viernes, 31 de agosto de 2018

La santísima trinidad laica

La foto fija de nuestra Nación nos muestra que la división de poderes no es más que una sofisticada técnica de control del Poder.

Nuestros queridísimos tiranuelos vestidos de faralaes, que no de otra forma luce la retro-progresía patria de todos los partidos, inventados los sacramentos laicos, para que el niño se vista ora de marinerito ora de largo, no a la mayor gloria de Dios sino de la Segunda República, andaban pelín mustios, a causa de ciertas carencias de su nueva religión laica, laicista, o como quiera que se llame el último invento de los que otrora fueron simples matacuras. 


Y es que una religión que se precie no puede carecer de un buen misterio como el de la Santísima Trinidad. Más que nada, para que sirva de entretenimiento y entrenamiento del discernimiento de plurales, escolares, públicos y demás coños de la bernarda o de la bermúdez del neandertalismo ibérico.

Los “demócratas” españoles, lejos de conformarse con ser defensores de un mero instrumento de organización de la convivencia, donde se promueve la participación ciudadana en la toma de decisiones que a todos afecta, vienen convirtiéndose, de un tiempo a esta parte, en meros defensores del modo y manera en que cuatro mindundis de la vida, cantamañanas, para entendernos, acceden a la propiedad del chalecito de la sierra o de la ría, gratis total, a ser posible, o mediante dudosa recalificación de un terrenito.

Dicen los que saben que nuestra constitución, constitucioncita diría yo, ha propiciado un fructífero periodo de treinta años de democracia en forma de monarquía parlamentaria, en paz y libertad, ja. En este punto, no tengo por menos que reírme hasta jartarme, aun a riesgo de que el bobo de guardia me recuerde y eche en cara un inexistente, por imposible, pasado franquista, o la falsa cualidad de heredero de los vencedores de una guerra civil que acabaron perdiendo los que la empezaron, que ya hay que ser inútil y poco previsor.

El caso es que la foto fija de nuestra Nación nos muestra que la división de poderes es una técnica de control del Poder que, al paso que vamos, se va a estudiar en nuestras facultades de derecho en una nueva asignatura, denominada, a la sazón, Derecho Político del Neolítico. O sea, como el latín y griego, lenguas muertas, como bien muerto y bien enterrado nos han dejado los descamisados Armani al pobre Barón de Secondat, mi tocayo Charles Montesquieu.  

Un solo poder y tres funciones, tan al gusto de los totalitarismos varios, democráticos y de los otros, que contemplan con envidia como una pandilla de facinerosos te organizan un fantástico y limpísimo macrobotellón en un estadio olímpico, mientras otra pandilla de la misma naturaleza se dedica a perseguir y matar frailes.

Ya pueden dormir tranquilos nuestros social-falangistas de segunda generación. Ya tienen un sólo poder en su santísima trinidad laica: padre Z, hijo Bono y espíritu santo, no en forma de paloma, sino en forma de consejo general del poder judicial de subsecretarios, que de ello hubieran lucido sus miembros y miembras, si el parto de los montes dura un par de años más. 

Santísima trinidad laica que se me antoja la versión en color del antañón “familia, municipio y sindicato”, del que tan bien comieron y mejor bebieron los que ahora presumen de “demócratas de toda la vida”, mientras cantan la Internacional con la letra del Cara al Sol que más calienta, que de algo hay que comer.
  
Y el sueldo del padre de la Pajín ¡¡ya!! que la vida está muy achuchá.

Autor: Carlos. J. Muñoz
Publicado el 11 de septiembre de 2008

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