lunes, 27 de noviembre de 2017

Turquía


El próximo 6 de octubre la Comisión Europea deberá pronunciarse sobre el inicio de negociaciones con Turquía para su adhesión política a Europa. Muchos se preguntan si Turquía es realmente Europa. En mi caso no tengo duda alguna, lo es. No sólo es Europa la región de Estambul y el Cuerno de Oro, corazón del fastuoso Imperio romano de Oriente; también es Europa, y mucho, la Anatolia toda, a despecho de que se la ubique en Asia a efectos de formalidad geográfica. Turquía es Europa por su historia, su cultura y sus ganas de ser Europa. Turquía, hoy, merece que se le ofrezca una oportunidad. Los turcos la piden y a Occidente le conviene dársela por razones políticas, culturales, religiosas y económicas.

Nunca pensé que pudiera coincidir en una misma idea con un político tan lamentable como Jacques Chirac, ese corrupto presidente galo que reúne cuatro de los requisitos que caracterizan a todo francés que se precie de serlo: Es antiespañol visceral, altanero, chovinista de todo lo que huela a Francia y antiamericano compulsivo. Pues bien, Chirac propugna la entrada de Turquía en la Unión Europea aunque al mismo tiempo es incapaz de explicar sus razones, acaso porque éstas no sean del todo confesables, como tantos negocios y chanchullos que para desprestigio de la derecha europea envuelven al mandamás gabacho.

Reconozco que la adhesión de Turquía a la Unión Europea es un tema de lo más polémico, pero creo que los contrarios a la incorporación turca nos ofrecen unos razonamientos cargados de discriminación interesada. Se alega que el islam invadiría  Europa y que tendríamos que subvencionar durante años y años el atraso económico de más de 70 millones de turcos. También se dice que la democracia del país otomano aún posee muchas lagunas que la hacen no homologable con la que rige en el resto de la Unión. Incluso, como algo insalvable para concederle la categoría de miembro de pleno derecho en nuestro selecto club, se arguye que Turquía, entre 1915-17, cometió un terrible genocidio contra los armenios.

Respecto a lo primero, el islam, no seré yo quien defienda una religión tan fanatizada y tan fuera de nuestro tiempo, entre otras razones porque estoy convencido de que el auténtico islam no existe, pero creo que la incorporación de Turquía a Europa, sobre todo si se le exige al gobierno de Ankara que secularice el mundo oficial y se mantenga aconfesional, permitiría la entrada de aire fresco y democrático en un gran territorio que cuando fue Bizancio aportó siglos de gloria a la Humanidad. No se habla, pues, de un efímero período de pocos años, sino de más de un milenio e incluso más de dos si valoramos también la etapa que la actual Turquía compartió con Roma o con la Grecia clásica.

El islam, contra lo que algunos opinan, sí tiene solución. Para que el islam se fuese moderando y acabase convertido en algo espiritual o exclusivamente religioso, que no reglamentara la vida hasta en sus mínimos detalles a través de la Sharia, bastaría con aplicarle el mismo tratamiento que a cualquier ideología totalitaria o régimen dictatorial: Libertad, grandes dosis de libertad. El islam de hoy es opresivo en sí mismo y pocas dudas hay de ello, pero la causa principal de que los pueblos musulmanes se hallen tan sojuzgados es que además están gobernados por tiranías. Turquía es la excepción y sólo por el hecho de verla convertida en una nación democrática y estable, requisitos que podría adquirir en firme o reforzarlos si ingresara en la Unión Europea, haría que valiese la pena el intento de abrirles la puerta a los turcos. ¡Eso sí sería un verdadero diálogo y buen talante, incluida la alianza de civilizaciones, a diferencia de las palabras vacías con las que nos adormece la izquierda sarmentosa!

Los norteamericanos están procurando hacer lo mismo en Iraq, solo que el punto de partida, por desgracia, ha tenido que resultar violento, igual que sucede cuando se derriba, sea desde el exterior o en guerra civil, a cualquier dictador sanguinario dispuesto a masacrar a su propia gente con tal de conservar el poder. La violencia no decrece en Iraq al ritmo previsto y es muy probable que sea debido a que todo el terrorismo islámico se ha concentrado en la antigua Mesopotamia, donde acuden fanáticos desde los cuatro puntos cardinales del orbe musulmán y donde Irán y Siria no son ajenas a tanta violencia, tal y como afirma un estado democrático y creíble como es Israel. 

