miércoles, 29 de agosto de 2018

El cine americano y los cineplastas españoles

Yoda.

Dicen que el nacionalismo se cura viajando, y ya no digamos el chauvinismo, versión benigna de la enfermedad. Y puede que sea verdad, aunque a mí no me haga falta. Porque no soy nacionalista y mucho menos chauvinista, aunque vaya por delante que no hay mejor queso que el manchego ni mejor caña de cerveza que las de Braulio, que todo hay que decirlo.


Ahora bien, lo que sí puedo asegurarles es que viajar al extranjero con la compañía del canal internacional de televisión española, no es que produzca vergüenza propia y ajena, es que directamente te hace bajar la autoestima al nivel de la recaudación comercial, que no subvencional, de esa cosa que llaman cine español.

El caso es, que  los lumbreras, que dirigen la otrora televisión única, no han tenido mejor ocurrencia que programar la emisión en su canal internacional de lo que se anuncia como lo mejor de lo mejor del cine español, o sea, que ya se pueden imaginar los buenos ratos de lectura reposada y sudokus con que me han obsequiado mis hijas, las más reputadas aficionadas a llevarle la contraria a su padre, en los momentos previos a planchar la oreja en tierras lusitanas.   

No tengo ni idea a que mecanismo psicológico puede deberse, si es que se debe a alguno, pero el hecho de andar peleando todo el santo año con pleitos que pueden durar años y algunos, incluso lustros, digo yo que algo tendrá que ver con mi gran afición a ver películas americanas.

Pero no cualquiera, sino aquellas que vienen bien trufadas de justicia expeditiva y porque sí, porque el bueno es bueno y merece un premio y el malo es malísimo y merece un castigo y cuanto antes mejor. O sea, que me gustan las películas de buenos y malos como las americanas y no las de estúpidos clase A y estúpidos clase B, con que pretenden comernos el tarro los cineplastas españoles, lo que jamás conseguirán, además de vivir del cuento, algo que ya han conseguido. Bueno, del cuento, de la pegatina y de la pancarta.

Matizo, no se me vayan a enfadar las feminazis: también me gustan las de buenas y malas, y sobre todo, cuando parece que está claro para todo el mundo quién es la buena, Melania y quién es la mala, Escarlata. Nada más lejos de la realidad. Está clarísimo que aquella es una envidiosa que, mostrándose perfecta, lo único que pretende es torturar a nuestra amadísima Escarlata.


Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de agosto de 2008

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