martes, 28 de agosto de 2018

Boicot a los juegos más inútiles de la historia

Atuendo prohibido en Pekín durante la Olimpiada.

Con los códigos civil y penal de su lado y con la zapatilla como brazo ejecutor y disuasorio, a ver quién era el guapo que se negaba con visos de prosperabilidad, a la pretensión materna de que saliéramos a la calle provistos de zapatos de charol negro, calcetines blancos y pantalones cortos. En aquellos tiempos ser menor de edad no era un chollo precisamente, como ahora no lo es ser chino y que a tu gobierno le dé por ponerse fashion, mientras organiza la cacería del monje tibetano, de próxima inclusión en el programa olímpico. Nada más que por eso, los juegos de Pekín merecen el boicot, por su inútil superficialidad.


Y digo eso, porque los originales juegos olímpicos, frente a la opinión generalizada, no se organizaban iluminados con ánimo conciliador o a modo de tregua entre dos o tres escabechinas, sino todo lo contrario, se organizaban como se organizan ahora los desfiles militares, a excepción de las nuestros, claro, es decir, como espectáculo disuasorio.

Como la guerra era una pesadez y le quitaba tiempo a otros menesteres más placenteros, los griegos tuvieron la brillante idea de organizar cada cierto tiempo un evento propicio al divertimento y holgazanería del público en general y gobernantes en particular, sin descuidar, por otra parte, la tarea de joder al vecino en provecho propio, empeño en el que anda la humanidad desde los tiempos de Caín y Abel, con el paréntesis de Zapatero, más empeñado en fastidiarnos a nosotros en vez de al moro o al francés, como es su obligación.

De modo, que cuando se convocaban los primitivos juegos olímpicos, entre loas al enemigo mortal y alabanzas a su esperada y franca disposición a participar en el próximo evento deportivo, el convocante ya había preparado en secreto y con la máxima discreción, por supuesto, su mejor exhibición de infantería, artillería, arqueros, lanzeros y comandos especiales, con objeto de acojonar al invitado y mostrarle lo que le espera la próxima vez que se vean en el campo de batalla, si se diera el caso y se atreviera. 

Todo lo contrario que el gobierno chino, que no ha perdido ocasión en estos últimos años de hacer el cabrón sin disimulo, nada más alejado del espíritu olímpico, que no consiste en otra cosa que en preparar el acojonamiento del enemigo sin que éste tenga idea de lo que se le viene encima. Por ello, como ya sabemos lo que están dispuestos a hacernos los chinos a la primera ocasión que tengan de demostrarnos su poderío y desvergüenza, sus juegos olímpicos sobran, por inútiles y superficiales.

Por ello, si los amables lectores quieren saber si el tipo con el que están hablando está afectado de centrismo o de supina ignorancia, no tienen más que hacerle una pregunta: ¿Qué te parece que el gobierno chino haya prohibido a la población ponerse zapatos negros con calcetines blancos? Si te dice que no mezcles el deporte con la política, verde y en botella: gallardonita.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 10 de agosto de 2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.