Los norteamericanos y sus aliados pretenden pacificar el país iraquí, crear una democracia y convertirlo en un estado libre, lo que a su vez determinaría un retroceso en el fanatismo islámico. Porque no hay ningún pueblo que sea necesariamente fanático sin que previamente, a base de mucho odio, se le haya inculcado esa condición; como tampoco existe pueblo alguno que no responda esperanzado ante un período de libertad y democracia, aunque sea tutelada inicialmente. Por mal que pinten las noticias que nos llegan de Iraq, se diría que a medio plazo EEUU y sus aliados deben conseguir la pacificación de la zona, siempre que no acceda a la presidencia norteamericana algún incapaz tipo Carter, o tipo ZP, que por motivos electorales dé marcha atrás en los planes democratizadores. En Turquía se dan ya las condiciones mínimas que se están buscado con tanto ahínco en Iraq, por lo que en mi opinión sería una inmoralidad política negarles a los turcos la opción de integrarse en Europa o, simplemente, el poder vivir y convivir como los europeos: En libertad y progreso.

La situación económica de los turcos tampoco debería ser un inconveniente. Ya hemos visto que algún país ingresó en la Unión Europea con similar nivel de renta al de la Turquía de hoy, tal es el caso de Irlanda, que sin embargo se encuentra ahora en cabeza de la prosperidad en la Unión. De acuerdo en que Turquía es algo así como 15 veces Irlanda, pero nadie pide que los turcos mejoren su economía a la misma velocidad. Desde luego, algunas de las claves de la incorporación turca deben ser sus leyes, como por ejemplo el hecho de que aún esté penado el adulterio, si bien todo apunta a que cualquier Gobierno que se halle en Ankara, puesto que la oposición también desea el ingreso, ultimará la afinidad de las leyes en consonancia con las que rigen en Europa.

Hay otros dos asuntos, en conclusión, que Turquía deberá solventar si quiere contar con los apoyos necesarios para adherirse a la UE. Uno de ellos es la ocupación de Chipre, cuya única solución posible es, sencillamente, que retire su ejército de la mitad norte de la isla y favorezca la reunificación política a partir de una federación de dos estados. El otro tema es más peliagudo, se trata del genocidio armenio. Turquía debe pedir disculpas y hacerse perdonar mediante un programa de ayuda a los supervivientes de aquella masacre o a sus descendientes. Igual que correspondería hacer con los habitantes del Kurdistán turco, a los que debe otorgarles una autonomía generosa. Eso sí, sin incurrir en el inmenso error, como se hizo en la España del 78, de cederles las competencias en educación. En cualquier caso, considerando el tiempo transcurrido desde el genocidio armenio y que en ese aspecto tan lamentable no hay nación importante en Europa que pueda tirar la primera piedra, tampoco debería representar un problema insuperable para Turquía.

En mi caso, como europeo convencido, no estoy dispuesto a aceptar de buen grado que la Europa que maneja el eje franco-alemán, secundada con torpeza por gente como Zapatero, se permita el lujo de decidir que las culturas griega, bizantina, neohelénica y otomana en territorio turco, con joyas como Santa Sofía, Troya, Pamukkale, Topkapi..., o ciudades como Éfeso, Esmirna, Trebisonda, Antioquía... sean rechazadas casi a perpetuidad de nuestro legado ancestral. Sería una blasfemia contra la cultura no ya de 70 millones de personas sino de varios milenios de esplendor histórico. Supondría robarnos unas raíces bizantinas que en Hispania, valga como muestra al caso, se asentaron entre Cádiz y Alicante y escogieron como capital a Cartagena, ciudad que hoy se ofrece al mundo bajo la denominación de Puerto de Culturas.

ACTUALIZACIÓN: Hoy (27-9-04) se publica la noticia de que el Parlamento turco ha aprobado la reforma del código penal. El adulterio ha dejado de ser un delito.

Artículo publicado el 25 de septiembre de 2004 

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