martes, 18 de diciembre de 2018

Los falsos demócratas y el Cid Campeador


No acepta cierto sector de la izquierda, reacio a darse por notificado de que los cascotes del Muro de Berlín ya hace tiempo que dejaron de humear, el resultado de las urnas como expresión de la voluntad de la ciudadanía. Y así, cuando no se han cumplido dos meses desde las últimas elecciones generales y uno desde la investidura de Rajoy como presidente del gobierno, ya están llamando a las hordas a tomar las calles.



En esta ocasión es el inefable Sopena, oráculo de la izquierda más exaltada e intransigente y muy enfadado a consecuencia de que Garzón vaya a ser juzgado, quien convoca a “la izquierda política y los sindicatos de clase” a “unificarse para organizar manifestaciones y concentraciones multitudinarias”. ¿Por qué razón? Según Sopena “porque lo que está pasando aquí resulta cada día más inquietante respecto a la democracia española en su conjunto”, lógica consecuencia de que hayan conseguido “los ultramontanos apoderarse en parte de la Justicia con mayúscula”.

Deberían ser de obligatorio estudio en todas las escuelas de este país como modelos a no seguir los ejercicios dialécticos del señor Sopena, diáfanos ejemplos de perversión lingüística aderezados de escasa pericia e inteligencia: mientras aparentemente defiende una tesis está, consciente o inconscientemente, patrocinando la posición diametralmente opuesta. Y se queda tan ancho.

Habla de la democracia y de los peligros que supuestamente la acechan –procedentes de una “peligrosa conspiración de la derecha extrema”– y al tiempo defiende sin el menor pudor el recurso a la algarada y a la agitación callejera como medio de deslegitimar los resultados de unas elecciones que no han sido de su agrado. Por tanto, la democracia es buena y justa si las votaciones dan el poder a los elegidos por Sopena como opción preferencial; en caso contrario la democracia es mala e injusta, haciendo necesario el salir a las calles, pasándose por el forro el veredicto de las urnas, para acosar a un gobierno que aún no lleva un mes gobernando.

Habla de la “Justicia con mayúscula” y, vayan ustedes a saber en función de que esotéricos títulos, se arroga con carácter de exclusividad la potestad de decidir quién ha de ser juzgado o no y quien, directamente, es un “chorizo”. Así que, por las bravas y en menos de quinientas palabras, sabemos de primera mano el respeto y el aprecio que le merecen la democracia y la justicia –a todas luces mejorables, aunque no por ciertos motivos partidistas– al señor Sopena y admiradores: básicamente cero, nada o ninguno. Parece que sus inclinaciones van más por el camino de la democracia popular y la justicia del pueblo. Lo cual es absolutamente lícito siempre que no se pretenda engañar al personal, especialidad ésta muy del gusto de don Enrique.

Permítanme ahora, por favor, una pequeña digresión relacionada con la manipulación del lenguaje y como esta manipulación, en casos de poca sesera, puede provocar el resultado contrario al pretendido. Revisemos un ejemplo: intentando denigrar a Franco lo han convertido en Público con este espectacular titular en un moderno y heroico Cid Campeador, capaz de ganar batallas 36 años después de muerto: no creo que a Franco le hubiese disgustado la comparación. ¡Cuánto zote hay suelto, de verdad!

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 15 de enero de 2012

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