viernes, 29 de diciembre de 2017

Bye, bye al eurofetichismo

Holanda también rechaza el Tratado

La aplastante victoria del “No” al Tratado en Holanda, no deja mucho margen de maniobra para los “padres” del bodrio constitucional. No parece razonable que, con la rotunda negativa al Tratado superburocrático que han manifestado Francia y Holanda -dos países pertenecientes al club europeo desde los albores de la UE- los eurofetichistas puedan proseguir su andadura “triunfal”, a la que Rodríguez Zapatero se había encaramado, casi ya, en calidad de director de orquesta. La partitura, lamentablemente, se ha descuajeringado.


Han bastado un par de reveses, para que los eurofetichistas hayan desbarrado con sus habituales patrañas patológicas. Algunos han dicho que aquí no pasa nada; que la vida continúa y que el bodrio constitucional nos lo vamos a tragar, querámoslo o no. Alucinen con su soez visión totalitaria… Otros, como el “demócrata” Pepiño Blanco, piden que se repitan los referéndums hasta que salga el “sí”. Ideas como éstas, inauguran una nueva era de la democracia y de los refrendos, que, parece, quedarán definitivamente divididos del siguiente modo: desde Atenas hasta el 2005: “sí” o “no”; y del 2005 en adelante, “sí” o “sí por narices”.

Entre la clase política que ha endiosado esta especie de europeísmo de rancio club jacobino, cuya única finalidad parece ser controlar la vida social y económica de los habitantes del viejo continente, nadie ha decidido entonar el más mínimo mea culpa. ¿Ha reconocido algún eurofetichista la responsabilidad del rotundo fracaso de las huestes en pro del tratado? ¿Quién se hace cargo ahora de la ineludible crisis institucional, política y –por qué no decirlo- económica en la que hemos entrado? Porque, entre los primeros efectos del varapalo contra giscardianos, chiracianos y zapaterianos, tenemos el derrumbe del euro. Y lo que queda por venir, claro.

Una de las claves que, pensamos, explican el rotundo “no” triunfante en Holanda, radica en que los eurofetichistas han pretendido construir artificialmente una Europa bastante impopular. Una integración excesivamente rápida de los países del Este; una previsible entrada de Turquía que descolocaría definitivamente a algunos de los países fundadores de la UE como Holanda (ojo a la cantidad de turcófonos que existen fuera del país musulmán y que podrían nacionalizarse turcos, y por ende, europeos); un tratado farragosísimo que ha descontentado, tanto a liberales como a intervencionistas; unas realidades que superan con creces la letra escrita (véase la falta de inteligencia con la que los burócratas están abordando cuestiones como la expansión comercial China, la inmigración, la absorción del islamismo…)

José Luis Rodríguez Zapatero es un político mediático, fatuo, vacuo y mediocre. De escasa solidez formativa y dialéctica, siempre ha puesto el acento en aspectos demagógicos y con réditos electorales cortoplacistas. De esta guisa, nuestro Presidente nos metió de lleno y a toda prisa en una carrera por ser los más europeos de Europa (a ésto se le debe llamar europapanatismo, empeñándose en situar a España como el primer Estado que ratificara el Tratado jacobino. La pregunta que, naturalmente, surge es: ¿De qué nos ha servido ser los primeros en querer ratificar un Tratado cuya Constitución no parece que vaya a ver la luz? ¿Qué es lo que vamos a liderar: el fracaso europeísta?

En fin. Ciertamente, la mayor parte de los que han votando “no” en Francia y Holanda, lo han hecho desde posiciones antiliberales. Socialistas, comunistas, anarquistas, lepenistas, conservadores, euroescépticos, proteccionistas… A pesar de ello, el mundo político liberal anglosajón ha salido fortalecido ante la descarada jaula de grillos en la que Europa ha quedado maltrecha. Tras el monumental batacazo de apolillados, afrancesados, francoalemanes, neorradicales, laicistas, republicanoides y enmandilados, a los europeos normales (los que creemos en cosas normales y básicas: libre comercio, constitucionalismo clásico, patriotismo sano…) todavía nos queda en quién fijarnos. Nos referimos, claro está, a países fuertes y prósperos (EEUU, GB…) que, alejados de la Europa esclerotizada, en crisis y decadente, representada por la Francia y Alemania que tanto adora Zapatero, no han seguido la senda del marasmo económico y social. Países, por ejemplo, cuyas masas obreras no han desbordado las calles, pidiendo 35 horas de trabajo, porque eran conscientes de la competencia de los dragones asiáticos. 

Los que votaron “no”, en su mayor parte, son enemigos declarados del mundo anglosajón, pero su voto ha puesto de manifiesto que el liberalismo político atlantista seguirá siendo en el futuro, el punto de referencia del mundo libre. Y si Europa quiere despegarse de las lacras intervencionistas, demagógicas y disolventes, ya sabe el modelo a seguir. La senda de los Mitterrand (q.p.e.d.), Chirac, Giscard, Juncker, Schroeder, Zapatero, etc., fue, es, y será un rotundo fracaso. Y por cierto, no estaría mal que los eurofetichistas volvieran, de cuando en cuando, al espíritu original de los padres de Europa: Schuman, Adenauer, De Gasperi, Monet , etc. Quizás, empezando por ahí…

Autor: Smith
Publicado el 2 de junio de 2005

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