miércoles, 28 de noviembre de 2018

Muchas, pobres y esclavas



Una de las características básicas de una democracia es la libertad de expresión. Cualquier ciudadano, con independencia de los cargos públicos que pueda haber ocupado, tiene derecho a opinar libremente: exactamente el mismo derecho que tienen los demás a no estar de acuerdo y hacerlo constar.

El ex presidente y ciudadano Aznar, haciendo uso de ese inalienable derecho, ha hecho pública su opinión sobre diversos temas referidos a la situación del país. Como no podía ser de otra forma, el secretario de Estado de Cooperación Territorial, Gaspar Zarrías, ha manifestado con más pena que gloria su desacuerdo con lo declarado por Aznar. Todo muy democrático, pero así como hay que respetar la libertad de expresión del prójimo, en absoluto hay que respetar todas las opiniones, para desgracia del iracundo Zarrías.

Entiende Aznar que “España está intervenida de hecho y casi de derecho” y que el actual sistema de ordenación territorial es inviable, ya que “un estado con 17 instituciones no es sostenible”. Las declaraciones de Aznar podrán ser compartidas o no, pero en cualquier caso habrán de ser refutadas con datos y argumentos; no cree lo mismo Zarrías, que opta por contestar de forma demagógica y con un discurso hueco y estéril digno de figurar en cualquier antología del disparate.

Cree Zarrías que Aznar “cada vez que abre la boca lo hace para echar por tierra al país”, y que sus declaraciones “además de ser mentira hacen un daño atroz”. Se lamenta también Zarrías de que “cualquier país pueda enterarse de la opinión de Aznar”, al que califica de “felón y mercenario”, y acusa al ex presidente de forma absurda de querer volver a “la España una, grande y libre que no trajo más que desgracia, pobreza y desesperación”. También opina el secretario de estado que el PP “dada su génesis nunca ha creído en el estado de las autonomías (…) el pecado original viene de lejos”. Frente al discurso catastrofista de Aznar, según Zarrías el PSOE ofrece “eficacia y coordinación”. 

La concatenación de simplezas y chorradas del tal Gaspar es difícilmente superable y descalifican por completo su opinión (observen que no aporta ningún argumento concreto que avale su discurso), pero para no caer en el vicio que estoy criticando concretaré un poco más. 

Si Aznar abre la boca no echa nada por tierra, simplemente expone su pensamiento que, al proceder de un “mercenario, mentiroso y felón”, poco eco hallará y será fácilmente refutable con innumerables datos objetivos, aunque curiosamente Zarrías renuncia a hacerlo. Que cualquiera se entere de las declaraciones de Aznar nada tiene de malo y es normal en la época actual; lo que trata de hacer Gaspar es matar al mensajero: no importa lo mal que se hagan las cosas, lo importante es que no se sepa. Con respecto a génesis y lejanías de pecados originales, parece desconocer Zarrías que la historia del PSOE no es especialmente edificante: ya en 1910 Pablo Iglesias se dedicaba a lanzar amenazas de muerte en el Parlamento, inaugurando un modus operandi que seguirían practicando diputados socialistas en 1936; entre ambas fechas aún les quedaría tiempo a los socialistas para organizar huelgas revolucionarias e insurrecciones armadas para intentar imponer la dictadura del proletariado. Hablar de eficacia y coordinación en el país de los millones de parados suena a humor negro, aunque maldita la gracia que hace. Y la acusación hecha a Aznar de tener poco gusto por la democracia, más conveniente sería hacérsela al PSOE, siempre empeñado en acabar con las libertades individuales (verbigracia prohibiéndome fumar un habano en el bar de mi querido amigo Jose) y las más elementales garantías jurídicas (pasándose por el forro la presunción de inocencia al invertir la carga de la prueba). 

Está claro que a Zarrías no le gusta esa “España una, grande y libre” que acusa a Aznar de apetecer sin el menor fundamento; sin duda prefiere el bueno de Gaspar la España reconvertida, por obra y gracia del PSOE, en “muchas, pobres y esclavas”.

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 15 de enero de 2011

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