lunes, 27 de agosto de 2018

“Morte as parideiras” y “Abaxo os panaleiros”. Apunte desde el final del Tajo.

Desembocadura del río Tajo.

El eco-rojerío internacional está que se sale. Por una parte, pretende acabar con la cabaña vacuna, con objeto de reducir las emisiones de metano, producido por el escape natural de las cornúpetas y por otra, ya en fase de delirium tremens, pretende acabar con el género humano, salvándose ellos, por supuesto, causante, dicen, de todos los estragos que sufre la naturaleza terrícola, como si los homínidos superiores fuésemos extraterrestres, que hubiésemos venido aquí con el único propósito de acabar con todo lo que se menea.


Hasta la fecha, me era bien conocida la afición de los sandíos patrios por ignorar los derechos de los no nacidos, apuntándose a todas las fiestas proabortivas, donde se sirven leyes de plazos, píldoras del día después y demás refinadas técnicas del asesinato en masa y silencioso. Eso sí, sin carácter retroactivo y con escrupuloso respeto por su linaje. Vamos, que no habría nada que le gustara más a un sandío, que ser de los poquitos miembros de una especie en extinción.

Ahora bien, tengo que reconocer que lo de los lusos es el no va más. Espero que Zapatero se conforme con Doñana y no le sea dado contemplar las pintadas que adornan las vallas situadas justo enfrente de la terraza de mi apartamento. Si aquellos justifican el aborto en el derecho inalienable de las mujeres a disponer de su propio cuerpo, éstos, ni derechos de las mujeres ni leches, no sea que les dé por parir a todas y hacemos un pan con unas hostias.

De modo, que cada vez que salgo a la terraza no tengo más remedio que contemplar el grito de guerra de los radicales descendientes de Viriato, que si antes se entretenían pintando, donde les pillara, muerte a los romanos, ahora se descuelgan con  “Morte as parideiras”, con gran disgusto para los fabricantes de pañales, más fascistas que Bush y Aznar juntos, que, de momento, y también se llevan lo suyo, no han reaccionado. “Abaxo os panaleiros” (maricones) reza al lado de aquella.

Lo dicho, que San Ramón va perdiendo adeptos en tierras lusitanas.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 7 de agosto de 2008

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