miércoles, 31 de octubre de 2018

Daños colaterales de la ingeniería social

Oscuridad eco-progresista.

Dice una leyenda rural que el más celoso del pueblo andaba buscando a la más fea del lugar, con objeto de contraer matrimonio sin cuernos retrospectivos, que puede que no duelan, pero no dan de comer, y mucho menos, futuros.


Y tal fue la suerte del desconfiado, que dio con la más fea, no del lugar, sino de doscientas mil hectáreas a la redonda, que ya son hectáreas. Tan fea era que,  después de veinte días de matrimoniar, el contrato andaba sin cumplirse debidamente, porque, decía él, la sangre no le llegaba donde debía. Y tan harta estaba la más fea que picio del incumplimiento, que hubo de animar al contrario a taparle la cara… como hacían los gañanes, ante una necesidad.

Me ha venido a la cabeza la tal leyenda, cuando me he enterado de la penúltima chorrada eco-progresista, mediante la cual nos invitaban a apagar las luces de la casa, con grave riesgo, por cierto, de sufrir toda clase de tropezones, que lo mismo, para su cura, hubiéramos necesitado más de un par de radiografías contaminantes de la pachamama que la parió.

Lo cierto es que uno de los postulados sandíos, más enjundiosos, es que aquí sobramos la mitad, lo que no casa con la idea de ponernos en peligro de hacer procrear a las  más feas de la especie, apagando la luz.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 28 de marzo de 2010

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