La cadena de atentados en Londres quizá haya sido debida a la Cumbre del G-8, como afirma el primer ministro Blair, pero lo dudo. Hubiese sido más creíble esa hipótesis, destinada a buscar la resonancia que facilita la reunión de grandes mandatarios, de haberse producido algún atentado menor en Escocia y relativamente próximo al área de la Cumbre. No sé al final cuál será la desgraciada cifra de víctimas, ya que en el momento en que esto escribo varía entre los 2 y los 50 fallecidos y unos 200 heridos graves, según medios. La verdad es que un atentado de tal magnitud, y Dios quiera que la cifra final no se acerque ni de lejos a otras anteriores, no necesita Cumbre política alguna que exteriorice la tremenda maldad y peligro de los terroristas, sean islámicos o sean de donde sean.
Me parece mucho más creíble, porque los asesinos matan donde pueden y como pueden, que nos hallemos ante un hecho terrorista que los fanáticos de al-Qaida venían preparando desde hace semanas o quizá meses y completamente al margen de olimpiadas, cumbres o cualquier otra actividad política significativa. A sabiendas, repito, de que los que asesinan de tal modo y en tal escala son perfectamente conscientes de que su iniquidad desbordará siempre cualquier posible caja de resonancia. Así ocurrió el 11-S en EE.UU, igual que en Bali, y lo mismo que en Arabía y otras áreas sometidas al terror inmisericorde y fanático, donde no había cumbres ni elecciones importantes a la vista. Sólo hay un atentado de la misma envergadura que a mi juicio no encaja en la mentalidad del “matar cuando sea posible”, el de Madrid en el 11-M. Los trenes madrileños fueron volados en una fecha y hora muy concretas, dejando el riguroso margen de los tres días de ignominia que algunos supieron aprovechar a fondo.
Publicado el 7 de julio de 2005
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