Poco tengo que decir sobre Fernando Rodríguez Madero, aparte de que siempre me pareció un tipo pedante y un sirviente con deseos de ir a más. Vamos, no demasiado distinto al de ahora: alguien capaz de echarle leña al fuego con tal de que le siga entrando cada mes, en su cuenta corriente, la sustanciosa nómina del CAC (Consell Audiovisual de Catalunya), que será de 130.000€ anuales presupuestados para 2009. O lo que es lo mismo, 1.545.013 pesetas al mes X 14 pagas. Mientras que el sueldo del presidente del Gobierno es de 89.000€ al año y el salario medio de los españolitos se encuentra en torno a los 20.438€ año, descontado el sector primario, que aún es menor.
Y eso sin contar con que estos pájaros del CAC —me da vergüenza denominarlos consejeros— no dispongan igualmente de dietas, coches oficiales, suntuosos despachos que más de uno aprovechará para actividades de índole particular, así como de beneficios o canonjías adicionales relacionadas con la influencia política. Y todo ello por el simple hecho de reunirse a intrigar o a someterse a las consignas del partido al que cada cual obedece. No, no me extrañaría nada. Es todo un síntoma del barrizal que se da en la clase política catalana, responsable de ir aprobando el funcionamiento y las prebendas de este tipo de organismos y sus bucelarios, tan numerosos unos y otros en Cataluña y tan innecesarios. Y no me estoy refiriendo precisamente a las embajadas catalanas, ejemplo máximo de corrupción y nepotismo al servicio de la propaganda nazi.
Al efecto, bueno sería recordar que el CAC es el organismo supervisor de las fidelidades al nacionalismo catalán en el ámbito de la información. Está compuesto de una pandilla de amigachos, todos ellos antidemócratas, a su vez colocados allí por los tipos totalitarios que mangonean nada menos que Cataluña, una región española que fue lo más y que cada vez representa menos en el aspecto de las libertades públicas. ¿O es que alguien, a estas alturas, duda de que haga décadas, justo al poco de iniciarse la Transición, que la libertad y la democracia pasaron a la clandestinidad en un territorio sometido hoy al zarpazo de los Carod de todos los partidos? Y cito a Carod por considerarle el máximo opresor de la libertad en Cataluña, pero podrían ser unos cuantos los citados.
Lo que sí voy a contar, y conste que lo recuerdo de primera mano, es que cuando vivía en Barcelona y a veces oía la radio, casi siempre en fin de semana, me gustaba sintonizar la COPE para escuchar los debates, puesto que era la única cadena de las que yo oía que contaba con una tertulia los sábados. De lunes a viernes, el entonces titular del programa era Luis del Olmo y los sábados le sustituía Rodríguez Madero. No sé si también los domingos, no lo recuerdo. Había una sección que daba paso en directo a los oyentes al final de la tertulia, punto en el que, por lo usual, yo cambiaba de frecuencia o me ocupaba de otros asuntos. ¿Por qué?, se preguntará algún lector de Batiburrillo. Muy sencillo, porque me daba asco oír cómo los pelotilleros de turno, sospecho que amigotes o familiares, le decían al tal Madero:
“Usted lo hace mucho mejor que De Olmo”, y cosas similares. E insistían una y otra vez, hasta el punto que ya se sabía a qué iban a referirse muchos de los oyentes. El ensalzado, en lugar de recurrir a la ética y pedir que no se aludiera a nadie del programa, que hubiera sido lo más correcto, respondía siempre con una risita o algún comentario placentero que inducía a solicitar más coba de ese tipo, tras la cual se adivinaba que el narcisismo había llevado a Madero al borde del orgasmo, con perdón. De ahí el corto y cierro que yo practicaba en tales momentos, luego de unos pocos sábados de complicidad con los dantes y el tomante radiofónicos.
Eso sí, en las primeras veces que el tal Madero se dejó masajear dialécticamente por la audiencia, lo cual llegó a hacerse con tanta profusión como menosprecio del ausente Del Olmo -que nunca ha sido santo de mi devoción-, comencé a advertir que me hallaba ante un personaje con alguna torpeza y mucha vanidad, porque en su condición de subordinado de Del Olmo —creo que estaba contratado directamente por él—, que entonces era la gran figura de la radio en España y contaba con las mismas malas pulgas de siempre, lo lógico es que no tardara en ser destituido a causa de su mucho descaro. Es más, incluso llegué a sospechar que Madero se acostumbró a pedir una grabación de los halagos recibidos cada semana, a fin de enviárselos a la dirección de la emisora.
Pero, claro, esa impresión pudo ser perfectamente injustificada y más bien el fruto de lo repelente que me parecía el sujeto. Lo que sí me quedó claro, por ese y otros muchos detalles, incluyendo el hecho de que Luis del Olmo no tardó en marcharse de la COPE, es que de algún modo Madero conocía esa marcha —o acaso una negociación complicada para que renovara— y estaba haciéndole la cama. Y las llamadas formaban parte de un dossier titulado: “Como soy mejor que Del Olmo, lo lógico es que lo sustituya cuando no le queráis dar la mucha pasta que pide”.
Lo que sucedió es que Luis del Olmo, perro viejo de las ondas a la par que todo un déspota y no menos vendido que el anterior —a Del Olmo le mudaba la voz y cortaba por lo sano cada vez que un oyente criticaba en directo a Jordi Pujol, su benefactor de licencias de radio en Cataluña—, largó a Madero antes de abandonar la COPE, cosa que hizo en el 91, y lo envió a tomar el fresco. ¿Resultado de todo ello? El rencor y la mala baba que este tipejo Madero ha ido guardado durante años y años hacia Del Olmo y, por extensión, hacia la COPE, representada hoy en día por Federico, de cuyas críticas al CAC acusa el golpe y, como uno de sus componentes, acaso sospecha que puedan llegar a quitarle su envilecida soldada. Ya que otros medios también se hacen eco de esas denuncias de Jiménez Losantos y no es cuestión de que, finalmente, los políticos se den por aludidos.
Diríase que lo que va declarando últimamente Madero, sea acerca de la necesidad de exorcizar a Federico, sea en forma de arrebatos contra sus antiguo patrón Del Olmo, al que ha llamado miserable, no es algo distinto a una especie de rogativa destinada a hacer méritos ante los nacionalistas catalanes y a implorarles, de ese modo, una especie de: ¡Señor, Señor, que me quede como estoy! Es decir, chupando del bote a manos llenas y a cambio de ayudar a restringir la independencia informativa en el “Charco amarillo”. Y así se funciona hoy en día en España, dejada en manos de traidores por cuenta propia, caso de los nazis periféricos, o de traidores por cuenta ajena, es decir, de los de a tanto la deshonestidad liberticida. Madero, aseguraría que lo único que has conseguido es ser un tipo despreciable en ambas orillas del Ebro.
Autor: Policronio
Publicado el 22 de noviembre de 2008
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