martes, 28 de agosto de 2018

Un óptimo análisis periodístico

José María Carrascal.

José María Carrascal es uno de esos periodistas que, además de gran cultura y amplia experiencia profesional, posee el don del análisis incisivo, que es la forma en la que un columnista describe con amenidad y sin tapujos la realidad política. El señor Carrascal nos ofrece hoy una excepcional columna en la que contrasta, por comparación con Nixon, el descrédito generalizado al que está llegando Zapatero con sus mentiras. Unas mentiras que en ningún caso serán inocuas para la mayoría de los españoles, todo lo contrario, sino que como consecuencia de ellas —y de su ansia de poder— pueden llegar a dejar a España convertida en un estercolero y camino de la fragmentación. Con todo, lo peor de Zapatero, incluso por encima de sus mentiras, es su afición compulsiva a realizar promesas ante cualquiera, como por ejemplo a los nacionalistas catalanes y el nuevo estatuto, que en ningún caso piensa cumplir. 


Pueden leer a continuación el inicio de la brillante columna:

Demostrando una completa ignorancia en asuntos internacionales, la encargada del área en el PSOE, Elena Valenciano, ha dicho que Obama y Zapatero son algo así como almas gemelas. Debe ser la razón de que el candidato presidencial norteamericano haya obviado España en su gira europea, «¿Para qué ir, estando allí mi compadre?», debió decirse.

Quien nos recuerda cada vez más a Zapatero a aquellos que hemos pasado buena parte de nuestra vida en Estados Unidos es Nixon. El Nixon del Watergate, el Nixon ahogado por sus propias mentiras, el estrangulado por las cintas de conversaciones grabadas en el Despacho Oval, el acusado por todas partes y no creído por ninguna. El Nixon que convocaba diariamente a sus consejeros para resolver la situación y salía con nuevos planes que no la resolvían. Al Nixon que empezó calificando el escándalo de «robo de segunda clase» y acabó devorado por él, como Zapatero amenaza ser devorado por la crisis que no existía y ahora nos dice que va a durar lo menos dos años.

Ésta no es una simple crisis económica, como el Watergate no fue un simple robo. Es una crisis política que se resume en tres palabras: nadie le cree. Y quien dice creerle, es por obligación o por conveniencia. Les va en ello el cargo, el coche, las sinecuras y el despacho. Pero la atmósfera es exactamente la misma que en aquel tórrido verano de 1974, con la única diferencia de que los norteamericanos renunciaban a ir a la playa para quedarse a ver por televisión los emocionantes «hearings» del Comité Judicial del Congreso, y ver luego al presidente, cada vez más sudoroso, más acorralado, más inseguro tratando de enderezar lo que ya no tenía arreglo. Mientras los españoles huyen hacia las playas, tal vez presintiendo que va a ser el último veraneo que puedan hacer vacaciones en algunos años.


Autor presentación: Policronio
Publicado el 15 de agosto de 2008

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