lunes, 17 de diciembre de 2018

¿Usted también, Rajoy?



En este mismo foro en alguna ocasión le he atizado de lo lindo al ex presidente Zapatero, por mentiroso y felón dispuesto a malvender a su propia madre para aferrarse al poder como el náufrago al clavo ardiendo. Desgraciadamente, poco ha tardado desde su investidura como presidente del gobierno en llegarle el turno de los palos a mi paisano Rajoy. Y no por capricho: Mariano también nos ha mentido.


Vean en esta magnífica recopilación de Elentir qué decía Rajoy en fechas no muy lejanas. ¿Qué ha hecho don Mariano a las primeras de cambio? Subir los impuestos. No ventilo yo en este artículo la conveniencia o no de adoptar, entre otras, estas medidas que cada uno juzgará como estime oportuno. Lo que me amarga y me repatea el hígado es la desvergonzada facundia con la que una y otra vez somos engañados por el político de turno –Rajoy en este caso–, en la absoluta seguridad de que sus mendaces palabras hambrientas de poder no han de tener para ellos ninguna consecuencia. Absolutamente ninguna. Y no me sirve que Soraya nos diga que “no se preveía este desfase presupuestario”: si ustedes carecen de capacidad de previsión haberlo dicho antes y así hubiésemos sabido a qué narices atenernos, ¡no te jode la tía!

Pero aún hay más. Grave es que los presidentes o aspirantes a presidentes nos la metan doblada y sin vaselina; peor es saber que semejante frescura no es cuestión de un José Luis o un Mariano cualquiera. Zapatero y Rajoy, Pajín y Cospedal o Blanco y Camps no son espectros surgidos del Averno que pululan por los despachos oficiales en virtud de desconocidos maleficios; son personas de carne y hueso fiel reflejo de la sociedad española de la cual forman parte. Una sociedad en buena parte asentada en los frágiles cimientos de la irresponsabilidad, del todo vale, del tonto el último, del fin justifica los medios, del aquí y ahora, del a mí que me registren y del donde dije digo digo Diego, Diega o lo que me convenga. Una sociedad en buena parte enferma, hedonista, impaciente, huérfana de valores y referentes morales, desnortada, con la brújula en paradero desconocido y sin muchos visos de poder encontrarla a corto plazo.

Quede, por favor, bien claro que no pretendo impartir lecciones desde una atalaya de auto atribuida e imaginaria supremacía moral. Para nada. En todo lo anterior me incluyo. Bien incluido además. Hasta las cachas.

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 1 de enero de 2012

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