martes, 9 de octubre de 2018

El Islam X (revisado)


Por si no bastase la enorme desconfianza que despierta la supuesta obra de Mahoma, cuyo libro se encuentra plagado no sólo de apelaciones a la hostilidad contra el vecino sino de maldiciones y de amenazas, hay que añadir que también existe el Hadit o Sunna del Profeta, que es una recopilación aún más tardía, siglos IX al XI, de los supuestos preceptos y acciones de Mahoma no incluidos en el Corán y que los recopiladores, a su modo, quisieron poner como ejemplo de aquello que debe hacerse en cada momento de la existencia humana.


El Hadit, aunque represente algo así como la segunda parte de “Cómo esclavizar a un pueblo”, no es algo que deba tomarse a broma ni mucho menos, pues junto con el Corán compone lo que se conoce como Sharia o ley islámica, que en determinados países musulmanes se aplica con todo rigor. Y donde no se aplica en su totalidad, se mantiene latente como una ley referencial a la que a menudo apelan los ulemas, que son esos doctores o sabios entendidos en teología coránica, dispuestos siempre a intervenir para que la sociedad musulmana en su conjunto o Umma regenere ciertas costumbres que, según ellos, se van degradando, como por ejemplo el abandono del uso obligado del velo en la mujer, por citar sólo una cuestión menor de cierta actualidad en Europa.

Como también se dijo, Mahoma falleció en el año 632 sin llegar a ver reflejada su doctrina en un libro. Algo inconcebible. Sobre el 650 se estableció el Corán (palabra irreemplazable de Dios, no lo olvidemos) mediante el método sui géneris que también se ha explicado. Y entre los siglos IX y XI se reunió una colección de relatos que nos hablan de las andanzas, preceptos y acciones cotidianas de Mahoma y que establece códigos de conducta social y comercial.

Es decir, quienes vivieron 300 o 400 años más tarde que el Profeta no dudaron en escribir o recopilar anécdotas trasmitidas oralmente para que sirviesen de ejemplo a los creyentes del futuro y les obligase a su cumplimiento estricto. Ejemplos que, junto al Corán —repitámoslo—, diesen solidez a una ley inmutable o ley islámica.

Sólo el hecho de que transcurriera tanto tiempo entre el fallecimiento de quien inspiró la doctrina islámica y la plasmación de ésta para la posteridad, despierta más de un interrogante acerca de su validez. Pero si además se destaca que el Hadit lo que realmente refleja son tradiciones, a veces anteislámicas, de las ciudades de Damasco, Kufa o Medina, muchas de ellas vagamente relacionadas con la idea de Sunna profética, cuando no contradictorias, nos encontramos con que la citada ley islámica, tan referencial para el musulmán de hoy, se halla doblemente corrompida: Por un Corán frecuentemente alejado de los preceptos bondadosos de Mahoma y por un Hadit elaborado a partir de costumbres localistas y arcaicas.

La pregunta de este capítulo sería: ¿Cómo es posible que durante tantos siglos no haya surgido una fuerte tendencia dentro del islam que delibere sobre las aberraciones con las que se castiga a más de 1.200 millones de seres humanos?

Autor: Policronio

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