En Cataluña, si nos dejamos guiar por los resultados electorales, sólo un 10-15% se considera no nacionalista, y quienes sí lo son, el 85-90% restante, se enorgullecen torpemente de que su ideología alcance tan abultada cifra. No reparan en que viven en una atmósfera enrarecida y que por higiene intelectual la sociedad debería abrir las ventanas para que entrase aire fresco. En el mundo islámico sucede algo similar o aún peor, cualquiera es mejor musulmán que el de enfrente, puesto que el islam llevan mucho más tiempo con las ventanas cerradas y con las madrazas adoctrinando, en el peor de los sentidos.
Tras apuntar que el islamismo es un sistema para acceder al poder y controlarlo, de ahí que, salvo muy parcialmente en Turquía, no exista separación entre los estamentos civil y religioso, veamos quiénes forman el actual islam. Hoy pueden advertirse dos ramas principales, más una secta importante y numerosas sectas menores:
1. Sunnitas, seguidores de la Sunna o tradición del Profeta. Se valen del Corán y del Hadit e inicialmente procedían de las familias árabes aristócratas. Los sunnitas afirman el disparate de que el Corán no ha sido creado, sino transmitido a través de Mahoma, y por tanto es intemporal y eterno, pues se encuentra en la naturaleza mucho antes que el hombre. Forman la mayoría de la Umma o comunidad de creyentes y cuentan con la gran ventaja que les otorga el hecho de controlar las ciudades santas de Medina y La Meca, destino, ésta última, de la aberrante peregrinación obligatoria donde el fanatismo exacerbado provoca a menudo centenares de muertos.
Recordemos, a este respecto, que Mahoma se enfrentó a sus parientes, guardianes del templo de la Kaaba, cuando no quisieron aceptar que dicho templo dejase de ser un almacén de toda suerte de ídolos. El argumento que aportaron los guardianes en contra del Profeta, y que determinó su expulsión de La Meca, es que la fe en aquellos dioses que custodiaban, uno de los cuales se denominaba Alá, atraía infinidad de peregrinos que enriquecían a la ciudad. Y especialmente a ellos mismos, todo hay que decirlo.
Mahoma vio claro, una vez más, que no podía extender su doctrina sin que en su ciudad natal se le aceptase, de modo que decidió actuar a lo grande y declaró obligatoria la peregrinación al templo de la Kaaba, uno de los cinco pilares del islam, eso sí, a condición de que en su interior no quedase ni uno solo de los ídolos. Es más, para alentar a sus parientes a que secundaran las propuestas, Mahoma determinó todo un ritual que obligaba (y obliga) a los peregrinos a permanecer en La Meca o sus alrededores durante varios días, en los que incluso debían realizar cierto gasto en carne para sacrificio, vestuario adecuado, etc. En ese punto, y luego de unos cuantos asaltos a las caravanas mequenses, la ciudad de La Meca secundó a Mahoma como un solo hombre.
Autor: Policronio
Publicado el 17 de junio de 2009
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