales aliados.

Valgan como un referente más, del no querer saber nada o no interesar al Poder, las actitudes del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad catalana -ambos en manos socialistas- en relación con ese movimiento Okupa que ha invadido ya más de trescientas propiedades en toda Cataluña y... seguimos para Bingo. La última "okupación" de la finca Can Ricart, en la que incluso se les suministraron viandas a los delincuentes, ha sido un ejemplo brillantísimo de ineficacia oficial y no albergo ninguna duda de que puede ser el desencadenante de un efecto llamada en toda Europa, de momento, para convertir a Barcelona en la Meca de cuanto holgazán continental desee refugiarse en la "creatividad" que lleva apareja el espíritu Okupa. No sería de extrañar que esta gentuza acabase por darle siete vueltas al templo de la Sagrada Familia de Barcelona... antes de okuparlo y montar casa en él, además del consabido taller de actividades creativas en el que siempre se imparte un cursillo acelerado de "cómo liar los canutos". Lo que aún no tengo claro es en qué vértice o torre colocarán la piedra negra que toda Caaba antisistema precisa para ser adorada.
  
En suma, la ociosidad perniciosa de los gobiernos respecto a la aplicación de Ley, eso sí, siempre que sea en provecho propio, quizá definiría con algún fundamento la actitud antidemócrata de los que ahora mandan. La laboriosidad, el amor a la libertad individual, el afán por la cultura de todos los tiempos, la excelencia en el trabajo y la educación, el respeto a la vida, a las instituciones y a nuestros mayores... ¡Bah, eso es cosa de fascistas y no tiene ningún futuro!

Autor: Policronio
Publicado el 7 de diciembre de 2006


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