viernes, 5 de octubre de 2018

La solución para Cataluña: hacer las maletas


¿Además de jodernos [los nacionalistas] tienen que cobrarnos por ello? A mí no, gracias. Si nos fuéramos de golpe sería la bancarrota de la Generalidad y la extinción de la oligarquía catalana, pues estaría obligada a importar ingentes cantidades de norteafricanos y otros colectivos afines para mantener el tejido industrial y de servicios básicos.


Esta tarde he tenido la desgracia de circular por la zona de Rubí y Tarrasa. Aparte del consabido horror urbanístico (endémico del Mediterráneo y no imputable a ningún gobierno en particular), la vulgaridad vomitiva que impregna esos suburbios, la marabunta de horteras violentos de expresión tullida, las putas de carretera, los jubilados andaluces postrados en la vía pública como cadáveres disecados y demás elementos paisajísticos... es espeluznante la cantidad de mujeres musulmanas que transitan como espectros totalmente cubiertas con el velo, empujando el cochecito de su numerosa progenie con un rictus de orgullo vengativo por su fecundidad.

No tardaremos mucho en presenciar los efectos de las preferencias políticas en cuanto a inmigración. Estamos despreciando una comunidad de 400 millones de personas [la hispanoamericana] con las que nos unen unos profundos lazos históricos, culturales, afectivos, lingüísticos, religiosos, geográficos, económicos…  ¡y además, transversales a razas y culturas indígenas como prueba del rico solapamiento de civilizaciones de cuya dinámica también surgió la nuestra! No fueron pocos los catalanes y vascos que, como buenos españoles, amasaron grandes fortunas por esas tierras e incluso se establecieron para siempre ahí. Todo ello rechazado a cambio de infestarnos del grupo humano más incompatible por definición con nuestra nación y su forma de vivir.

Ocho siglos de beligerancia lo atestiguan, España existe a pesar del Islam y sobre todo gracias a Castilla, la fiel heredera de la estela visigótica. Pero sin ir tan lejos, sólo hay que ver la imposibilidad de un Estado jacobino como el francés para asimilar las nuevas generaciones de musulmanes que ya se han apoderado de regiones enteras y cuyas demandas serán cada vez más frecuentes y radicales. ¡Nos cortarán el cuello en nombre de Mahoma, pero en catalán! ¿Habrá normalización lingüística también en las mezquitas? ¿Serán estos los encargados de perpetuar el legado de ese conde barcelonés que, derrotado por los moros, en su lecho de muerte forjó la senyera rasgando sus dedos ensangrentados y rompiendo el extraño proteccionismo de los francos? 

También notorio resulta constatar la estratificación de nuestra Cataluña tan ufanamente ecuménica. Basta una rotonda, menos de cincuenta metros, para salir de ese zoco de apestados y penetrar en el espacioso dominio del Herrenvolk: Sant Cugat. Una impecable ciudad satélite de Barcelona a la cual sigue aferrada el partido de Pujol desde tiempos inmemoriales. Unos aquí, otros allá. Lo irónico es que los miserables mantengan su voto “socialista” tan inquebrantable como siempre.

¿A qué viene esto? Pues a que el cincuenta por ciento largo de los catalanes son españoles reciclados que ya han renegado de sus raíces y disfrutan su renovado estatus en la prosperidad de la secta. El resto… ya lo dije. Ejemplos concretos tendríamos hasta aburrirnos y son tan evidentes que no hace falta ni mencionarlos. Si cuando hablamos de “catalanes” no sabemos ni a lo que nos referimos… los malos ya han ganado. Se empezó reivindicando el catalán en nombre de la convivencia, algo muy loable. Y hemos terminado en una situación inversa a la del franquismo, pero bajo una represión asquerosamente sutil y farisea. Cría cuervos… ¿Pero qué puede esperarse de unos fanáticos narcisistas que han puesto su idioma en la cúspide de su escala axiomática de valores, como un factor más trascendente que la cultura común, la religión, la fraternidad biológica, la historia, la antropología, la dinámica unitaria europea, renunciando a la ambición de integrar y reforzar un país milenario llamado España y tan sólo como excusa para saquear su ridículo parque temático? 

Para alguien que se fascina al descubrir que hasta en Nepal se habla una lengua lejanamente emparentada con nuestro romance, (elevado por ignorancia a la categoría de piedra filosofal, pues seguirá mutando mientras viva), a quien personalmente le aflige el fracaso de las Bodas Francas y la discordia entre Godos y Francos, el posterior auge y derrumbe de Carlomagno y a partir de ahí la imparable atomización de esta Europa que ya nuestros lejanos ancestros soñaron con soldar sus pedazos para siempre… el sórdido espectáculo de estos carroñeros royendo los magullados restos de una vieja nación en decadencia  para saciar su mezquina lujuria sólo me produce nauseas y, ante la impotencia, deseo al agonizante una muerte rápida y un entierro discreto pero digno.

Yo no permitiré que, por un prejuicio lingüístico, estos caciques me asimilen a la chusma autóctona o extranjera y encima tenga que costearles la degradación con mi esfuerzo. Las asociaciones perversas han calado en el inconsciente colectivo y liberarse de ellas no es cuestión de leyes o alternancia política, que por otra parte aquí es materialmente imposible. Prefiero terminar devorado por una jauría de lobos en el crepúsculo de la tundra siberiana a permanecer mucho más en este corral infecto de borregos alienados y reprimidos. Ya sé que mis avatares personales no proceden en este espacio, pero me alegra anunciar que estoy en proceso de establecer una fecha límite para esta situación.

En otro ámbito más global –que no olvido jamás, porque no soy un patriota reduccionista– la situación del mundo occidental y el presente orden político-económico nos aboca al caos en cuestión de pocas décadas. Eso también es inevitable, sólo que aquí estará amplificado por nuestra estupidez estructural. 

Autor texto: Carlos (Firmas Invitadas)
Título e imagen: Batiburrillo
Publicado el 16 de mayo de 2009

Nota del administrador del blog:
El presente artículo de Carlos, quien dice ser catalán de raigambre, vendría a ser una continuidad argumentativa (no necesariamente compartida en su totalidad) de la entrada titulada “Os lo dice un catalán”, en la que con no poca perspicacia expuso su punto de vista sobre las causas que han degenerado de tal modo la política en Cataluña, algo que es de lo más evidente excepto para los nacionalistas o sus paniaguados. Una degeneración que, a mi entender, afecta ya en gran medida a la convivencia y obliga a asumir una de estas dos opciones en las que no caben las medias tintas:

1. Integrarse en el régimen del “Estanque dorado”, a poder ser de un modo activo y, a su vez, ejercer labor de apostolado.
2. Vivir en una especie de exilio interior procurando pasar desapercibido, sin molestar, y dando por hecho que jamás podrá acceder a la vida pública, es decir, a formar parte de esa clase social que en todo momento influye o define lo que es correcto. Una integración, he ahí lo más lamentable, de todo punto imposible por más méritos y preparación intelectual que se posea.

Y que a nadie se le ocurra mentar a Montilla como ejemplo de alguien que ha logrado acceder a lo más, puesto que para ello ha debido renunciar a cualquier valor ético y aún así no deja de ser un testaferro impuesto por los nacionalistas.
Policronio

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