domingo, 1 de julio de 2018

Reflexiones veraniegas (II)


A partir de la reflexión anterior (entrega I), entresaco una conclusión clara: No es posible sentir mayor vergüenza ajena hacia los políticos que se dicen demócratas sin serlo, algo que evidencian los que, como sería el caso del PNV y sus socios de gobierno, conculcan con descaro las leyes. Tampoco se muestra uno demasiado orgulloso de esas otras facciones que a veces presumen de españolismo cuando les conviene —sean de izquierda o de derecha— y que habiendo gobernado en España han consentido, durante más de 20 años, tantas ilegalidades en el País Vasco, Cataluña y otras regiones que van sumándose al todo vale. Parece mentira que aún estemos por descubrir, en esos 20 años de marras, a un político que no anteponga sus intereses personales o los de su partido —que en el fondo es lo mismo— a los intereses del conjunto de los españoles.


En estos días no paramos de ver a Zapatero y a Rajoy tirándoles los tejos a los nacionalistas supuestamente moderados. El asunto está claro, no están seguros de lograr la mayoría suficiente para gobernar en el 2008. En el PSOE sospechan que no le bastarán los apoyos de Esquerra y los comunistas. Y en el caso del PP, con la izquierda radical descartada, es evidente que sólo pueden proponerles una alianza a los partidos de derechas: PNV y CiU. El caso de los nacionalistas canarios es para estudiarlo aparte, por supuesto. Sea como sea, lo cierto es que unos y otros tiran los tejos a sabiendas de que pactar con los nacionalistas es adentrarse aún más en ese mundo de intereses sórdidos y cismáticos. De Zapatero no me extraña nada, puesto que ha demostrado que se revuelca a gusto con los más radicales. Pero y Rajoy…  ¿Cómo es que Rajoy no renuncia con firmeza a la búsqueda de apoyos nacionalistas? De acuerdo en que el PNV y CiU son formaciones de derecha bastante homologables al propio PP. ¡Ah!, salvo en lo esencial, por supuesto, ya que ambos partidos periféricos desearían ver a España fulminada en pedacitos pequeños, algunos los cuales aún disputarían entre sí y tarde o temprano pasarían a formar parte de sus respectivos “imperios”: Euskal Herria y Els Països Catalans.

Y sin embargo, creo que Rajoy hace muy bien y debe intentar pactar hasta con el mismísimo diablo para llegar al poder. Porque es solamente en el poder, no nos engañemos, donde es posible decidir un cambio de tendencia de esta política disparatada que Zapatero viene tolerando e incluso fomentando. Veamos, si los populares llegan al Gobierno con la ayuda de los nacionalistas catalanes y vascos y encima son capaces de aguantar la mitad de la legislatura sin otorgarles demasiadas concesiones a sus socios-garrapatas, se habrá conseguido lo más esencial en beneficio de la Nación española: alejar a ZP de la vida pública.

Un partido socialista que careciera de esos miles de bicocas que representan hoy otros tantos altos cargos públicos a disposición de Zapatero, y que de la noche a la mañana pasasen al paro —sirva de ejemplo representativo la ex ministra Calvo y sus 11.000 euros mensuales—, probablemente convertirían al PSOE en un clamor para expulsar al actual Secretario General de la Ejecutiva del partido. Muchos de los que ahora callan, hablan con la boca pequeña o se amoldan a las barrabasadas de ZP, desde la oposición le esperarían con su voto en la mano para fulminarlo cuando se celebrara el siguiente congreso federal, que probablemente sería extraordinario si el bobo solemne no gana las elecciones o no consigue mantenerse en el poder aun perdiéndolas.

Autor: Policronio
Publicado el 3 de agosto de 2007

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