Vimos en las anteriores entradas que el islam de hoy difícilmente puede ser la doctrina predicada por Mahoma en su etapa de La Meca, una doctrina que, en la parte más espiritual o bondadosa, sin duda estaba basada en ideas de otras religiones monoteístas, como prueba el hecho de que a Jesús de Nazaret, por ejemplo, se le cite treinta y tres veces en el Corán.
Los preceptos del Profeta, destinados a calmar las pasiones de un pueblo árabe cuya principal característica era la belicosidad fratricida, hoy se encuentran sustituidos por el discurso radical de esos imanes que piden la más firme oposición hacia todo lo no musulmán y el estricto cumplimiento de la Sharia o ley islámica. Una ley absurda, antinatural, artificiosa, incompleta, elaborada cientos de años después de que Mahoma falleciese y, por lo común, al servicio de quien debe interpretarla.
Ni razas escogidas, ni cleros dominantes y opresores, ni creencias poseedoras de un Dios propio, puesto que la mano de Dios no está encadenada a nadie ni a nada. Tales serían las palabras sintetizadoras de lo que el llamado Nabí ofreció en sus inicios. De donde se deduce que el Profeta rechazó a los imanes porque los consideró innecesarios. Así, pues, muchos clérigos del actual islam, posiblemente todos, no se corresponden ni en el cargo, ni en la fe, ni en la labor de apaciguar esas pasiones que la religión de Mahoma en sus orígenes deseaba.
Autor: Policronio
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