martes, 9 de octubre de 2018

Sobre inversiones, dispendios e impuestos


Han corrido auténticos ríos de tinta a propósito de los 94 millones de euros que el Real Madrid, de la mano de su nuevo y flamante presidente Florentino Pérez, ha pagado por la contratación del futbolista portugués Cristiano Ronaldo. El fichaje ha recibido calificativos tales como 'escandaloso', 'obsceno' e 'inmoral', aderezados de sesudas estimaciones sobre la extraordinaria cantidad de viviendas de protección oficial, colegios y hospitales que se podrían construir con tan exorbitante cifra, sin que falte por supuesto la inevitable referencia al número de bocas que podríamos alimentar.


Resulta curioso que saquemos a relucir nuestra acendrada 'sensibilidad social' siempre y cuando se trate de acuerdos y negocios privados, en los que un particular invierte su propio dinero bajo su cuenta y riesgo. Sin embargo, no suele golpear nuestra conciencia el uso insensato que los poderes públicos hacen de los impuestos, procedentes, como bien sabemos y sufrimos, del dinero que ganamos todos.

Por poner unos cuantos ejemplos, con presupuestos como los de ministerios tan prescindibles como los de Igualdad y Vivienda tendríamos para alimentar y construir más del doble que con los millones empleados en el fichaje de Cristiano Ronaldo; y todavía nos sobraría para ahorrar y reducir el gasto público, que buena falta hace, e incluso para bajar los impuestos y procurar que más dinero se quede donde debería estar, que es en el bolsillo de los contribuyentes.

Y cuánto se podría hacer con tan sólo disminuir a la mitad los más de seiscientos asesores que se encuentran al servicio del presidente del Gobierno. Y qué provecho podríamos obtener de los derroches de aquellas comunidades autónomas especialmente proclives al gasto excesivo e innecesario. Sin embargo, nos rasgamos las vestiduras ante una inversión, absolutamente privada dentro de una transacción libre, de 94 millones de euros, pero no nos mueven a escándalo los 25.000 millones de euros que Zapatero ha extraído de nuestros impuestos para destinarlos a una improductiva economía 'verde'. Y es que, de manera inexplicable, le concedemos más sabiduría al Estado, es decir, a los dirigentes políticos, en el manejo del erario que a los particulares en el uso de su propio dinero, por mucho que la experiencia demuestre una y otra vez lo contrario.

Esa prodigalidad con la que Zapatero ha procedido en el uso del dinero público desde que llegó a la Moncloa ha tenido ya su primera e inevitable consecuencia directa en nuestros bolsillos: La subida de los impuestos del tabaco y de la gasolina. Tributos que, por cierto, y debido a su carácter indirecto, afectan por igual a las rentas altas y bajas, lo que no está mal viniendo de un Ejecutivo que tanto presume de izquierdista. Pero qué mejor manera de empezar a pagar los dispendios de este Gobierno populista que por medio de un incremento de impuestos que aseguran unos ingresos fijos. Y, ojo, que, tal y como reconocen en el propio Ministerio de Economía y Hacienda, no van a ser los únicos. Una vez más, queda claramente de manifiesto que, al contrario de lo que afirmara Zapatero cuando se vendía como el 'Tony Blair' español, bajar los impuestos no es de izquierdas. Y es que una política de gasto público expansivo, propia de cualquier Gobierno socialista que se precie, lleva irremisiblemente al déficit, y tras él no tardan en llegar las subidas de impuestos.

Hay, desde luego, otro camino para reducir la deuda y el déficit, y de paso propiciar la reactivación económica: Combinar una drástica disminución del gasto público con bajadas de impuestos que faciliten una mayor actividad económica, lo que a su vez podrá hacer posible que la recaudación fiscal no se vea mermada. Pero el Gobierno de Zapatero sólo está por la labor de seguir esquilmando nuestros ya de por sí menguados ingresos para continuar gastando a espuertas, mientras espera a que la crisis económica se resuelva por sí sola. Afortunadamente, el Ejecutivo autónomo de Murcia, que en su momento tomó la iniciativa de disminuir el tamaño de su aparato de Gobierno, sí parece tener claro que la solución a la crisis ha de partir de la sociedad civil, y de ahí que el presidente Valcárcel haya anunciado reducciones de impuestos a jóvenes, familias y pymes. Sin duda, supondrán un soplo de aire fresco dentro de una situación económica deteriorada. Cuanto más dinero quede en poder de aquellos que crean riqueza y prosperidad, y de los contribuyentes en general, mucho mejor.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 17 de junio de 2009

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