miércoles, 27 de diciembre de 2017

Crónicas periodísticas: Reflejo de las dos Españas


Acabo de regresar de mi quincena sabática de primavera y lo primero que encuentro ante mis narices es un chorro de crónicas periodísticas repletas de resaca sobre el debate del Estado comatoso de la Nación. Unas crónicas, digámoslo desde el principio, donde es imposible descubrir medias tintas. Todo en ellas es o desazón cargada de pesadumbre (razones no faltan) o triunfalismo bastante irreflexivo (ellos sabrán los motivos), según sea la brisa ideológica que oree el rostro del columnista o la cuantía del estipendio concertado con el editor del medio.


Parecen destinadas, las crónicas de estos días, a resaltar la realidad incuestionable de esas dos Españas en las que Zapatero nos ha introducido con una pericia portentosa, casi admirable si no fuese porque semejante escenario de enfrentamiento no barrunta nada bueno a pesar de que algunos, ¡dichosa ingenuidad!, crean que dentro de la Unión Europea es poco menos que imposible dejar de ser demócratas. La historia contemporánea de nuestra patria afirma que el enfrentamiento civil comienza siempre en la prensa y se extiende lenta e inexorablemente, como la mancha de aceite, hasta calar los mismos tuétanos de nuestras conciencias. De ahí se pasa al odio y del odio a la locura, que acaba enlazándose igual que un bucle al delirio inicial desatado por unos (los terroristas) y aprovechado a conciencia por otros (la coalición social-separatista) en las vísperas del 14-M.

Estoy por asegurar que si el actual presidente de todos los españoles (¡qué sarcasmo!) se hubiese propuesto en aquel tiempo un plan detallado (he ahí dos palabras incompatibles con ZP: plan y detallado) para comprar a precio de saldo el derruido muro de Berlín e incrustarlo a continuación entre los habitantes de Estepaís, no le hubiera salido más redonda la jugada. En algo más de un año, evito contar otras dos anualidades de pancartas callejeras que corrieron por cuenta de un PP sobrao, Zapatero nos ha dividido de tal modo en dos bloques (ni mencionar quiero a los cuatro grupúsculos separatistas dispuestos a asociarse con quien represente mejor la anti España), que sólo le falta iniciar la quema de conventos e iglesias y armar a los mineros de Asturias para reeditar nuestras peores pesadillas históricas. No creo ni siquiera que se le pase por la mente activar el DEFCON-2.

Y lo mejor de ciertas crónicas, o al menos lo más sarcástico a efectos mensurables, es que a unas actitudes tan intensamente sectarias como las que ZP nos ofrece de corrido, ¡he ahí la prueba del delirio!, sus partidarios las catalogan de talante (a saber de qué tipo), diálogo (a saber con quién) y avance (a saber en qué dirección). Me gustaría conocer una palabra de significado unívoco para definir la estupidez colectiva; muy, muy colectiva.

Publicado el 14 de mayo de 2005

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