Si anteriormente vimos que el Corán es un documento parcialmente adulterado e igualmente se comentó otro tanto sobre el Hadit o tradición del Profeta, quizá el siguiente paso sea analizar las características de las diversas corrientes musulmanas y tratar de averiguar qué les impulsa a mantener involutiva una religión tan antinatural en sus postulados y en su praxis.
Para ello, primero convendría aclarar que el islam es ante todo un método de lucha secular para escoger, de entre las diversas facciones, a quien deberá ser reconocido como Califa (sucesor) o como Imán (jefe espiritual y político), según de qué época hablemos. Y esa lucha, donde unos han buscado la legitimidad que da la sangre de Mahoma en sus descendientes y otros la han negado y apelado a determinados méritos del candidato, no ha hecho más que robustecer el fanatismo de las partes en litigio.
Sería algo parecido —quizá así se entienda un poco mejor— a lo que sucede en el ámbito de la política en algunas regiones españolas, por ejemplo Cataluña: Cuando una formación nacionalista (estoy pensando en CiU) se declara como tal y se irroga subliminalmente la representación del conjunto de la sociedad y la legitimidad exclusiva para ejercer el Gobierno, surgen segundas o terceras formaciones (ERC, PSC) que afirman que su catalanismo o nacionalismo, más o menos declarado, es realmente el auténtico.
Lo hacen de tal modo porque han visto que a los de CiU les ha ido bien durante un largo período, aunque le añaden matices que, según ellos, todavía refuerzan más su catalanidad para representar a la mayoría, como es ser de izquierdas o republicanos, que en el caso de ERC equivale a remarcar su antiespañolismo. Es decir, todos afirman ser más catalán (nacionalista) que el contrario. Incluso el PP en Cataluña es PPC y se proclama partidario del catalanismo, posición ideológica que aun en su grado más moderado encierra un fuerte antagonismo con las ideas liberales que en otros territorios la misma formación defiende con algún interés.
En el fondo, lo único que desean unos y otros es alcanzar el poder mediante la muletilla de “yo soy más que tú y poseo más méritos”, cuestión que determina que la sociedad se radicalice. Lo que ocurre es que esa radicalidad, sea catalana o islámica, no deja espacio para que el pueblo respire espontáneamente y comprenda que es el único poseedor del libre albedrío, sentimiento éste poco extendido tanto en el islamismo como en el nacionalismo, dos ideologías que mediante la educación o la propaganda (más acentuada en el nacionalismo) imponen patrones cerrados de conducta donde sólo es valioso lo que ellos definen como tal.
Autor: Policronio
Publicado el 16 de junio de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.