A través del Centre d’Estudis Jordi Pujol, una ‘asociación’ creada a mayor gloria del personaje, este altanero sujeto no duda a la hora de definir así la crisis en Cataluña: ‘En Catalunya también hay una crisis de país. Una crisis nacional. Una crisis que puede afectar su trayectoria histórica, su identidad, su capacidad de acción colectiva, su cohesión, incluso su dignidad’.
Da la sensación, con semejante parrafada, que el mayor responsable del lavado de cerebro padecido por los catalanes, causa principal de la frustración que hoy les afecta, se haya creído su propio programa de adoctrinamiento. ‘Pais’ [catalán], ‘crisis nacional’ [catalana], ‘trayectoria histórica’ [catalana], ‘identidad’ [catalana], ‘acción colectiva’ [catalana]… Vocablos o expresiones destinados a perseverar en la ficción de un planeta que nunca existió. Eso sí, la doctrina es posible leerla en una página de Internet [hoy desaparecida] con características bilingües. Con tal de ampliar la difusión de sus fantasiosos preceptos, es evidente que Pujol se concede a sí mismo lo que durante 23 años les negó a los catalanes: el bilingüismo.
Pujol, que no ha dudado en darle (en vida) su propio nombre al Centre d’Estudis, lo cual da una idea de la soberbia del personaje, concluye la soflama nacionata mediante un párrafo que, a buen entendedor, es un toque de rebato a la consolidación del partido único: ‘Hace unos meses todos los periódicos de Catalunya dieron un ejemplo de lo que hay que hacer en casos como el nuestro. Apelando a nuestro interés y a nuestra dignidad. A nuestro respeto. Dieron todo un ejemplo. Digno de ser imitado. Y necesario. Con urgencia’. Para entendernos: Pujol propone aún más nacionalismo, y en consecuencia menos democracia (algo casi imposible), para combatir la crisis de una 'identitat' catalana elaborada por él y que ha hecho el ridículo más espantoso en los referéndums separatistas.
Quisiera dejarlo claro: Siempre he creído que Jordi Pujol es un mal bicho. O expresado de otro modo, un perfecto onanista mental (y lenguaraz) con ideas monotemáticas: La Cataluña que nunca existió, aberrante mito a partir del cual quiso (y quiere) crear la Cataluña que nunca existirá, que deberá ser monolítica en su palurdismo y presumir a la par de cosmopolita. O sea, cateta universal. Como si no le bastase vivir en una de las regiones más cultas y ricas de España, hasta no hace mucho muy admirada.
En Batiburrillo se le ha acreditado a Pujol, y más de una vez, la condición de mal bicho (puede dársele al calificativo la severidad que se quiera). Lo hemos hecho mediante numerosas páginas cargadas de argumentos y ejemplos a cual más descriptivo. Este sería uno de ellos. Los artículos dedicados a Pujol denuncian la hipocresía de un sujeto que se las daba de ayudar a la gobernabilidad del Estado cuando, en realidad, no cesaba de socavar la democracia y la convivencia. Y como fondo de esa actitud tan despreciable, lo que merece una doble condena, se ha destacado siempre su deseo de adoctrinar a cuanto residente en Cataluña se le pusiera a tiro. Lo sé de primera mano: he vivido cuarenta años en Barcelona y al inicio de la Transición he padecido la vuelta de la tortilla, finalmente chamuscada por ambas caras.
En su condición de mal bicho, cabe afirmar de este sujeto que morirá matando. Eso sí, luego será canonizado en el altar del nacionalismo, como si de un Sabino Arana cualquiera se tratase. Y casi con los mismos méritos. Ahora, cuando ya es incapaz de contenerse las ventosidades (algunas de ellas expulsadas por la boca), se nos destapó hace poco con un nuevo aguijonazo que llamaba a la desobediencia: ‘Cataluña no tiene por qué respetar al Tribunal Constitucional’. Infiere su afirmación de esta otra observación maloliente: ‘El TC no está actuando de manera respetable’.
Vale, pongamos que tenga razón en lo de la actuación del TC, asunto que más bien sería achacable a los dos grandes partidos, incapaces de ponerse de acuerdo para renovar a los magistrados y de paso liberar a la Justicia de sus zarpas. ¿Debería deducirse, en tal caso, que cualquier institución que no actúe a nuestro gusto debe ser despreciada? Es más, ¿hay que rebelarse contra ella (que es lo que se deriva) por el sólo hecho de parecernos inadecuado su comportamiento? ¿También vale para el Gobierno catalán, donde se dan numerosos actos a cual más indigno y liberticida? ¿Y qué decir del Ejecutivo zapaterino, tan cargado de actuaciones arbitrarias y perjudiciales para la mayoría? ¿Emulamos a los griegos, a la calle y a incendiarlo todo?
A cualquier individuo que apela al uso de las barricadas frente a los tribunales, y Jordi Pujol lo hace a su modo, es posible adjudicarle la condición de los histriones más ridículos. Al respecto, Baroja les definió con gran acierto: ‘La revolución es buena para los histriones. Sirven todos los gritos, todas las necedades tienen valor, todos los pedantes alcanzan un pedestal’.
Afortunadamente, algunos adoctrinados de Pujol comienzan ya a pensar por sí mismos.
Autor: Policronio
Publicado el 6 de mayo de 2010
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