miércoles, 29 de agosto de 2018

El deporte y la globalización

Balonmano - Campeonato de Europa Masculino Final: España - Suecia

Hace treinta años no hubiera sido de lo más sencillo, viviendo en una  ciudad de setenta mil habitantes y perdida en el centro de la península ibérica, encontrarse haciendo la compra en el supermercado de la esquina con unos cuantos medallistas olímpicos, grandes deportistas y mejores personas, por otra parte. Medallistas olímpicos de las cuatro esquinas europeas. En balonmano, claro.


Vaya por delante que, viviendo en Ciudad-Real, y aparte de otras consideraciones, tengo el orgullo de ser vecino de unos cuantos de aquellos: Dinar y Abaló, franceses y medallistas de oro; Estephanson, islandés y de plata y Alberto Entrerríos, David Davis y J.J. Hombrados, españoles y medallistas de bronce. Y además, de otro “cuarto puesto”, Melitcic, croata. Faltan Chema y Rolando, como medallistas, no como vecinos, pero las lesiones lo han impedido y otra vez será. Además de Rutenka, hispano-bielorruso-esloveno y Esterbic, hispano-yugoslavo de Serbia, que no lo han sido jugando por España, a causa de otras oscuras e inexplicadas razones. 

Qué duda cabe que esa circunstancia está propiciada por la globalización en el deporte, que permite que aceptemos con toda naturalidad que sean jugadores, nacidos a miles de kilómetros de la sede de un equipo cualquiera, los que defiendan sus colores. Y esa globalización y las acertadas decisiones adoptadas a su amparo por los dirigentes deportivos de su club de balonmano han permitido que vecinos de una ciudad como la mía se hayan disputado los puestos de honor en un deporte olímpico de máxima relevancia, como es el balonmano.

Ahora bien, si la globalización en el deporte ha propiciado esa situación rentabilísima en todos los aspectos para una ciudad como la mía, sin duda alguna, también propicia que las posibilidades de error  en la elección de las mejores o peores opciones aumenten exponencialmente y además, sean más visibles. Ejemplo: el caso Cristiano Ronaldo, portugués y ahora jugador del United, Robinho, brasileño y ahora jugador del Real Madrid, Villa, español y jugador del Valencia y, de paso, Guiza, español y jugador del Fenerbahçe SK de Turquía.  

Por no sabemos, aunque las imaginemos, qué oscuras e inconfesables razones, el Real Madrid, otrora sueño de cualquier jugador de fútbol que se precie, se ve envuelto en un culebrón de fichajes que pasará a los anales de la historia. Y todo, además de por el “sueño de la globalización”, por no valorar adecuadamente la valía objetiva de los jugadores en cuestión. 

Con el desmesurado interés demostrado por Cristiano Ronaldo, que no pasa de ser un gran jugador con vitola inmerecida de crack, y con el precio correspondiente –un crack no falla un penalti en el primer minuto de una semifinal de la Copa de Europa en el Camp Nou y otro en la tanda de penaltis de la final de la misma competición, y si los falla es que no es un crack– ha terminado por cabrear a Robinho, jugador decisivo en la consecución de los dos últimos títulos de importancia del Real Madrid, y que ahora quiere irse. Y dejando, notoriamente, por otra parte, como segundo o tercer plato a Villa, algo cabreante para, sino el mejor, el segundo mejor delantero de Europa, va a propiciar dejar al equipo compuesto y sin novia. Cosas de la tontería globalizada, que también la hay.

Sin esa tontería globalizada, que no es lo mismo que la globalización de la tontería, a buen seguro que Don Cristiano seguiría en el United, fallando penaltis decisivos, Robinho, tan a gusto en el Real Madrid, y éste, con cincuenta millones de euros se trae a Villa, decisivo en la consecución por España de la Eurocopa de Fútbol, porque sí, y de paso, permite al Valencia fichar a Guiza, otro ganador y con sobrada jerarquía para jugar en ese club.  

Y para finalizar, una postulación: Didier Dinar, jugador del Balonmano Ciudad-Real y de la selección francesa, lo ha ganado todo esta temporada, sin perjuicio de su palmarés anterior. Con su club, la Copa de Europa, la Liga y Copa Asobal, la Supercopa de España y la Copa del Rey y con su selección, la medalla de oro olímpica, o sea, todo lo que ha disputado. Por no traer aquí otros méritos personales, que los tiene y muchos. Es por ello que se merece el premio Príncipe de Asturias del Deporte, cuyo jurado lo tiene bien fácil, desde el punto de vista de lo políticamente correcto, claro, que parece ser que es un punto de vista decisivo en todas esas componendas. 

Otro día hablamos de política.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 25 de agosto de 2008


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