Entre su etapa inicial en La Meca, donde proclama lo fundamental de su nueva religión, y sus años en Yatrib-Medina, convertido más en un asaltante de caravanas que en un líder espiritual, Mahoma fue declarando unas supuestas revelaciones que Dios le enviaba a través del arcángel Gabriel.
Las palabras de Mahoma durante los largos años de Medina se memorizaron casi todas (algo muy usual para la época y para la atención que merecía un personaje que ganaba notoriedad día a día) o se anotaron en los más variados soportes, sin diferenciar apenas la doctrina religiosa de la consigna belicista, ésa que debía impartir a veces para que sus hombres atacasen las caravanas de La Meca o para alentar a sus seguidores a la defensa.
Unos cuantos años después de la muerte de Mahoma, cuando hacía más de 30 que el Profeta pronunció sus primeras revelaciones, las únicas realmente válidas e inspiradas en las escrituras sagradas de otros pueblos, en tiempos del califa Utmán se inició la compilación oficial y se creó el Corán tal y como hoy lo conocemos. De hecho, habría que considerar al Corán como la obra de Utmán, puesto que fue quien le dio el visto bueno y quien ordenó la destrucción de otras versiones menos de su agrado.
Durante la compilación de Utmán, cuyo único mérito para acceder al califato fue ser el yerno de Mahoma y discípulo de la primera etapa, algunas personas que memorizaron en su día ciertas frases del Profeta ya habían fallecido y no siempre pudieron trasmitirlas a otros, e incluso parte de las anotaciones realizadas en hojas de palmeras o en omóplatos de camellos se habían borrado parcialmente y no se lograron recuperar. Faltaba mucha religiosidad y sobraba mucha belicosidad —conceptos que llegaron a entremezclarse— de todo cuanto dijo Mahoma.
Si a eso le sumamos que el árabe de la época carecía de signos diacríticos (por ejemplo tildes), lo más probable es que el Corán de Utmán sólo se parezca remotamente al mensaje profético del Nabí y vaya aderezado de consignas agresivas completamente ajenas al supuesto mensaje divino. Mensaje que en realidad no es más que la parte de la Biblia y los Evangelios que Mahoma recordaba y le convenía citar, en algunos casos de un modo manifiestamente adulterado.
Autor: Policronio
Publicado el 11 de junio de 2009
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