Vicepresidente y Ministro de la Presidencia - Álvarez-Cascos - Gabinete de Aznar en 1996. |
Conocí personalmente a Francisco Álvarez-Cascos Fernández, Paco para los amigos. Fue a finales de los años ochenta, en la lejana —para los peninsulares— isla de la Palma, denominada entre los propios habitantes de las “Afortunadas” como el “corazón verde”, debido a su perfil y exuberante flora, o también “la isla bonita”. Allí, en Santa Cruz de la Palma, capital de la isla, en el bar de un hotel del paseo marítimo tuve ocasión de escuchar de cerca, en petit comité, al entonces secretario general del Partido Popular. Yo no debía formar parte de aquel encuentro improvisado que precedió a otro de mayor formalidad, y mucho menos acudí a esa reunión como miembro del PP, que no lo era, de ahí que permaneciese en silencio. Pero acompañé a un buen amigo mío, interesado en que me integrase en las filas populares, que sí era miembro de la Ejecutiva insular.
Me impresionó Álvarez Cascos. Su demostrado carácter recio ante los medios públicos y su predisposición a la confrontación parlamentaria con un socialismo que apenas lograba ocultar la corrupción generalizada, diríase que se tornaban en amabilidad, no exenta de chispa e ingenio, cuando de ambientes más restringidos se trataba. Recuerdo ahora que aludió a algunos de los últimos lugares que había visitado y también que contó más de una anécdota de las muchas que le sucedieron, lo que me llevó al convencimiento de que aquel hombre se había pateado casi toda España, pueblo a pueblo. Igual que luego haría en la Palma, visitando Los Llanos de Aridane y otras poblaciones menores.
Paco fue —y es— básicamente un tipo honrado y con arrestos. Pertenece a una casta política, ya de escasos miembros, caracterizada por el trabajo duro, la eficacia y la lealtad. Unió su destino al de José María Aznar, lo que para mí fue un gran error, y en 2004 le acompañó lejos de la política activa. Como secretario general del PP durante siete años fue el verdadero artífice del partido, su gran impulsor y su organizador (de ahí que le llamasen General secretario), aunando voluntades e incrementando exponencialmente los militantes hasta convertirla en la formación política más nutrida y eficaz de la época. Luego, en la primera legislatura ganada por Aznar, hizo una gran labor como vicepresidente del Gobierno y ministro de Presidencia, ni punto de comparación con la mediocre y demagoga Fernández de la Vega.
En la segunda legislatura, a propuesta suya, Álvarez-Cascos fue nombrado ministro de Fomento, misión de lo más adecuada para su carrera de ingeniero de caminos y su deseo manifiesto de impulsar el desarrollo en el terreno de esas infraestructuras que España tanto necesitaba. A él se deben los grandes planes, y no poca realización de los mismos, en autovías, nuevos trazados del AVE y el Plan Hidrológico Nacional, proyectos, todos ellos, destinados a integrar a las regiones españolas y a vertebrarlas, que es justo lo contrario de la política arbitraria y errática de nuestros días a cargo de la torpe ministra Magdalena Álvarez.
En suma, Álvarez-Cascos fue, a diferencia de su actual homóloga en el cargo, María Dolores de Cospedal, uno de esos grandes estadistas de los que Aznar —he ahí su principal virtud— supo rodearse. En mi opinión, la labor de Paco es incluso superior a la de Aznar, porque éste no habría logrado llegar al poder sin un partido tan fuerte y cohesionado como el que dispuso. Por eso, ahora que Álvarez-Cascos ha decido hablar y poner a Cospedal en su sitio, los que aspiramos a una remodelación del Partido Popular, en la que desaparezcan los perezosos y blanditos como Rajoy, Cospedal, Sáenz de Santamaría y tantos alfeñiques autonómicos, incapaces de enfrentarse con ideas claras a lo que es ya una dictadura socialista, celebramos sus palabras:
“Durante una conferencia titulada "La política: un viaje de ida y vuelta" en el Colegio Mayor Universitario Elías Ahúja de Madrid, Álvarez Cascos ha señalado que un dirigente al frente de un partido debe aplicar las cuatro reglas de la política del conde de Romanones: "sumar lo más, restar lo menos, multiplicar prudentemente y dividir al adversario". Álvarez Cascos ha criticado a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, porque, "en vez de aplicar estas cuatro reglas, le quiere quitar el puesto a Pepiño Blanco (vicesecretario general del PSOE) y en vez de hablar del PSOE se dedica a criticar al PP". También ha rechazado que De Cospedal diga que ella no compatibilizaría el escaño de diputada con el trabajo en un bufete de abogados, con lo que, a juicio de Cascos, "está censurando a mucha gente del PP”.
Porque si hablamos de compatibilidades, es bien curioso que Cospedal haga compatible el puesto de secretaria general del PP con el de mandamás regional en Castilla-La Mancha, lo que para cualquiera que aplique la lógica supone llevar ambos cargos a la pata coja, en perjuicio del partido en su conjunto y de Castilla-La Mancha en particular. Y si no que se lo pregunten a Paco, quien asegura que “como secretario general nunca le sobró ni un minuto de tiempo”.
Es bien curioso, de otro lado, que: "En la misma línea, Cospedal se reafirmó hasta en dos ocasiones en sus recientes declaraciones en las que señalaba que en el PP había algunos cobardes anónimos que reman en contra" del partido. Sin querer dar nombres para no "darles demasiada trascendencia", la número dos de los populares enfatizó que "todo el mundo" en su partido "sabe quiénes son".
Pues espero que hayas tomado nota de que Álvarez-Cascos no es uno de esos “cobardes anónimos”. Paco, ¡por Dios, vuelve!, que esta gente de ahora se está cargando el PP y así la única esperanza que nos queda de pararles las fechorías a los anti España.
Autor: Policronio
Publicado el 19 de noviembre de 2008
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