miércoles, 27 de diciembre de 2017

Soluciones contra la ignominia


El Partido Popular tiene que hacerse de valer y comenzar a dejar meridianamente claro, para que muchos españoles conserven la esperanza durante esta larga travesía que padecemos, que cuando gobierne de nuevo abolirá cada una de las leyes o disposiciones que los socialistas, solos o en complicidad con otros radicales, aprueben en esta legislatura considerada a todos los efectos como la ignominiosa. Nada he escuchado aún a los jefes populares en tal sentido, salvo que reactivarán el Plan Hidrológico, y ya va siendo hora de que la izquierda y el separatismo peguen sus oídos a la caracola y escuchen el reflujo del mar. Si la resaca totalitaria puede llegar a fragmentar una patria, la pleamar democrática debe rehacerla y con mayor firmeza que nunca.


Recordemos que el PSOE se planteó con mucha antelación recurrir a la oposición destructiva, que es ese estilo que con tanta desvergüenza catalogan ahora de oposición leal. Para ello convocaron a la ciudadanía a manifestarse orgiásticamente, a veces con argumentos tan descabellados como el hundimiento de un petrolero, y lo hicieron incluso dos años seguidos antes de las elecciones. El leal ZP, por su parte, además de encabezar siempre el escándalo pancartero, fue realizando promesas estratosféricas al estar convencido que jamás gobernaría. Promesas y desenfrenos callejeros -entre los que podrían incluirse los del la jornada de reflexión autorizados por él-, que posteriormente le han servido de coartada siniestra para finiquitar, por el método del decretazo, nada menos que dos leyes orgánicas muy estudias y consensuadas entre sus posibles usuarios: la LOCE y el PHN. Del mismo modo, a partir del frívolo programa socialista o de ulteriores proposiciones mitineras (“aprobaré lo que salga del Parlamento catalán”), han proyectado elaborar una serie de leyes a la medida de ciertas regiones o de colectivos marginales y en perjuicio directo de la mayoría de los ciudadanos y la moralidad pública, católica en un 80%.

Nadie sabe cuándo serán las próximas elecciones, pero todo apunta a que la economía, que comienza a degradarse aceleradamente por nuestra balanza de intercambios con el exterior, y el nuevo estatuto de Cataluña, que deberá contentar a verdaderas hienas separatistas, pueden fijar un calendario máximo de dos años para que se convoquen las nuevas generales. Entretanto, los socialistas forcejearán con la banda del terror, esa sanguinaria ETA que ocho partidos (unidos en la indignidad) han considerado un interlocutor válido. Y algún pasito darán entre bombazo y bombazo, que serán más atronadores cuando ZP se duerma en los laureles y no claudique al ritmo conveniente. Ante la posibilidad, pues, de que la trayectoria sea la descrita, ¿qué debería hacer el PP a dos años vista?

Vaya por anticipado que no se pretende de los populares que emulen al PSOE en sus métodos destructivos y alborotadores de hacer oposición. Tampoco que el PP nos ofrezca esas promesas, como hizo ZP, con ánimo de contentar hasta al último radical por si fuese preciso pactar con él determinadas leyes. A mi modesto entender, Rajoy debería considerar que la centralidad ya la tiene ganada, se la ha cedido gratuitamente un ZP tan bohemio como aventurero (por lo que el centro político se encuentra ahora mucho más hacia la izquierda), y el jefe de los conservadores haría bien si incidiera en la defensa firme de los valores que la patria ha representado siempre, algo muy digno de conservarse. De modo que el PP, por aquello de que quien avisa no es traidor, no haría mal en comenzar ya a dejar claro, reiterándolo cuanto sea necesario, que algún día neutralizará los enjuagues acordados entre los enemigos de la unidad de España, de sus tradiciones y del sentido común.

Porque como a un enemigo peligroso para los intereses del conjunto de nuestra sociedad habría que considerar a quien no conoce el escrúpulo con tal de afianzarse en el poder. No sólo los Carod son los disidentes declarados de la patria común, cabe encuadrar igualmente en el Club de la felonía (Perpiñán) a cuantos se escudan ahora en la paz, que es el pretexto farsante para tapar las conchabanzas con una banda armada de asesinos y extorsionadores que no ha dudado nunca en mantener con escolta a la mitad de las provincias vascongadas, luego de mil muertos por asesinato, miles y miles de heridos y 300.000 refugiados políticos. Una banda que ha conseguido, entre otras depravaciones e infamias hacia el pueblo que dice servir, el vasco, que al referirnos a Euskadi podamos hablar con toda propiedad de un territorio que jamás ha conocido la democracia. 

