viernes, 31 de agosto de 2018

Diada del 11 de septiembre: Resaca de una farsa anual

Mariscal Villars liderando la carga francesa durante la batalla, el 24 de julio de 1712. Bataille de Denain, Lienzo de Jean Alaux (1839). Supuso una victoria decisiva para el ejército borbónico.

Los cada día más radicalizados nacionalistas catalanes, en su doble condición de farsantes y antidemócratas, han conmemorado un año más la derrota de unos cuantos de sus antecesores, de principios del siglo XVIII, frente a las tropas de un rey Borbón al que previamente se le había jurado lealtad. Y digo unos cuantos, porque otros tantos de ellos, probablemente en número similar, integraban el ejército que resultó vencedor en el asedio de Barcelona. Así, pues, lo que finalizó en 1714 en Cataluña (1715 en Mallorca) fue una guerra dinástica que nada tuvo que ver con esa idea de confrontación con España —y mucho menos de liberación—, que ahora quieren vendernos estos pérfidos y embaucadores que gobiernan en la región catalana.


El pueblo catalán de entonces, incluyendo a sus más altos cargos, no cesó en ningún momento de darle vivas a España y a su rey, como se acredita en documentos de la época, solo que por ciertas razones fáciles de deducir, entre ellas el despótico centralismo que practicaba la Corona francesa, una parte de los catalanes prefirió la continuidad de la dinastía Habsburgo representada por el archiduque Carlos. Austria, Inglaterra y Holanda, mientras les interesó, contribuyeron con importantes ejércitos a esa guerra dinástica, pero dejaron solos a los catalanes cuando el Archiduque fue declarado heredero de la Corona imperial. Entonces ya no les interesó a holandeses e ingleses correr el riesgo de unificar dos importantes imperios. Pura utilidad geoestratégica en Europa, como vemos, que a la postre supuso la llegada de una nueva dinastía para los españoles.

Desde hace varias décadas, aplicándole cada año una nueva vuelta de tuerca a la intensidad de sus despropósitos, los nacionalistas ensalzan esa parte de la historia, a la que además le han asignado el rango de “fiesta nacional” o Diada, para difundir a los cuatros vientos lo que jamás sucedió. El epicentro de ese magma fraudulento se ha situado una vez más al pie del monumento a Rafael Casanova, convertido en mártir de la supuesta guerra de liberación, cuando en realidad era un español convencido, que murió anciano y que arengó a los habitantes de Barcelona mediante estas palabras: “…se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”.


Este año, más radical que el anterior y posiblemente menos que el siguiente, cuando intentaban sumarse a la ofrenda floral a Casanova, se ha recibido a los militantes del PPC al grito de “Puta España”, seguido de alborotos en los que se han quemado banderas y símbolos de España. Por otra parte, más de un centenar de ayuntamientos catalanes ha izado o colgado en sus fachadas la bandera separatista (senyera estelada). Tanto una provocación como otra, evidentemente al margen de la ley, han quedado perfectamente impunes. Hasta el punto de que algún exaltado nacionalista, calificado de perturbado por la Policía, ha creído que era el momento idóneo para asediar a bombazo limpio —cóctel Molotov— la vivienda de los duques de Palma. Una acción que supone un “salto cualitativo”, como acertadamente lo ha llamado Alicia Sánchez Camacho, lo cual no deja de ser extraño, puesto que es una señora usualmente de pocas luces y demasiado adicta a la parafernalia de la falsedad nacionalista.


Eso sí, hay dos formaciones políticas que no se han prestado al aquelarre nacionalista, al menos que yo conozca. Son UPyD y Ciutadans. Incluso el líder de esta segunda formación, Albert Rivera, no ha dudado en catalogar de “españolazo” a Rafael de Casanova, que en realidad es lo que fue aquel alcalde de Barcelona. Los de Ciutadans, que en numerosos aspectos están demostrando no haberse contaminado del ambiente orgiástico nazi que lo invade todo en Cataluña, incluso se han permitido difundir por su cuenta lo que supone el 11 de septiembre de 1714. Así, en un acto que tuvo lugar en la avenida de Josep Tarradellas de Barcelona —lugar escogido, quizá adrede, como homenaje a un político decente—, manifestaron su deseo de trasladar la Diada al 23 de abril, “festividad de Sant Jordi, día de la rosa, del libro y festividad de todos los ciudadanos de Cataluña”.

Uno de los participantes en ese acto de Ciutadans, gente que de sí misma afirma que “Ciudadanos es lo más parecido a la Cataluña real” —desde luego yo secundo esa idea—, fue el estudioso Jesús Laínz, autor de la extraordinaria obra “Adiós España”, el cual pronunció un discurso sin duda acorde con los hechos inequívocos del 11 de septiembre de 1714. De ese discurso entresaco estos dos párrafos: “El ideario nacionalista gira en torno a dos ejes centrales: el momento fundacional y el agravio. Sin esos dos ejes, los nacionalismos no podrían existir”. “Y las mismas descomunales mentiras se vierten sobre cualquier momento histórico, cercano o lejano. Es fácil rebatirlas, pero la técnica de los nacionalistas es ir saltando de mito en mito según se los van anulando. Y cuando ya no les queda ninguno, se agarran al argumento sentimental: “Es que yo me siento catalán y, por lo tanto, no soy español”.

En resumidas cuentas, la Diada de Cataluña es pura manipulación de la Historia, con fines indignos, podría añadirse: Un año más de falsedad descarnada a cargo de unos políticos tan codiciosos como ajenos a la libertad, que han logrado despóticamente adormecer a la mayoría de la población catalana y convertirla en súbdita. Es lo que hace algún tiempo definí, con perdón, como neo-feudalismo. ¡Lo siento por ellos, francamente!

Autor: Policronio
Publicado el 14 de septiembre de 2008

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