La Meca, Arabia. |
He revisado estos días una serie de artículos publicados en 2004 sobre el islam, una religión acerca de la cual es posible declarar, de entrada, que se extinguió hace más de 1.000 años. No obstante, el asunto es de máxima actualidad por los motivos que todos conocemos, entre los que se incluyen ciertos actos de pleitesía hacia los déspotas musulmanes por parte del norteamericano Obama.
Comenzaré, pues, por exponer cuáles son las razones que a mi juicio justifican el hecho de que 1.200 millones de personas aún se declaren sometidas a la voluntad de Dios y acepten sumisas (islam significa sumisión) su renuncia al libre albedrío. Una sumisión que no se produce ni mucho menos ante Dios, debe quedar claro, sino ante toda suerte de farsantes que se constituyen en sus intérpretes y mediadores.
Por razones que no vienen al caso, digamos que he tenido que empaparme algunas docenas de libros sobre el islam, incluyendo por supuesto el Corán, para documentarme y desarrollar un trabajo (completamente ajeno a Batiburrillo) que no me avergüence demasiado desde un punto de vista histórico. Así pues, con cierta osadía, lo reconozco, me atrevo a dar mi versión de lo que supone hoy el islam, una ideología tan relacionada con el terrorismo y con la inestabilidad política que vive más de medio mundo. Inestabilidad, a menudo teñida en sangre, a la que el islam no renunciará jamás hasta que no haya logrado sus objetivos: extender sus dictados, no importa cuál sea el precio, a la totalidad de las naciones.
El trabajo a que me refiero, y que quizá algún día publique aquí mismo si no encuentro editor, arranca de la ciudad de Damasco, ese Ojo de Oriente que citó el emperador Claudio Flavio Juliano, más conocido como Juliano el Apóstata. Era el Damasco de la dinastía omeya y de una sucesión de califas liberales —por comparación con los abasidas— que no dudaron en respetar templos cristianos o sinagogas. Era la urbe milenaria cuna de un personaje que sirvió directamente al califa y a quien la historiografía católica convirtió en San Juan Damasceno, padre de la Iglesia.
Seguirá
Autor: Policronio
Publicado el 6 de junio de 2009
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