Celestino Corbacho. |
Zapatero sabe que cuenta con un Gabinete de incapaces (Moratinos, entre otros), sectarios (Aído, y el resto) o para-legales (esencialmente Rubalcaba), afanoso picapedrero con resabios de GAL desde el 11-M hasta nuestros días. ZP lo sabe de sobras porque se ocupó a conciencia de reclutarlos con semejante perfil, que además debía incluir fidelidad perruna y vocación para el cargo clandestino, caso de la titular de Agricultura desde 2004. Algunos de los ministros pertenecen al mismo tiempo a las tres subespecies reseñadas, como sería el caso de Maritere, a la que de añadidura se la podría catalogar en un cuarto apartado: ‘socialfarsante’.
Ya no hablemos de Chaves, inmerso de lleno en la agotadora actividad de no hacer nada desde que es Vice-adoquín. Eso sí, alejado convenientemente de una Junta de Andalucía donde el socialismo se desangra a chorros entre los votantes, como consecuencia de una corrupción generalizada que los fiscales jamás advierten, tal vez porque se dedican ‘full time’ a la apertura de sumarios a los alcaldes del PP, y de un nepotismo capaz de convertir en funcionarios regionales, con sueldos inmejorables, no ya a los hijos y hermanos, sino al amigo de un primo. Puro socialismo, vamos.
En el caso del ex ministro de Justicia, un tal Bermejo, ZP se pasó de frenada en cuanto al nivel de sectarismo e incompetencia que debió exigirle, lo que motivó que le despachase a no tardar al alarmarse sobremanera de que pudiera deteriorar su imagen ‘talantuda’. Hoy malograda por méritos propios al habérsele visto la oreja en todo momento, tanto en 'Estepaís' como en el resto de la Galaxia. Otros ministros que dieron a malas penas la talla, si bien en grado mínimo, pasaron pronto a las catacumbas de la política, sobre todo Jordi Sevilla y César Antonio Molina, el ‘amigo’ de la anterior directora de la Biblioteca Nacional, que fue otra auténtica joya dispuesta a convertir el templo de la cultura española desde 1712 en un estercolero sectario y manirroto del siglo XXI.
Pero hay un componente del Ejecutivo (espero que se advierta que me resisto a llamar gobierno a esta banda de facinerosos), que a no tardar va a representar el papel estelar de ‘la primera rata que abandona el barco’. Me refiero a Celestino Corbacho, un hombre con pocos malos gestos y aún menor capacidad política, que en su condición de iletrado aterrizó de ministro de Trabajo en 2008, para sustituir a la lumbrera ‘Mister Tipp-ex’, y aún no se sabe que Corbacho haya hecho algo distinto a incrementar fogosamente el desempleo. Eso sí, el estropicio en el nivel de ocupación lo ha parido entre fracaso y fracaso como mediador de unas negociaciones laborales entre la patronal y los sindicatos, encastillados éstos en lo alto de las almenas y que farsantemente perpetrarán una huelga general a final de mes.
Corbacho sabe que como ministro ha sido uno los máximos candidatos a ser sustituido en cualquier remodelación de la Banda. No desconoce tampoco que a ZP le huele la cabeza a pescado podrido y que como mucho, de seguir en Trabajo, le acompañaría algo más de un año en el poder. De modo que Corbacho ha hecho sus propias cuentas y decidido cambiar el asiento inestable del Consejo de Ministros, donde nada más entrar en la sala le entran los temblores propios de un inepto, por una plácida butaca en el Parlamento de Cataluña, cámara en la que ni siquiera actuará de portavoz, puesto que su catalán es aún peor que el de Montilla.
Eso sí —fíjense en las fechas—, la placidez debería durarle como poco hasta finales de 2014, y aún más si vuelve a posicionarse adecuadamente en las listas electorales. La diferencia de sueldo no va mucho más allá, sin contar que durante unos años cobraría la pensión de ex ministro, y siempre cabe el complemento de los que presiden comisiones parlamentarias y otras bicocas que el partido, en este caso el PSC, destina a sus militantes de postín. ¿No, Montilla?
Autor: Policronio
Publicado el 3 de septiembre de 2010
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