Hay quien dice que el valor consiste en saber mostrarse combativo sin llegar a la temeridad. Cuando los políticos carecen de valor, no solamente para defender sus posiciones, muy especialmente si en ellas no se oculta nada, sino para contener las actuaciones viles del contrario, entonces estamos hablando de individuos pusilánimes que no merecen el puesto que ocupan. Tal es el caso del PP.
Por el contrario, cuando los políticos se desviven por atacar a sus rivales —a los que consideran siempre como enemigos aborrecibles— y usan para ello toda clase de bajezas con el objetivo de no abandonar el poder —un poder que no merecen a consecuencia de su ineptitud más que demostrada—, entonces no puede hablarse de gente de valor por mucha acometividad que usen, sino de asaltantes a cualquier precio de la legalidad o, si se quiere, de facinerosos. Tal es el caso del PSOE. Lo estamos viendo cada día desde que Zapatero llegó en tren a la Moncloa y por lo tanto no es preciso entrar en detalles.
Pero que conste que la gran diferencia en el tema de la corrupción entre el Partido Popular y el PSOE, dicho así a bote pronto, es que mientras el primero posee algunos corruptos entre sus filas o en su entorno —ya veremos qué sale al final de la operación Gürtel—, lo que parece lógico en una formación con tantos afiliados, el segundo ha venido siendo desde hace años pura corrupción entre sus altos cargos, algunos de los cuales acabaron en prisión, con alarmantes derroches en bastantes casos.
A la izquierda, por otra parte, no le tiembla el pulso a la hora de adaptar las leyes a su capricho, influir abusivamente en el área judicial y reclutar allá donde gobierna toda una legión de adeptos, enchufados a dedo y con la venia, eso sí, de unos sindicatos igualmente corrompidos, que controlan los comités de Centro y que reciben unos 32.000 millones al año, incluidas dos enormes partidas a su disposición supuestamente destinadas para la formación continua. A lo que habría que sumar que esos sindicatos-garrapatas disponen, igualmente, de 200.000 liberados dedicados más al partido que al propio sindicato. En el socialismo, la excepción viene dada por unos pocos miles de simpatizantes, tan románticos como desinformados, que no poseen cargo público, sea político sea laboral, o no reciben subvención alguna. Y éstos, podría jurarlo, son una minoría.
Si los dirigentes del PP tuviesen lo que hay que tener, que no lo tienen, no cifrarían todas sus esperanzas de recuperar el Gobierno en una crisis económica por muy grave que llegue a ser, sino que se adentrarían en la denuncia diaria, tanto por la vía parlamentaria como por la judicial, de cuantas actuaciones irregulares ha venido mal tapando el socialismo a sus afiliados o amigachos. Y así en todo momento, con constancia, sacando a la gente a la calle y que llame corruptos y sinvergüenzas a los que de tal modo se comportan. Si el PP tuviese lo que hay que tener, que no lo tiene, debería ir alertando a grito pelado sobre la imposibilidad de mantener esta locura de 17 nacioncitas de diseño, con 17 gobiernos derrochadores a manos llenas y 17 parlamentos llenos de sujetos dedicados a la intriga y la codicia.
Si esas 17 formas de inmoralidad le parecen bien al PSOE, que es quien en los últimos cinco años ha alentado el “sálvese quien pueda” y el “todo vale”, eso sí, dándole un tratamiento distinto a cada Autonomía según el color de su gobierno, con mucha más razón para que el PP se arme de valor y denuncie que algo así se debe acabar ¡ya! Es una denuncia necesaria a la que los populares deberían añadir —alto, claro y con la suficiente frecuencia— que cuando ellos lleguen al Gobierno promoverán las reformas constitucionales necesarias para eliminar esa orgía autonómica que nos desangra la economía y la libertad. ¿Por qué no actúa así Mariano Rajoy? Dos posibles respuestas: Porque no tiene lo que hay que tener, pongamos cierta capacidad de estadista —dicho mediante un descarado eufemismo—, o porque ya le vale este Estado de partitocracia corrupta y juega a ser el relevo tras la crisis. Y por ese camino, sin apenas clientela electoral al modo socialista, dudo mucho que llegue a ganar alguna vez las elecciones. De lo que se deduce que, perder por perder, no estaría de más comenzar a mostrar algo de valor. Ojo, he dicho valor, no temeridad ni vileza.
Autor: Policronio
Publicado el 20 de febrero de 2009
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