martes, 9 de octubre de 2018

Aquí hay unte


Supongo que les sonará, porque a todos los que fuimos aprendices de intelectuales y luego nos quedamos en anteproyectos de lo mismo, me da que nos ha pasado lo idem: el cabrearte monumentalmente con aquel a quien consideras de inferior raciocinio, ahora se dice capacidad de análisis, pero que, al final, lo clava. Indefectiblemente. 


Me pasó a principios de los ochenta, cuando un par de estibadores de almacén, desengañados de todo y de todos, solo con ver de reojo al Felipe Gonzalex,  piafante del ochenta y dos, se atrevieron a definirlo como un pobre “harto de migas” y ahondando un poco más, o por efecto de una cerveza a tiempo y poco más, se atrevían con el “no sirvas a quien sirvió”. Luego vino lo que vino, de todos conocido.

Ni que decir tiene, que ya por aquella época había intelectuales de carrera que necesitaban setecientas u ochocientas páginas para definir al personaje y a otros como él. Y a ello fuimos atendiendo.

Es por ello, ya sea por economía de medios, por las prisas obligadas del momento o porque ya era hora de que recuperara la costumbre del estibador de almacén, desengañado de todo y de todos, que me voy a permitir el lujo de definir la situación nuclear, como la definiría uno de mis antiguos colegas de fatigas, de las de verdad: aquí hay unte.

¿A qué se entiende de sobra? Pues eso, que nos hemos ahorrado diez o doce páginas de infinito aburrimiento.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 12 de junio de 2009

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