Me pregunto cuándo se darán cuenta los catalanes de que están gobernados por una pandilla de fanáticos desquiciados que acabará llevándolos a la ruina. O no es de tal condición desquiciada, sigo preguntándome, pasarse la vida lloriqueando sobre lo mucho que le roba España a “Catalunya” —con “ny”, para que se aprecia que me refiero a esa nazioncita de diseño que nunca existió y que se considera al margen de la patria común—, olvidándose aposta de las balanzas comerciales que les han enriquecido durante siglos, y luego soltarle 120.000 euros (20 millones de pesetas) al municipio francés de Perpiñán. Motivo: que se rotulen en catalán sus calles y avenidas. Es decir, que se ponga “Avenue du General Degaulle”, por ejemplo, y debajo se coloque “Avinguda”. ¡Manda huevos!
Los franceses de Perpiñán, por más subvencionados que estén por gente exaltada y manirrota como Carod, que además le soltó no hace mucho otros 600.000 euros (100 millones de pesetas) a una asociación francesa, “Amicas de la Bressola”, dedicada a impulsar la enseñanza del catalán en las escuelas de esa ciudad, está claro que no van a renunciar a su lengua oficial, usada por más de 100 millones de hablantes, para sustituirla por un idioma menor —por más valioso que le parezca a algunos— en todos los organismos oficiales, tal y como se ha hecho desquiciadamente en Cataluña. No, los franceses están muy lejos de ejercer la condición de rebaño y en todo caso van a lo práctico, que es recoger la pasta de los nazis, mediante la cual algunos de ellos pueden vivir ricamente del cuento. Nunca mejor dicho. Y es que pícaros, ebrios de nacionalismo o no, sí que hay en todas partes.
Y si aquí acabase todo, digamos que la cosa no pasaría de venial y anecdótica, pero es que resulta que gente como Carod, y otros de su misma calaña, llevan varias décadas y muchos cientos de millones de euros, quizá miles de millones, echando incienso en el altar del dios del nacionalismo catalán, que no es otro que el dios “lengua propia”, y que más que un dios es un engañoso ídolo de barro que debe recubrirse anualmente de oro, al que incluso se le practica el sacrificio de una ciudadanía catalana cuya trayectoria cultural, profesional y empresarial lleva el camino más idóneo para acabar convertida en aldeana, a menos que la reconocida fobia de sus políticos le haga sustituir el español por el inglés, como realmente les gustaría a los que mandan.
No en balde, solamente en el año 2007, los Carod de todos los partidos se gastaron 60 millones de euros en subvenciones idiomáticas a instituciones foráneas, es decir, allende las fronteras catalanas. No me extraña, pues, que incluso gente nada sospechosa de anticatalanismo, como pueda ser Toni Soler, estrella de la TV3, acabe de declarar que “en Cataluña existe la discriminación del castellano” o que “quizás no sería tan grave si el catalán dejara de existir”. Nada hay en mi ánimo que contribuya al segundo planteamiento de Toni Soler, o sea, la desaparición del catalán; bien al contrario, creo que liberando la posibilidad de elección idiomática, sin discriminaciones, el catalán dejaría de relacionarse con el nacionalismo opresor y pasaría a ser un idioma de mayor interés, menos antipático. Es más, estoy convencido de que la imposición actual, multas lingüísticas incluidas —curiosamente por un importe similar al que se ha regalado a Perpiñán—, no deja de ser pan para esta generación y hambre para las siguientes. Catalans, vosaltres mateixos!
Autor: Policronio
Publicado el 21 de noviembre de 2008
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