jueves, 6 de diciembre de 2018

El dictamen del TC y el pensamiento de Ayn Rand


Uno de mis contactos me ha remitido este texto sobre Ayn Rand:

"El 2 de febrero de 1905 nació en San Petersburgo la filósofa y escritora Alissa Zinovievna Rosenbaun, más tarde nacionalizada USA y conocida en el mundo de las letras bajo el seudónimo de Ayn Rand. Falleció en Nueva York el 6 de marzo de 1982. De su novela “La rebelión de Atlas”, saco el siguiente párrafo":

"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican, no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias, más que por el trabajo y que las leyes no le protegen a usted contra ellos,  sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada".

La descripción encaja perfectamente con la España actual, la España de la Transición. Patente está la reciente sentencia del Constitucional sobre Bildu: que las leyes no le protegen a usted contra ellos.


Como contraste entre regímenes (el de Franco y el actual), creo oportuno exponer lo siguiente:

Al iniciarse la década de los 40 del pasado siglo, en Austria se formó una compañía teatral de opereta y variedades, compuesta por los austriacos Arthur Kaps, Franz Johan, Herta Frankel (con su “perrita” Marilyn) y el italiano Gustavo Re. Con el nombre de "Los vieneses", comenzaron a trabajar en Viena. De forma solapada huyeron de la dictadura nazi e iniciaron sus actuaciones por diversas naciones europeas, llegando a España en el año 1942, donde se afincaron hasta su muerte, que tuvo lugar por causas naturales y muchos años después. ¡Así que imaginaros los años que estuvieron "sufriendo" la dictadura franquista! Uno de sus latiguillos contra el régimen de Hitler era este: "Allí, todo lo que no está permitido, está prohibido".

De Ayn Rand sólo he leído, y hace ya muchos años, "Los que vivimos". Me impresionó lo certero de sus descripciones al juzgar a los seres humanos. Podíamos decir que son despiadadas, pues no se recata en sacar a la luz sus miserias, pero también sabe hacer patente sus glorias. Tanto Kira, la protagonista, como Andrei, el comisario rojo, son personajes llevados al límite en su espíritu de sacrificio, en su generosidad. En ellos se personifica la abnegación por el ser amado. A mi juicio, bajo este punto de vista, el comisario supera a Kira. Pero los dos son admirables. La madre de Kira y Leo, el amor de la protagonista, son dos seres anodinos y carentes de firmeza en sus sentimientos. Ceden ante las dificultades de la vida y, sin resistencia, renuncian a sus amores y a sus ideales. Leí esta obra hace más de 50 años. Así que, si hay algún error, pido disculpas.

En mi ánimo dejó profunda huella mi actividad como falangista. En mis pensamientos, en mis juicios, llevé a mi campo a Kira y a Andrei, pues los falangistas de primera hora sentían la idea de darlo todo por nada material. Les bastaba el saber que "estaban haciendo lo correcto". Y, ruego que no me juzguen como fanático: lo mismo pensaba de los anarquistas. Con los verdaderos anarquistas: Ángel Pestaña, Cipriano Mera, Buenaventura Durruti y tantos más, nosotros siempre tuvimos los brazos abiertos hacia ellos. Por su parte, Ángel Pestaña mantuvo conversaciones, que si no llegaron a buen fin no lo considero atribuible a él.

Creo que lo lamentable de nuestra preguerra fue que los anarquistas (y también los socialistas, ¿por qué no?) no fueron capaces de comprender la verdad de los ideales de Falange. Posiblemente, muchos llegaron a la conclusión de que ambos, anarquistas y falangistas, buscábamos lo mismo. Pero ya era tarde. Aunque, cierto es, muchos anarquistas cometieron asesinatos, muchísimos más ayudaron. A mi hermano Rafael, cuando con motivo de un asunto administrativo intrascendente, advirtieron por los apellidos la relación que nos unía, el jefe de la dependencia de la CNT, sita en el número 24 de la calle del Prado de Madrid, a iniciativa propia le facilitó un salvoconducto con nombre falso. Esto lo he relatado en mi "Contribución a la Memoria Histórica: Una familia española en 1936 (y III)".  

Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 29 de mayo de 2011

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