domingo, 4 de noviembre de 2018

Martes negro en España


Una jornada que iba a ser de alivio acabó convirtiéndose en una auténtica zozobra. Y es que nos desayunábamos con los datos del paro que el antiguo INEM ya filtrara el 1º de mayo, en plena coincidencia con los coros y danzas de nuestros sindicatos social-burócratas: 24.000 desempleados menos en abril. Sin embargo, y aunque el Gobierno de Zapatero y sus terminales mediáticas empezaban a afinar sus fanfarrias, muy pronto se descubrió la trampa: En realidad, descontando como se debe el efecto estacionario de la Semana Santa (periodo de mayor demanda de empleo), el paro subió en 62.700 personas. Cifra que hay que sumar a los casi 500.000 desempleados que, por realizar cursos de formación o simplemente por pedir especiales condiciones de trabajo, desaparecen de la lista por obra y gracia de 'cosméticos Corbacho'.

Así pues, y teniendo en cuenta tales trucos estadísticos, el saldo real de parados en España es de alrededor de 4.600.000; es decir, prácticamente la misma cifra que dio a conocer el INE hace pocos días, sin contar abril. En consecuencia, y por mucho que se empeñe la propaganda zapaterina, el paro ni mucho menos 'ha tocado techo'. Es más, continuaremos superando registros mientras no se aborden de una vez por todas las medidas liberalizadoras que necesita nuestra economía. Pero, por desgracia, tenemos un Gobierno, a fuer de 'progresista', radicalmente inmovilista.

Para más inri, la conspiración internacional contra Zapatero y España, que en su momento denunciara el muy perspicaz José Blanco, volvía inopinadamente por sus fueros y nos aguaba la fiesta. En primer lugar, la prensa extranjera más inmerecidamente prestigiosa se atrevía a alertar acerca de la posibilidad de que acabemos como Grecia si nuestro benéfico Gobierno no emprendía pronto reformas estructurales y planes de ajuste. Después, no tardaron en aparecer en escena los malvados y viles especuladores financieros, que, en comandita con la canallesca, hicieron uso de tal infundio para huir de nuestra economía y hundir nuestra Bolsa. ¿Cuándo permitirán esos infames foráneos capitalistas que sigamos disfrutando en paz de las mieles que nos provee el socialismo zapaterista? Envidia cochina, seguro...

Menos mal que nuestro presidente saltó raudo e indignado a la palestra para desmentir tan disparatados bulos con la contundencia requerida. Pero, claro, como su credibilidad es exactamente igual que la que pueda gozar cualquier presidente de club de fútbol que, inmediatamente después de unos pésimos resultados, respalde públicamente a su entrenador, su comparecencia no consiguió sino acabar de desplomar los índices del Ibex. Y es que, por alguna extraña razón, hace tiempo que tienen calado al personaje también allende nuestras fronteras. El inexplicable plantón de la Ministra Salgado a la Comisión de Asuntos Económicos de la Unión Europea, una nueva contribución al desprestigio de nuestro país, fue la guinda a nuestro particular Martes Negro.

Desgraciadamente, no es en absoluto descartable que continuemos viviendo próximamente jornadas tan pésimas y batacazos bursátiles de parecido tenor, si no de superior gravedad. Y que incluso, en efecto, lleguemos a divisar en el horizonte el horror de la pesadilla helena. Al menos mientras sigamos sufriendo a un Gobierno que prefiere llevar a la economía española literalmente a la ruina más absoluta antes que tomar cualquier medida que sea mínimamente impopular y pueda desgastarle más de la cuenta, sobre todo de cara al electorado más afín ideológicamente y a aquellos grupos burocráticos de presión a los que ha querido unir su suerte. Así pues, actuar estos días con verdadero patriotismo, entendido como amor a España, no implica auxiliar a un Ejecutivo inepto y anquilosado, sino, bien al contrario, propiciar su caída. Y cuanto antes, mejor. 

Autor: Pedro Moya
Publicado el 5 de mayo de 2010

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