Tiene gracia que quienes tanto presumen de solidaridad, camaradería y hermandad, o sea, cualquiera de las vertientes de corte social-comunista o nacionalista, terminen a la larga obligando a que los habitantes de esta vieja nación llamada España cambien su secular relación de convivencia por otra que nada tiene que ver de coexistencia.
Que nadie se llame a engaño. Desde que el PSOE es PSOE, el PCE es PCE</a>, el PNV es PNV y la Esquerra es Esquerra, la voluntad de todos estos partidos ha sido que los españoles nos veamos condenados a coexistir -poco menos que como los habitantes de Corea del Norte y Corea del Sur- bajo una confederación ibérica de no se sabe bien cuántas regiones/nacionalidades/naciones/estados que, van a terminar teniendo en común poco más que los daneses con los alemanes e incluso menos que los belgas con los holandeses.
El problema es que la llegada del kerenskiano Zapatero, burda pesadilla-revival del mix Casares Quiroga – Largo Caballero, ha acelerado hasta tal punto el proyecto de disolución nacional que tanto llevan ansiando los enemigos de la libertad (aranistas, nacional-socialistas catalanes y social-comunistas) que, sin darnos cuenta, hemos aparecido a la altura del año 2006 en un país con una nula voluntad de convivencia. Porque si alguna solidaridad (?) sobra es la de freírnos a impuestos para repartir arbitrariamente lo que de cada uno es; si alguna solidaridad (?) sobra es la del social-comunismo sureño que no sabe más que poner la mano para despilfarrar los recursos de los demás. En cambio, si alguna solidaridad es auténtica, es la del Plan Hidrológico Nacional, generador y fuente de recursos y modernizador de las cuencas de toda España. Ah, pero mira por donde que esta auténtica solidaridad, fruto y resultado de siglos de convivencia nacional, esta solidaridad que lleva por apellido la palabra “nacional” en el mencionado plan, esta solidaridad no interesa. ¿Por qué será? Porque quieren que coexistamos, no que convivamos.
Autor: Smith
Publicado el 21 de marzo de 2006
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