Por tanto, lo primero que debería hacer el PP es enviarle un mensaje rotundo a los etarras y al gobierno socialista: “Ni se os ocurra pactar la excarcelación de los presos y mucho menos la independencia virtual de Vasconia, con o sin nuevo estatuto-trampa. No lo consentiremos. Si finalmente se ejecutase ese pacto, os avisamos de que los presos de ETA sólo estarían en libertad mientras el socialismo gobernase. La primera medida de nuestra Administración sería devolverlos a las cárceles para que allí cumpliesen el resto de sus condenas, ni un día menos”. “En cuanto a la autonomía del País Vasco, desde ya os decimos que en nuestro programa electoral no sólo figurará la imposibilidad de reconocer lo que pactéis entre vosotros, sino que pretendemos recuperar para el Estado las competencias en educación y policía autonómica”.

“A tal efecto, incluiremos un estudio para ver si conviene abolir o no dicha policía, o bien si sus componentes serán asimilados sin más por la Guardia Civil y destinados a labores auxiliares hasta que se extingan. Asimismo es intención nuestra, y conviene que lo sepáis, aprobar una ley que privatice las televisiones autonómicas y cualquier medio público de información. También consideraremos seriamente someter a referéndum nacional la derogación de los conciertos económicos en vigor. Nos parece inmoral y por tanto rechazable que en los tiempos que corren pueda haber regiones de alta renta que no aporten a la hacienda común unas cantidades más acordes con sus ingresos”.

“En cuanto a la Ley electoral, someteremos a referéndum una nueva normativa que impida a los partidos nacionalistas ejercer el papel de socios decisivos para la gobernabilidad de la nación española. La base de dicha Ley, no lo dudéis, será la de “un hombre un voto”, todos con el mismo valor. Y propondremos la circunscripción única para toda España. Habrá doble vuelta y se establecerán mayorías suficientes, sean del signo que sean”.

Sí, creo que determinados avisos a navegantes (en este caso a maleantes) son los que el PP debería comenzar a ofrecerles a los malversadores de la patria. La filosofía de tales avisos, útil también para que la población se conciencie y perciba que existen alternativas al desgobierno de la izquierda y el separatismo, es hacerles ver a los confabulados que no tienen ningún futuro aun cuando acuerden repartirse la Luna y luego rompan en mil pedazos “la escalera para llegar a ella”. Y no sólo eso, sino que pueden dar gracias a sus respectivos dioses civiles si consiguen quedarse como están: con unas autonomías que para sí las quisieran en ciertas regiones europeas con más méritos históricos para ser tenidas por naciones. El sórdido cuento de los separatismos se va a acabar antes de lo que muchos piensan. Nada hay como tensar la cuerda para que el pueblo lo advierta. Lo sabe el PSOE, lo sabe la ETA y lo sabe Carod, ese otro fulano amigo de los etarras. Pero están desesperados para no llegar a constatarlo en firme, por eso quieren aislar a cualquier precio al PP. Por eso aseguran, como un método de intoxicación derivado de su degeneración moral, que media España se encuentra sola.

La solución estriba en que el PP le ponga un par al asunto y además vaya informándonos de que ese par ha sido puesto sobre la mesa adecuada, con imaginación y honestidad. El tiempo, que pasa mucho más veloz de lo que parece; el hartazgo de la gente corriente, que puede llegar a convertirse en un clamor ante tanta claudicación, y las fechorías reiteradas de los sectarios que mandan, incapaces de eludirlas porque forman parte de su condición... harán el resto para que dentro de dos o tres años nos encontremos ante esa deidad absoluta llamada urna. Y en su presencia, quien decida introducir la papeleta en el sobre tras superar el hastío de todo abstencionista, deberá poseer conciencia plena, adquirida a lo largo de meses y meses, de que ese voto simboliza un cachito de la España eterna, a la que para entonces tantos querremos volver.

Publicado el 20 de mayo de 2005

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