martes, 2 de enero de 2018

Perspectivas para los próximos años: menos Libertad y menos España


La actual conjunción de las fuerzas políticas izquierdistas e hipernacionalistas en las comunidades que la Constitución absurdamente clasifica como “nacionalidades”, dibuja un panorama muy poco halagüeño para quienes estén situados en el espectro ideológico del patriotismo constitucional. Los gobiernos coaligados de Cataluña (PSC-ERC-IU), País Vasco (PNV-EA-EB con apoyo tácito de PCTV-EHAK) y Galicia (PSG-BNG) van a dirigir sus políticas en dos direcciones clarísimas: intervencionismo y secesionismo; es decir, menos Libertad y menos España.


Desde un punto de vista económico, la gestación de estas coaliciones no puede ser peor. Por mucho que los gobiernos autonómicos de estas tres comunidades se afanen en presentar proyectos empresariales, turísticos, deportivos, etc. y hacer propaganda ombliguista sobre las ventajas de invertir en las regiones socialistas-nacionalistas, lo cierto es que a los inversores cada día les cuesta bastante encontrar alguna ventaja competitiva en unos lugares que, además de formar parte de un primer mundo en el que la mano de obra es carísima, se encuentran con el añadido de una clase política retrógrada y tribal. Tal es así que, muchas veces, industrias extranjeras han terminado abriendo plantas en Cataluña o el País Vasco exclusivamente gracias a las tramposas subvenciones nacionalistas que la UE prohíbe tajantemente y que terminan costando un dineral al contribuyente debido a las multas que luego se tienen que tragar la Generalitat o el Gobierno Vasco. Pero es que, además, el intervencionismo radical nacionalista suele terminar poniendo palos a las ruedas de la economía: legislaciones específicas superpuestas o contrapuestas a la legislación española; obligaciones particulares de la comunidad “nacional”; obligaciones lingüísticas; barreras de salida;… y ello, por no hablar del pago del impuesto revolucionario en el País Vasco.

En este sentido, y aunque ya lo hemos dicho en más de una ocasión, hay que señalar que el recién estrenado gobierno vascongado -mera prolongación del de la anterior legislatura, pero en su versión más débil- a pesar de contar como piedra angular al supuestamente clerical y reaccionario PNV, supera a la izquierda moderada en muchos de sus planteamientos. Algunos detalles así lo demuestran: dos de los tres partidos que lo componen son de una izquierda dura (EA y EB); su existencia depende de los votos de la extrema izquierda del PCTV-EHAK; es ambiguo y condescendiente con el terrorismo de ETA; mantiene relaciones fluidas con la Cuba de Fidel Castro y el jesuitismo liberacionista de Iberoamérica; interviene económicamente en multitud de ámbitos económicos, vía cooperativas, vía cajas laborales, vía subvenciones empresariales…; genera una administración costosísima y de marcadísimo tinte nacionalista: ikastolas (escuelas), Ertzaina (policía), Osakidetza (sanidad), ETB1-ETB2- euskal irratia (1 y 2)…; mantiene directa e indirectamente infinidad de asociaciones “culturales” nacionalistas, generalmente del ámbito de la extrema izquierda, que reivindican los clásicos temas del oprimido pueblo euskaldún: lingüísticos (defensa artificial del euskara), territoriales (absorción de Navarra e Iparralde), políticos (reagrupamiento de presos, enmarque del “konflicto”…)

Malos tiempos corren para la Libertad y para España. En dos de las tres comunidades ya viene siendo algo habitual desde hace tres décadas, pero ahora el proceso secesionista se nos torna irreversible. Cada día va a existir menos presencia de España en toda Galeuzka. Los castellanohablantes, cada día lo van a tener más difícil. Los Estatutos se van a reformar para unos 10, 20 o 30 años, pero siempre en la dirección que los hipernacionalistas marquen. En todas las negociaciones estatutarias, siempre perderá España y ganará el nacionalismo. Nunca habrá marcha atrás. Cada día tendrá menos sentido hablar de España en Galicia, en el País Vasco y en Cataluña, porque no va a interesar y habrá menos motivos para ello. Llegará un día en el que alguien, con razón, se pregunte qué funciones le quedan al Estado español en esas comunidades y después de meditar un rato, no encuentre más presencia nacional que la de alguna base militar y la espontánea visita de alguna autoridad de la Casa Real o del Gobierno, por aquello de que no se olvide que, formalmente siguen perteneciendo a España. Para entonces, miles de españoles habrán volado de aquellas regiones o habrán evitado recalar allí, por no sentirse cómodamente. La suerte, entonces, estará totalmente echada. Ya será tarde para cualquier tipo de reacción, porque nos habrán ganado por la mano. Quizás sea el justo premio a quienes, aunque totalmente equivocados, al menos lucharon enconadamente por unos ideales, mientras la gran masa de españoles estabulaba con el panem et circenses que el Poder le ofrecía.

Autor: Smith
Publicado el 28 de junio de 2005

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